El
Papa Francico habló en su catequesis sobre el papel del Espíritu Santo / Vatican Media.
El Papa Francisco centró su
catequesis en el Espíritu Santo y como éste se derramó sobre los discípulos en
Pentecostés. “Queridos hermanos y hermanas:
cincuenta días después de la Pascua, los Apóstoles vivieron un evento que
superaba sus expectativas. Ellos estaban reunidos en oración y fueron
sorprendidos por la irrupción de Dios, que no tolera las puertas cerradas;
las abrió con un viento impetuoso que llenó toda la casa donde se encontraban”,
dijo a los miles de fieles presentes en la Plaza de San Pedro.
Según
recoge Vatican News,
el Santo Padre recordó que, cincuenta días después de la Pascua, los Apóstoles
vivieron en el cenáculo – que ahora es su hogar y donde la presencia de María,
madre del Señor, es el elemento de cohesión – un acontecimiento que supera sus
expectativas. “Reunidos en oración, la
oración -precisó el Papa- es el ‘pulmón’ que da respiro a los discípulos de
todos los tiempos, sin oración no se puede ser discípulos de Jesús,
es el alma de los cristianos, son sorprendidos por la irrupción de Dios.
Se trata de una irrupción que no tolera lo cerrado: abre las puertas con
la fuerza de un viento que nos recuerda la ruah, el soplo
primordial, y cumple la promesa de la ‘fuerza’ hecha por el Resucitado antes de
su partida. De repente, llega desde arriba, un rugido, casi un viento que cae
impetuoso y llena toda la casa donde estaban”.
VIENTO...
Y FUEGO
De este
modo, Francisco recalcó que al viento impetuoso se añade el fuego que recuerda
a la zarza ardiente. Explicó que en la tradición bíblica “el fuego acompaña la manifestación de Dios. En el
fuego Dios entrega su palabra viva y enérgica que se abre al futuro;
el fuego expresa simbólicamente su obra de calentar, iluminar y probar los
corazones, su cuidado en probar la resistencia de las obras humanas, en
purificarlas y revitalizarlas. Mientras en el Sinaí se oye la voz de Dios, en
Jerusalén, en la fiesta de Pentecostés, quien habla es Pedro, la roca sobre la
que Cristo eligió construir su Iglesia. Su palabra, débil y hasta capaz de
negar al Señor, atravesada por el fuego del Espíritu, adquiere fuerza, se hace
capaz de traspasar los corazones y mover a la conversión. De hecho, Dios escoge
lo que es débil en el mundo para confundir a los fuertes”.
Por ello,
el Santo Padre subrayó que, la Iglesia nace, del fuego del
amor, de un "fuego" que arde en Pentecostés y que manifiesta la fuerza de la Palabra del
Resucitado impregnada del Espíritu Santo.
UNA
PALABRA NUEVA
“La palabra de los Apóstoles es impregnada del Espíritu del Resucitado y
se convierte en una palabra nueva, diferente, que se puede entender, como si se
tradujera simultáneamente a todas las lenguas: de hecho, ‘cada uno los oía
hablar en su propia lengua’. Se trata
del lenguaje de la verdad y del amor, que es el lenguaje universal:
incluso los analfabetos pueden entenderlo”.
Del mismo
modo, el Pontífice agregó que “el Espíritu Santo es el creador de la comunión, el
artista de la reconciliación que sabe cómo eliminar las barreras entre judíos y griegos, entre esclavos y liberales, para
hacer de ella un solo cuerpo. Construye la comunidad de los creyentes
armonizando la unidad del cuerpo y la multiplicidad de sus miembros. Hace
crecer a la Iglesia ayudándola a ir más allá de los límites humanos, de los
pecados y de cualquier escándalo”.
LA
"SOBRIA EMBRIAGUEZ DEL ESPÍRITU"
Esta
maravilla es tan grande –precisó Francisco- que algunas personas se preguntaban
si estaban borrachos. Pero no, viven lo que San Ambrosio llama "la sobria
embriaguez del Espíritu",
que enciende la profecía entre el pueblo de Dios a través de sueños y visiones.
“A partir de ahora, el Espíritu de Dios mueve los
corazones a acoger la salvación que pasa por una Persona, Jesucristo, a quien
los hombres han clavado en el madero de la cruz y a quien Dios resucitó de
entre los muertos ‘librándolo de los dolores de la muerte’. Es Él quien derramó
ese Espíritu que orquesta la polifonía de la alabanza que todos pueden
escuchar”, señaló el Papa.
Francisco
también pidió al Señor “que nos haga experimentar
un nuevo Pentecostés, que dilate nuestros
corazones y sintonice nuestros sentimientos con los de Cristo, para que
podamos anunciar sin vergüenza su palabra transformadora y testimoniar la
fuerza del amor que llama a la vida todo lo que encuentra”.
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