¿Dónde radica, en
última instancia, el interés eclesial por el deporte?
Por: Alexandre Borges de Magalhaes | Fuente: CEC Conectado Con lo Esencial
El interés de la Iglesia por la actividad deportiva no es nuevo, pero en
las últimas décadas ha experimentado un crecimiento significativo que coincide
con la difusión del deporte a círculos cada vez más amplios de la sociedad. Los
últimos Papas han estado atentos al mundo deportivo y a través de encuentros
con equipos, selecciones y deportistas, han regalado importantes luces que
propician una comprensión integral del deporte. En los últimos años, este
esfuerzo eclesial se ha traducido en la creación de la sección “Iglesia y deporte”, del Pontificio Consejo para
los Laicos, la Familia y la Vida y del Departamento de Deporte en el Pontificio
Consejo para la Cultura, que buscan fomentar la reflexión acerca de la relación
entre fe cristiana y deporte, impulsar la pastoral de los deportistas y
difundir los valores cristianos asociados a la práctica deportiva, pues la
Iglesia «está llamada a prestar atención también a
todo lo que concierne al deporte, que puede ser considerado como uno de los
puntos neurálgicos de la cultura contemporánea y frontera de la nueva
evangelización».
Pero, ¿dónde radica, en última instancia, el
interés eclesial por el deporte? Con mucha claridad lo dice el Papa
Francisco: “Los lazos entre la Iglesia y el deporte
son una bella realidad que se ha ido consolidando en el tiempo, porque la
comunidad eclesial ve en el deporte un válido instrumento para el crecimiento
integral de la persona humana. La práctica del deporte, en efecto, estimula una
sana superación de sí mismos y de los propios egoísmos, entrena el espíritu de
sacrificio y, si se enfoca correctamente, favorece la lealtad en las relaciones
interpersonales, la amistad y el respeto de las reglas”.
También nos ayuda remontarnos a la célebre intervención del Papa Pío XII
acerca de los cuatro fines del deporte, donde enseña que el deporte «tiene como fin próximo el educar, el desarrollar y
fortificar el cuerpo en su lado estético y dinámico; como fin más remoto, el
uso del cuerpo por parte del alma, así preparado para el despliegue de la vida
interior y exterior de la persona; como fin aún más profundo, el de contribuir
a su perfección; por último, como fin supremo, en general y común a toda forma
de actividad humana, el de acercar al hombre a Dios».
Al precisar la finalidad de la actividad deportiva, el Papa Pio XII
muestra el trasfondo del interés eclesial por el deporte, que es la salvación
del hombre en su totalidad, cuerpo y espíritu, dejando en evidencia que para la
Iglesia el deporte es una actividad humana sumamente relevante, pues es un
instrumento que permite al ser humano desarrollarse integralmente y acercarse a
Dios.
La Iglesia se interesa por la práctica deportiva porque antes que nada
se interesa por el bienestar físico y espiritual del ser humano, porque lo
concibe como una unidad, no compuesta de partes aisladas e independientes, sino
de realidades unidas, que interactúan y se influencian permanentemente. La
visión cristiana del ser humano busca ser integral, evitando cualquier
reduccionismo antropológico.
En la misma línea, se entiende el deporte no sólo en su aspecto físico,
sino también en cuanto «ordenado al perfeccionamiento intelectual y moral del
alma», como una «gimnasia del espíritu, un
ejercicio de educación moral» que ayuda al ser humano a la consecución
de los fines supremos para los que ha sido creado. «Asimismo,
cuando se practica deportes de alto nivel hace falta preservar la armonía
interior entre el cuerpo y el espíritu, no reduciendo el deporte solamente a la
mera obtención de resultados»
“Nada hay nada verdaderamente humano que no
encuentre eco” en el
corazón del Pueblo de Dios, nos enseñaron los padres conciliares en la Gaudium
et spes. En la misma dirección el Papa Francisco nos exhorta a seguir: ‘‘La Iglesia se interesa por el deporte porque le
preocupa el ser humano, todo el ser humano, y reconoce que la actividad
deportiva repercute en la formación de la persona, en sus relaciones, en su
espiritualidad”.
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