domingo, 5 de mayo de 2019

TESTIMONIO DE CONVERSIÓN


Yo nací en medio de una familia católica, que desde muy pequeña me inculcó muchos conocimientos sobre el Evangelio, y la participación de los Sacramentos.

Cuando tenía 15 años, ingresé a un grupo de jóvenes que trabajaban en obras sociales dentro de mi Parroquia. Ingresé a capacitarme profesionalmente siguiendo una carrera, y la mayoría de los jóvenes de este grupo también lo hicieron. Nuestra formación religiosa la desarrollaba un sacerdote de los “modernos” y nos inculcó durante muchos años nuevas ideas sobre Dios, Jesús, María y la doctrina de la Iglesia Católica.

Si bien Dios Padre era el centro principal de su prédica, Jesús era un simple mortal con una misión, el único mérito de María era el haber dicho “Sí” a Dios, el demonio era una invención, la doctrina de la Iglesia debía cambiar, etc., etc., ideas completamente contrarias a nuestra fe católica.

Bajo estas creencias, los Sacramentos, la Misa, incluso la Confesión y Comunión tenían un sentido muy diferente para mí y mis amigos. Este sacerdote fue finalmente separado de los grupos a su cargo, ya que fue enviado a otro País al ser presentadas sus enseñanzas ante el Arzobispado de Lima. Esto fue un duro golpe para nuestro grupo, quienes vimos en él una persona muy revolucionaria y acertada. (Innegablemente, su obra social fue muy buena, pero sus enseñanzas terminaron por alejar a nosotros, los jóvenes, de los Sacramentos y el respeto a la doctrina de la iglesia).

Muchos de los jóvenes de nuestro grupo se casaron entre ellos, yo incluida, y luego de seguir reuniéndonos por mucho tiempo para conversar sobre temas humanos, comencé a sentir la falta de la oración, que ya no realizábamos, y cada vez sometíamos los temas de la vida y la religión a cuestionamientos puramente intelectuales y humanos por lo que entre nosotros creció la soberbia de un modo increíble, ya que nos considerábamos dueños de la verdad, viendo a otros cristianos católicos como personas equivocadas, supersticiosas e incluso irracionales.

Sin embargo, yo sentía un gran vacío en mi vida y sólo pensaba: “Dios mío quiero estar cerca de Ti, me haces mucha falta…”, y sólo pensaba a asistir a algún Retiro aunque no compartiera las “creencias católicas”. Asistí a una Jornada Pastoral, en la cual participé con mucha alegría, y me confesé casi después de 13 años. Sin embargo, tenía muy claro (según mis creencias) el papel de Jesús, María y ciertas ideas de la Iglesia.

Por medio de una las participantes, el Grupo Católico de Oración por Los Enfermos “Sí Señor”, llegó a hacer oración a mi casa ya que mi mamá se encontraba enferma. Cuando mi hermana me invitó al grupo, yo pensé: ¿Sanación? ¿Serán esas personas que se pegan al techo, que cantan y rezan como locos, o qué harán? Bueno, acepté ir sólo porque estaba dirigida a sanar a mi mamá. Llegué lo más tarde que pude (con toda premeditación), y ya en medio del camino, de pronto sentí como que algo bondadoso me rodeaba, y mis labios se movieron diciendo tres Avemarías sin poderlo evitar. Me quedé pensando: ¿Por qué me habrá sucedido esto? (yo llevaba prácticamente 15 años sin rezar con tanta devoción ni un Avemaría).

Cuando llegué a la casa, entré y me acomodé lo más discretamente posible; fue entonces cuando una niña del grupo me ofreció asiento, y me miró a los ojos. Casi caigo de espaldas al ver la luz de su mirada. Yo solo pensaba: ¿Cómo es posible que una persona pueda transmitir tanta paz?... sinceramente, me parecía que estaba al lado de un ángel.

De pronto, el hno. José dijo que el problema de muchos profesionales (y yo lo era), es que sólo quieren conocer a Dios por medio de la razón, y sí, hay que conocerlo por la razón… pero también debemos entregarle el corazón. Para mi fueron palabras que me atravesaron. Durante todos esos años dentro de mi ex grupo, esa era mi frase favorita “a Dios se le puede conocer por la razón”… pero no reparé en entregarle el corazón.

Luego me sucedió algo que les aseguro, si me lo hubieran contado no lo creería ni aunque me lo pasaran por video. El hno. José llamó a una señora, le puso las manos y ella cayó en descanso espiritual. Yo solo pensaba, ¿por qué ella no puso las manos antes de caer?, y mi segundo pensamiento era si la estaba hipnotizando, cuando el hermano volteó y me dijo: “Ven tú…”, yo me sorprendí y pensé que le hablaba a otra persona (estaba atrás de algunas personas, apenas si se me veía).

Me acerqué y me dijo, colocando a un muchacho delante mío: “Imponle las manos y pídele al Señor que entre en él”. Lo hice así aunque con muchas dudas, pero se lo pedí al Señor de corazón. Sentí claramente que algo atravesó de arriba hacia abajo mis manos y en ese preciso instante, el joven cayó en descanso espiritual (estar, sin estar estando). Claramente, me di cuenta que esa fuerza venía de arriba, y no de ninguna persona presente en la oración. Mis manos no dejaban de temblar, y para evitar que otros lo vieran, me las coloqué en la espalda.

Terminó la oración y el hno. José me dice: ¿qué te pasa? Y yo le mostré mis manos totalmente descontroladas que temblaban, y me hizo repetir: “Gracias Señor por ser tu instrumento”, luego de lo cual ya pude controlarlas.

Comenzaron mis cuestionamientos: ¿Qué me ha pasado? ¿Por qué? ¿Qué significa?, etc., etc., (yo era una preguntona de todo)

En la siguiente reunión, al llegar a la casa olía a flores por todos lados y… ¡no había ninguna! Me instruyeron que eso significaba la presencia de María y pedí un descanso en el espíritu. Luego en una siguiente reunión y en medio de otro descanso, sentí como una Luz venía hacia mi y me atravesaba de pies a cabeza, yo solo quería decir: “Gracias Señor, Bendito seas”, cuando mi lengua no me respondió y comencé a hablar en Lenguas. Cuando me levanté solo pensaba qué me había pasado, ya que jamás había visto a alguien hablando en Lenguas, no sabía que eso existía, ni nadie me había dicho qué era o qué significaba… ¡recibí el Don de Lenguas!

Pues bien, hasta ese momento, yo sentía ya un gran aprecio y respeto por Jesús a quien antes consideraba un simple hombre, y comenzaba a admirar su grandeza y presencia espiritual, pero, con María… El Señor permitió que pudiera ser su instrumento para dar mensajes de su Madre… ¡recibí el Don de Profecía! Cuando sentí la presencia de Mamá Santa dentro de mí, las palabras se quedan cortas para expresar cuánta ternura, bondad y protección Maternal trasmite María; es tan delicada y dulce que realmente todos los que la amamos deberíamos defenderla y ensalzarla en todo momento ante las doctrinas que la atacan con tanta ira, aunque ahora sabemos de dónde viene tanto odio.

La presencia de Jesús es muy humana, fuerte, poderosa y su Iglesia, nuestra Iglesia, tiene tantas riquezas que debemos defenderla de doctrinas equivocadas que nos alejan de ella.

No pasa un día que no agradezca a Dios Padre, a Jesús (Dios Hijo), a Dios Espíritu Santo, y a nuestra Santísima Madre María, por todo lo que han obrado y siguen obrando en los miembros del grupo y en otras muchas personas, quienes por medio de nuestros testimonios, oraciones y las sanaciones que obra el Señor, se acercan cada día mas a Dios y a su Iglesia.

Sigamos siendo portadores de esperanza, y demos “Testimonio” de todos los regalos, protección y amor que el Señor nos entrega cada día y sigamos diciendo siempre… “Señor, si te conformas con poco… aquí me tienes”

María Rosa Novoa B.

Nota: María Rosa en una madre, relativamente joven, de siete hijos… y es uno de los instrumentos principales de Dios en nuestro grupo, que a pesar de sus obligaciones, participa activamente en nuestro grupo de sanación.
Hno. José.

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