lunes, 13 de mayo de 2019

LA MISA ES EL ACTO MÁS IMPORTANTE


En la Misa se hace presente la redención del mundo. 

Por: P. Jorge Loring | Fuente: Para Salvarte
50.- La Misa es el acto más importante de nuestra Santa Religión, porque es la renovación 42 y perpetuación 43 del sacrificio de Cristo en la cruz.

1. En la Misa se reactualiza 44 el sacrificio que de su propia vida hizo Jesucristo a su Eterno Padre en el calvario, para que por sus méritos infinitos nos perdone a los hombres nuestros pecados, y así podamos entrar en el cielo.

En la Misa se hace presente la redención del mundo 45.

Por eso la Misa es el acto más grande, más sublime y más santo que se celebra cada día en la Tierra.

 Decía San Bernardo: «el que oye devotamente una Misa en gracia de Dios merece más que si diera de limosna todos sus bienes».

Oír una Misa en vida aprovecha más que las que digan por esa persona después de su muerte. 

Con cada Misa que oigas aumentas tus grados de gloria en el cielo.

La única diferencia entre el sacrificio de la Misa y el de la cruz está en el modo de ofrecerse 46: en la cruz fue cruento (con derramamiento de sangre) y en la Misa es incruento (sin derramamiento de sangre), bajo las apariencias de pan y vino. «Los sacrificios de la Última Cena, el de la Cruz y el del altar, son idénticos» 47.

«Todos los fieles que asisten al Sacrificio Eucarístico lo ofrecen también al Padre por medio del sacerdote, quien lo realiza en nombre de todos y para todos hace la Consagración» 48.

«No hay sacrificio eucarístico posible sin sacerdote celebrante. (...) El único designado por Cristo para convertir el pan y el vino en el Cuerpo y Sangre del Señor, mediante la pronunciación de las palabras de la consagración, es el sacerdote» 49.

A los hombres nos gusta celebrar los grandes acontecimientos: bautizos, primeras comuniones, bodas, aniversarios, etc. Estas celebraciones suelen consistir en banquetes.

La Eucaristía es un banquete para conmemorar la Última Cena.

Los cristianos nos reunimos para participar, con las debidas disposiciones, en el banquete eucarístico.

 2. Hay quienes dicen que no van a Misa porque no sienten nada. Están en un error.
 «Las personas no somos animales sentimentales, sino racionales» 50.

El cristianismo no es cuestión de emociones, sino de valores.

Los valores están por encima de las emociones y prescinden de ellas.

Una madre prescinde de si tiene o no ganas de cuidar a su hijo, pues su hijo es para ella un valor.

Quien sabe lo que vale una Misa, prescinde de si tiene ganas o no. Procura no perder ninguna, y va de buena voluntad.

Para que la Misa te sirva basta con que asistas voluntariamente, aunque a veces no tengas ganas de ir.

La voluntad no coincide siempre con el tener ganas. Tú vas al dentista voluntariamente, porque comprendes que tienes que ir; pero puede que no tengas ningunas ganas de ir.

Algunos dicen que no van a Misa porque para ellos eso no tiene sentido. ¿Cómo va a tener sentido si tienen una lamentable ignorancia religiosa?

A nadie puede convencerle lo que no conoce. A quien carece de cultura, tampoco le dice nada un museo.

Pero una joya no pierde valor porque haya personas que no saben apreciarla. Hay que saber descubrir el valor que tienen las cosas para poder apreciarlas.

 Otros dicen que no van a Misa porque no les apetece, y para ir de mala gana, es preferible no ir. Si la Misa fuera una diversión, sería lógico ir sólo cuando apetece.

Pero las cosas obligatorias hay que hacerlas con ganas y sin ganas.

No todo el mundo va a clase o al trabajo porque le apetece. A veces hay que ir sin ganas, porque tenemos obligación de ir.

Que uno fume o deje de fumar, según las ganas que tenga, pase. Pero el ir a trabajar no puede depender de tener o no ganas.

 Lo mismo pasa con la Misa.

Ojalá vayas a Misa de buena gana, porque comprendes que es maravilloso poder mostrar a Dios que le queremos, y participar del acto más sublime de la humanidad como es el sacrificio de Cristo por el cual redime al mundo.

Otros se excusan diciendo que el sacerdote predica muy mal. Pero a misa vamos a adorar a Dios, no a oír piezas oratorias.

A propósito de esto dice con gracia el P. Martín Descalzo: «Dejar la misa porque el sacerdote predica mal es como no querer tomar el autobús porque el conductor es antipático» 51.

Pero además, la asistencia a la Misa dominical es obligatoria, pues es el acto de culto público oficial que la Iglesia ofrece a Dios.

La Misa es un acto colectivo de culto a Dios.

Todos tenemos obligación de dar culto a Dios.

Y no basta el culto individual que cada cual puede darle particularmente.

Todos formamos parte de una comunidad, de una colectividad, del Pueblo de Dios, y tenemos obligación de participar en el culto colectivo a Dios52. No basta el culto privado53.

El acto oficial de la Iglesia para dar culto a Dios colectivamente, es la Santa Misa.


 El cumplimiento de las obligaciones no se limita a cuando se tienen ganas. Lo sensato es poner buena voluntad en hacer lo que se debe.

 El cristianismo es una vida, no un mero culto externo. El culto a Dios es necesario, pero no basta para ser buen cristiano.

 La asistencia a Misa es sobre todo un acto de amor de un hijo que va a visitar a su Padre: por eso el motivo de la asistencia a Misa debe ser el amor 54.

 Muchos cristianos no caen en la cuenta del valor incomparable de la Santa Misa.

 Le oí decir a un sacerdote, que hablaba del valor de la Misa, que si a él le ofrecieran un millón de pesetas para que un día no celebrara la Santa Misa, él, sin dudarlo, dejaría el millón, no la Misa.

 Al oír esto pensé que yo también haría lo mismo.

Unos días después al decir yo esto en unas conferencias que estaba dando en Écija, el millón me pareció poco, y dije: diez, cincuenta, cien, mil millones, ni por todo el oro del mundo dejaría yo de decir una sola misa.

Repartiendo mil millones de pesetas yo podría hacer mucho bien: pues ayudo más a la humanidad diciendo una Misa; pues los mil millones de pesetas tienen un valor finito, y la Santa Misa es de valor infinito.

«Una sola Misa glorifica más a Dios que lo que le glorifican en el cielo por toda la eternidad todos los ángeles y santos juntos, incluyendo a la Santísima Virgen María, Madre de Dios» 55.
La razón es que la Virgen y los Santos son criaturas limitadas, en cambio la Misa, como es el Sacrificio de Cristo-Dios, es de valor infinito.

 3. Siendo la Santa Misa «reproducción incruenta del sacrificio del calvario, tiene los mismos fines y produce los mismos efectos que el sacrificio de la cruz» 56.

 La Misa se celebra por cuatro fines 57:
Para adorar a Dios dignamente. Todos los hombres estamos obligados a adorar a Dios por ser criaturas suyas. La mejor manera de adorarle es asistir debidamente al Santo Sacrificio de la Misa.
 2º Para satisfacer por los pecados nuestros y de todos los cristianos vivos y difuntos 58.
  Para dar gracias a Dios por los beneficios que nos hace: conocidos y desconocidos por nosotros.
  Para pedir nuevos favores del alma y del cuerpo, espirituales y materiales, personales y sociales.

Para alabar a Dios, para darle gracias por un beneficio, para pedirle un nuevo favor, para expiar nuestros pecados, para aliviar a las almas del purgatorio, etc., etc., lo mejor es oír Misa 59.

Por lo tanto, nuestras peticiones, unidas a la Santa Misa tienen mayor eficacia. Pero la aplicación del valor infinito de la Misa depende de nuestra disposición interior.

4. La Misa se ofrece siempre solamente a Dios, pues sólo a Él debemos adoración, pero a veces se dice Misa en honor de la Virgen o de algún santo, para pedir la intercesión de ellos ante Dios 60.

Muchos cristianos tienen la costumbre de ofrecer Misas por sus difuntos61. Es ésta muy buena costumbre, pues una Misa ayuda a un difunto mucho más que un ramo de flores sobre su tumba.

 Cuando se encargan Misas se suele dar una limosna al sacerdote que la dice para ayudar a su sustento, según quería San Pablo 62.

 Pero de ninguna manera debe considerarse esta limosna como precio de la Misa, que por ser de valor infinito, no hay en el mundo oro suficiente para pagarla dignamente.

Lo que se da al sacerdote no es el precio de lo que recibimos, sino que le damos un donativo para ayudar a su sustento con ocasión de la ayuda espiritual que él nos ofrece.

5. La Liturgia es la oración pública y oficial de la Iglesia.
El Concilio Vaticano II, en la Constitución sobre la Sagrada Liturgia, ha recalcado la importancia de la Liturgia en la formación de los cristianos de hoy: «la Liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia, y al mismo tiempo la fuente de donde mana toda su fuerza» 63

Pero primero dice que «la Sagrada Liturgia no agota toda la actividad de la Iglesia» 64, y después que «la participación en la Sagrada Liturgia no abarca toda la vida espiritual» 65.

«Por eso, junto a la liturgia y con justa autonomía, han de fomentarse otras expresiones, cultuales o no, como la evangelización, la catequesis, el apostolado, los ejercicios ascéticos, la acción caritativa y social, y la vida de testimonio en el mundo» 66.

 «La Liturgia en nada se opone, sino al contrario, exige vehementemente un intenso cultivo de la vida espiritual, aun fuera de las acciones litúrgicas, con todos los medios ascéticos acostumbrados y conocidos en la tradición cristiana» 67.

 Hay que tener cuidado de que «el despliegue que van alcanzando las celebraciones litúrgicas comunitarias no se produzca a base de pisar y expropiar su terreno a la piedad y oración privadas.

 Porque en tal caso el auge de las celebraciones litúrgicas ya no estaría de acuerdo ni con la letra ni con el espíritu de la Constitución Conciliar sobre la Sagrada Liturgia» 68.

«Hoy padecemos una hipertrofia del sentido comunitario.
»Se pretende a veces que lo común sobresalga de tal modo que ahogue lo individual.
»Pero todos los movimientos que en la pendular historia de las ideas han pasado por un máximo excesivo, han terminado por reducirse a sus justos términos» 69.

 El hombre «tiene un valor inalienable en sí mismo. Aunque él se salva en comunidad, se salva en virtud de su respuesta individual al llamamiento a participar en la vida de esta comunidad» 70.

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