Y una vez retirado
del horizonte destruyendo iglesias, cruces, etc., le llega el turno al querer
eliminar también a toda persona que le recuerde a Cristo: y surgen los
mártires; que dan su vida en la tierra bien conscientes de la vida eterna que
les espera en el Cielo.
Raro es el día en que la
prensa no recoge el asesinato de un sacerdote; la muerte de un misionero; el
asalto a una iglesia; la condena por «blasfemia» de
un cristiano que defiende su fe; etc., etc; aunque últimamente ha silenciado la
matanza de cristianos por bandas musulmanas armadas en Nigeria y en Mali.
Los mártires siguen siendo de
actualidad; y lo serán siempre. El hombre que se aleja de Cristo, quiere
arrancar a Cristo del horizonte de su vida, y del horizonte de la vida de los
demás. Y una vez retirado del horizonte destruyendo iglesias, cruces, etc., le
llega el turno al querer eliminar también a toda persona que le recuerde a
Cristo: y surgen los mártires; que dan su vida en
la tierra bien conscientes de la vida eterna que les espera en el Cielo.
Esas noticias nos mueven a
afirmar nuestra Fe en medio de las condiciones más normales de nuestro vivir;
en las repetidas novedades de cada día. Quizá no los vemos, no nos damos
cuenta, pero son muchos los cristianos, los católicos, que dan testimonio con
su vida de que Cristo vive en ellos, y por ese testimonio sufren una especie de
martirio silencioso.
El sacerdote que limpia las
paredes de la iglesia rezando por las personas que las han ensuciado con frases
obscenas. La madre de familia, que se alegra y da gracias con un nuevo
embarazo, el quinto, y sigue adelante con el hijo en su seno rechazando las
presiones de parientes y amigos para que aborte, porque la criatura tiene
síntomas de ser Down. El amigo que recomienda a un compañero de trabajo que
pida el consejo de un buen psicólogo para que le ayude a vencer esas tendencias
homosexuales que no quiere seguir, en modo alguno; y que se expone, así, a
recibir una multa por usar libremente de su libertad, de su amistad.
Es la joven que comienza a
vivir su noviazgo con el firme deseo de llegar virgen al matrimonio; y el del
novio que reafirma ante sus amigos que da gracias a Dios por haberse encontrado
con una mujer así, que le ha hecho olvidar sin pena alguna a otras mujeres que
había conocido; y porque ha vuelto a tratar a Jesucristo, a confesarse y a
vivir la Misa.
Mártires silenciosos. Reciben
todo tipo de adjetivos, incluso insultos: «reaccionario/a», «antigua/o»,
«retrasado mental», etc. etc. Hasta alguno le puede llegar a decir que «¿quién te has creído?», ¿quieres llamar la atención, no
haciendo lo que hacemos todos?». No les importan mucho; rezan por todos,
y siguen adelante su camino.
Los mártires de sangre bajan
la cabeza y reciben el pistoletazo. Los mártires silenciosos a veces no tienen
más remedio que reaccionar, como le pasó a uno que estuvo a punto de perder su
trabajo por no estar dispuesto a hacer un «enjuague»
con un cliente; y que al final lo perdió cuando comunicó a su jefe que
estaba esperando su sexto hijo. El jefe, que le había recomendado el «enjuague», reaccionó muy mal y se permitió
calificar a su mujer de…; el puñetazo que recibió en pleno rostro lo dejó
desconcertado unos momentos, y ya recuperado le expulsó de la empresa.
Testimonios sencillos de fe
que nadie ve. Los mártires mueren rezando por la conversión de quienes les
asesinan. Los mártires silenciosos no dejan de rogar al Señor por la conversión
de quienes les insultan y les rechazan; como hizo Cristo a lo largo de su vida,
y en la Cruz.
Ernesto Juliá
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