“Pues no hay nada
oculto que no haya de ser manifiesto, ni secreto que no haya de ser conocido y
salga a la luz."(Lc.8,17)
Luego del primer post acerca de la causa penal a
los Monjes
del Cristo Orante, siguiendo consejos de allegados a la causa, y
especialmente obedeciendo a la Iglesia que lo había pedido, nos llamamos a
silencio. Un silencio expectante, orante y tenso, que más de uno tuvo la tentación
de romper, pero que se mantuvo con docilidad.
Pero resulta que este silencio fue unilateral, porque los medios de comunicación y confusión, y en especial los
más emponzoñados contra la Iglesia, no sólo no observaron un prudente silencio
a la espera de todas las declaraciones y pericias necesarias para esclarecer la
situación con ecuanimidad, sino que siguieron atizando el fuego de
la calumnia,
urdiendo una intriga infamante en la que inevitablemente, muchos fieles han
sido confundidos. Por esa razón, rompemos el silencio, porque nos lastima
la injusticia y la mentira, y en este camino hacia la Pascua, todos hemos de ser un poco
cirineos.
El martes 2 de abril el diario
Los Andes, volvió a sacar una calumniosa nota recogiendo falsedades ya
difundidas, titulada: “Cristo Orante: un monje
habría reconocido abusos”. Pero a diferencia de notas anteriores,
esta vez los destinatarios de la injuria no eran solamente los monjes… sino el
Arzobispado.
Entonces sí, repentinamente,
resulta que la prudencia y el silencio se hacen a un lado, porque se ha osado
tocar a la Jerarquía de la Iglesia.
A las 48 hs, el Arzobispado
sacó en respuesta a dicha nota, un Comunicado titulado “Ante las injurias
y la desinformación, toda la Verdad”, manifestando su visible fastidio ante las
injurias proferidas contra los procedimientos eclesiales en el caso, PERO omitiendo el hecho de que se había manipulado la información
haciendo creer a la ciudadanía que durante la investigación, uno de los monjes
había reconocido ser culpable de abuso, falsedad que es precisamente
ventilada en el título del artículo.
En tal comunicado, se hace
referencia a “las verdades que las empresas periodísticas
nos han impedido decir, al no chequear la información”, centrándose sobre todo
en la relación del Arzobispado con el denunciante, pero sin hacer ninguna
referencia a los acusados, excepto tal vez sobre el final, de manera velada y
general, al señalar que “una afirmación contraria a
la verdad posee una gravedad particular cuando se hace públicamente, ya que el
respeto de la reputación de las personas prohíbe toda actitud y toda palabra
susceptibles de causarles un daño injusto sea a través de un juicio temerario o
por maledicencia. En
estos casos, es importante recordar que toda falta cometida contra la justicia
y la verdad entraña el deber de reparación, incluso cuando se trata de faltas
cometidas contra la reputación de las personas e instituciones.”
Nos dirán que había que responder
ante todo en defensa del Arzobispado, pues se trataba del nombre de la Iglesia.
Pero entonces nos preguntamos: ¿sólo se injuria a
la Iglesia cuando se incrimina a la Jerarquía, pero no cuando se hace con un
monje o un sacerdote? ¿O acaso estos últimos son sujetos privados y algo así
como “parias” ante quienes debemos apartarnos frente a la sola sospecha de
culpa, aunque no haya pruebas suficientes para ello?
Me perdonarán, pero no
convence. No nos convence que cuando se trata de un obispo que incurre en
ostentosos escándalos sexuales, (como fue el caso de Maccarrone o Bargalló en
nuestro país) , se estrechan filas para encubrirse y disimularse las “caídas”, pero cuando se ensucia sin suficientes pruebas a un
sacerdote particular, los pastores que deberían oficiar de “padres”, prefieren
hacerlo de Poncio Pilatos “por las
dudas”, sin tener al menos la honestidad de reparar frontalmente las
mentiras con que se los injuria.
Entonces resulta que “toda la verdad” a la que se refiere el
Comunicado Episcopal, alude únicamente a la parte
de verdad que les atañe personalmente, pero no a la verdad a secas, excluyendo la principal verdad que la sociedad debería conocer a estas alturas, y es
que ningún monje se autoincriminó en el proceso
eclesial de investigación como abusador. Y el Arzobispado, quien hizo la investigación, sabe mejor que nadie que ese reconocimiento de abuso es una falsedad
grave, de la que pende la paz
de muchas almas.
Rompemos el silencio entonces
porque no sólo es lacerante la calumnia, sino porque estamos bastante cansados,
como fieles, de que las sospechas sean apañadas precisamente por nuestros
pastores. Consideramos que el silencio del Arzobispado ante lo que involucra a
uno de sus hijos sacerdotes constituye una omisión improcedente e inaceptable,
por ser una concesión, un silencio otorgante que decepciona profundamente a
muchos hijos de la Iglesia. No con herejes, sodomitas ni prostitutas, pero ¿con ellos sí vale “tirar la primera piedra"?
No
pedimos de ningún modo una actitud de encubrimiento, pero creemos que para
eludir sospecha de ello, no se puede caer en el otro extremo, apartándose de la
debida protección a los acusados mientras los medios se ceban en ellos como
hienas, permitiendo que se deslice la
presunción de culpa, en vez de inocencia, antes de contar con pruebas
suficientes.
¿DE QUÉ SIRVE LA DECLAMACIÓN AMPULOSA DE APERTURA Y
MANOS TENDIDAS A LAS SUPUESTAS VÍCTIMAS, SI SE CIERRAN Y ESCONDEN CUANDO LAS
PROPIAS VÍCTIMAS DE LA CALUMNIA SON SACERDOTES QUE HAN SIDO PUESTOS COMO HIJOS
BAJO SU CUIDADO?
¿Si se habla de toda la verdad, por qué no se dice,
entonces, que -según tenemos entendido- la gran mayoría de las pericias
realizadas inclinan la balanza a favor de la inocencia de los monjes, y no de
su culpabilidad, mientras que el
acusador seguía sin presentarse a declarar, y que hasta uno de sus abogados se
ha apartado de la causa?…
A ver si queda claro: aquí no pedimos que declaren inocentes a quienes se encuentran en proceso de
juicio. Inocencia o culpabilidad son sentencias que se esperan como
conclusiones de la búsqueda de la verdad, que es la que esperamos. Pero sí creemos que debería exigirse la presunción
de inocencia hasta encontrar pruebas suficientes de su culpabilidad, principio que en este caso parece haber pasado a
la historia pero que consideramos indispensable para todo proceso que se precie
de justo y respetuoso de las personas. ¿O el
verdadero juicio se deja en realidad en manos de los medios de comunicación,
como si la letra impresa fuese “palabra inspirada"?
Declaramos haber escrito este
post a título completamente personal, para tranquilidad de nuestra propia
conciencia y de muchos fieles, amigos y allegados al Monasterio, con quienes
seguimos en unión de oraciones, rogando que Nuestra Señora guíe todo
este proceso y sea realmente el resplandor de la Verdad quien a todos nos dé la
auténtica libertad.
Mª Virginia
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