miércoles, 6 de marzo de 2019

NUEVAS OBJECIONES A LA VÍA DEL MOVIMIENTO


Me alegró mucho encontrar un par de artículos en Internet dedicados al argumento del movimiento para demostrar la existencia de Dios.
El primero es de la página memes católicos, y logra poner en términos más claros lo que yo he intentado explicar aquí.
El segundo artículo busca refutar la 1ª Vía y, aunque no lo consigue, al menos no cae en las objeciones estándar (quién mueve al motor inmóvil, no sabes qué había antes del big bang), e intenta comprenderlo en sus propios términos.
Decía que me ha alegrado leer ambos artículos, y en español, porque los veo como el fruto del esfuerzo de importantes autores tomistas por difundir una forma de pensar rigurosa, una sana filosofía. En tiempos que nos ha tocado vivir, de alta tecnología, satisfacción inmediata y reacciones emotivas, no es poca cosa.
VEAMOS A CONTINUACIÓN EL SEGUNDO ARTÍCULO EN DETALLE Y A FIN DE RESPONDER SUS CRÍTICAS A LA 1ª VÍA.
El autor introduce el argumento a sus lectores, explicando que para Aristóteles el movimiento no se refiere tanto a pasar de un lugar a otro, sino al concepto filosófico del cambio, y continúa hablando de las causas o razones que explican ese movimiento. No es una explicación completa del argumento, pero indica que se hizo el esfuerzo de comprenderlo.

En seguida, el artículo comienza su refutación de la siguiente forma: Lo primero es considerar que tal primer motor inmóvil, al menos en una interpretación del mismo como causa fundamental para explicar los procesos en la realidad, no es algo separado de la realidad en cierta forma sino parte de la estructura de la realidad misma, algo incrustado en la realidad, de forma que las entidades mismas están atravesadas o fusionadas con el mismo
Es un párrafo muy interesante, porque al establecer una premisa para refutar el argumento, en realidad va mucho más allá. Aquí el Motor Inmóvil parece algo que a la vez trasciende y es inherente a toda la realidad, parte de su estructura más fundamental, y un tomista no tendría ningún problema con eso. En el deísmo clásico, Dios no es un creador lejano, que puso en movimiento una máquina hace mucho tiempo y luego se fue. Al contrario, y tal como lo intuye el autor, Dios atraviesa a todos los seres y es más íntimo a ellos que ellos mismos.
Por otro lado, los tomistas dicen que Dios es Ipsum Esse Susbsistens, el ser mismo subsistente, y con esto explican que Dios no es el ser supremo, sino que el Ser mismo, que existe en todo lo demás. No debemos imaginar que, al hacer una jerarquía de todos los seres, Dios sería el más poderoso, perfecto y eterno. Es que ni siquiera está en la misma categoría de seres, Dios es el único que es el Ser mismo. Todo lo que existe, existe porque Dios directamente le otorga su existencia, y lo mantiene existiendo a cada instante. Así de intrínseco es Dios, el motor inmóvil, para la estructura de la realidad misma.
Lamentablemente, no creo que el autor del artículo esté pensando en eso. En cambio, concluye el mismo párrafo de la siguiente forma: El movimiento es parte de la realidad misma y no tiene necesidad de ser explicado o sostenido por ningún motor inmóvil. Y que esto sea así es necesario de hecho en el sentido de que para generar el movimiento en sí mismo de algo, fuera de la forma en cómo algo se mueve, necesitamos hablar de movimiento previamente (en el sentido amplio del término, cómo el cambio en las cosas), de forma que el concepto de movimiento está ya presupuesto en nuestro razonamiento, por lo que el mismo es algo axiomático, es parte misma de la realidad y algo no causado, y en definitiva, no necesita ser causado.
Ante el problema del cambio, Parménides negó que el movimiento fuera algo real, pero otro filósofo de la época, Heráclito, le replicó que el movimiento era lo único real. Esa parece ser la ruta que toma el artículo, al sostener que el cambio es  tan inherente a la realidad misma, que ni siquiera necesita una explicación. Es una salida ingeniosa para quitarle fuerza al argumento del cambio, pero necesita explicarse mejor, si es que va a tener éxito.
Es cierto que hay cosas que no necesitan explicación, o que se explican a sí mismas. “¿Por qué un triángulo debe tener tres lados?” “Pues porque un triángulo es una figura de tres lados” No hay nada que explicar, simplemente es así por definición. Sin embargo, el cambio no es algo tan esencial a la realidad, ni podemos decir (con Heráclito) que todo está cambiando a cada momento. Las cosas cambian, cierto, pero la mayor parte del tiempo no lo hacen, de modo que cuando sí cambian, eso requiere una explicación. No se puede decir que ocurre “porque sí”.
Con el simple hecho de aludir a estructuras de la realidad podemos explicar cómo las cosas se mueven o comportan. Existirían estructuras básicas en cuanto a la existencia, donde ya no encontramos estructuras inferiores, […] que podría decirse se mueven, pero como son las estructuras básicas, en conjunto con su forma, esa es toda su propiedad (ver en obra “Proposiciones”). Esto es en términos generales distinto a la idea del motor inmóvil, y podemos aludir a esto para explicar el movimiento, de forma que no necesitamos hablar de un primer motor inmóvil en el sentido aristotélico.
 ¿Existen esas “estructuras básicas de la realidad” que explican el movimiento? La física moderna parece responder que sí.
Desde tiempo de Demócrito, famoso por su teoría atómica, se suponía que la realidad estaba compuesta de estructuras simples, bloques mínimos, permanentes e inmóviles. En la estructura básica de la realidad se esperaba encontrar estabilidad, no cambio. En el siglo XVIII Antoine Lavoisier (1785) enunció ley de la conservación de la materia, que respaldaba esa conclusión, pues suponía que a pesar los cambios en la realidad, los elementos se mantenían estables. Pocos años después en 1806 John Dalton llamó “átomos” a las partículas indivisibles e indestructibles que forman los elementos. Entonces se pensaba que los átomos eran los sólidos bloques básicos de la realidad.
A comienzos del siglo XX, la física moderna desechó la estabilidad, con Niels Bohr y su modelo atómico, que describía un núcleo de protones y neutrones, y una nube de electrones orbitando furiosamente en torno a él. Después Heisenberg y sus discípulos cuánticos ™, nos dijeron que no orbitan, sino que están vagamente desparramados en una zona en torno al núcleo, esperando a decidir su posición si se la preguntemos. Finalmente, resulta que en realidad no hay ningún electrón, sino una ecuación, una “función de onda”, que se extiende literalmente por todas partes.
No pretendo dar la impresión de comprender cabalmente lo que dicen los físicos con todo esto. Para el 99% de nosotros solo se encuentra disponible explicaciones incompletas de modelos matemáticos demasiado avanzados. Mi punto es que si es cierto que si hay una “estructura básica de la realidad” no parece que sea algo sólido, permanente e inmutable, ni que se mueva como podría hacerlo una bola de billar. Al contrario, resulta que a la base de la realidad no hay más que información.
¿Qué implica todo esto para nuestro viejo amigo Aristóteles? Desde luego, que tenía razón cuando descartó que el primer motor inmóvil fuera algo material, al menos en el sentido que lo creían Demócrito y los atomistas. Y si la función de onda cambia en unas partes y en otras no, o lo hace de una forma diferente, todavía los científicos tendrán trabajo buscando qué la hace diferente en ciertos lugares. Porque… ya saben, todo lo que se mueve, se mueve por otro.
INSISTE EL ARTÍCULO:
El comportamiento estará determinado por la estructura de la realidad podríamos decir, en términos generales, que incluye la forma específica de la materia en determinado contexto, donde la causalidad llega hasta el límite de la estructura primordial. Tal estructura primordial es parte misma de la realidad, cómo cualquier otro objeto, de forma que el movimiento y la forma del comportamiento de la cosas está explicado y contenido en la realidad misma, sin necesidad de un Dios por encima o más allá de esta.
Al leer esto uno se imagina que la “estructura primordial” es como un río que lleva a las partículas suavemente, determinando su comportamiento. El problema es que, de existir esa estructura primordial que provoca cambios en la realidad, solo tiene dos alternativas: o se mueve y cambia ella misma al causar los cambios en la realidad, o no lo hace. Si es lo primero, entonces debemos buscar qué provoca ese cambio, no basta con decir “está contenido en la realidad”. Si es lo segundo, pues hemos encontrado nuestro motor inmóvil, que fuera de la física se suele llamar Dios. Si alguien tiene otra alternativa, sería fascinante escucharla.
No importa si el “comportamiento de la cosas está explicado y contenido en la realidad misma”, lo que sea que signifique eso, no rompe el principio de que todo lo que se mueve es movido por otro.
Al acercarnos al final de este artículo, uno espera una conclusión. Sin embargo, ese lugar está dedicado a un verdadero excurso, un desvío inesperado hablar sobre la autoridad de un Motor Inmóvil para ser un legislador moral: En el caso de una entidad como Dios, no habría razón última para acatar una razón de nuestra existencia o un mandato ético o moral. No olvidemos que un motor inmóvil no tiene nada que lo explique, si este contiene fines, los mismos no tienen una razón de ser o argumento, de forma que no hay necesidad en la realidad o en el ámbito de Dios de acatarlos […]si para la realidad hay estructuras básicas o límites, y si hay un Dios o primer motor inmóvil que no es explicado por otra cosa, entonces no existe una razón en última instancia que justifique los mandatos éticos o morales de un Dios, por lo que su existencia no es un buen argumento o mejor dicho una base sólida para fundamentar la ética o la moral.
Es extraño encontrar aquí este argumento. Se intentaba refutar un argumento que parte del cambio como premisa ¿para terminar hablando de mandatos éticos? No se entiende. Claro que hay buenos argumentos que, partiendo de la experiencia ética común a todos los hombres, arriban a la necesidad lógica de un legislador objetivo. Sin embargo, ninguno de ellos  se ha esbozado aquí, por lo que no tiene cabida tenerlos por refutados.
El problema del cambio que verificamos en la realidad no es cuestión sencilla, y la solución se encuentra a medio camino entre la física moderna y la filosofía. En lo que respecta a este artículo, es un aporte sincero, que de cierta forma confirma la vigencia de Aristóteles y su Vía de Movimiento.
Pato Acevedo

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