Me alegró mucho
encontrar un par de artículos en Internet dedicados al argumento del movimiento
para demostrar la existencia de Dios.
El primero es de
la página memes católicos, y logra poner en términos más claros lo que yo he
intentado explicar aquí.
El segundo artículo busca
refutar la 1ª Vía y, aunque no lo consigue, al menos no cae en las objeciones
estándar (quién mueve al motor inmóvil, no sabes qué había antes del big bang),
e intenta comprenderlo en sus propios términos.
Decía que me ha alegrado leer
ambos artículos, y en español, porque los veo como el fruto del esfuerzo de importantes autores tomistas por
difundir una forma de pensar rigurosa, una sana filosofía. En tiempos
que nos ha tocado vivir, de alta tecnología, satisfacción inmediata y
reacciones emotivas, no es poca cosa.
VEAMOS A
CONTINUACIÓN EL SEGUNDO ARTÍCULO EN DETALLE Y A FIN DE RESPONDER SUS CRÍTICAS A
LA 1ª VÍA.
El autor introduce el argumento a sus lectores, explicando que para
Aristóteles el movimiento no se refiere tanto a pasar de un lugar a otro, sino
al concepto filosófico del cambio, y continúa hablando de las causas o razones
que explican ese movimiento. No es una explicación completa del argumento, pero
indica que se hizo el esfuerzo de comprenderlo.
En seguida, el
artículo comienza su refutación de la siguiente forma: Lo primero es considerar que
tal primer motor inmóvil, al menos en una interpretación del mismo como causa
fundamental para explicar los procesos en la realidad, no es algo separado de
la realidad en cierta forma sino parte de la estructura de la realidad misma,
algo incrustado en la realidad, de forma que las entidades mismas están
atravesadas o fusionadas con el mismo
Es un párrafo muy interesante,
porque al establecer una premisa para refutar el argumento, en realidad va
mucho más allá. Aquí el Motor Inmóvil parece algo que a la vez trasciende y es
inherente a toda la realidad, parte de su estructura más fundamental, y un tomista
no tendría ningún problema con eso. En el deísmo clásico, Dios no es un creador lejano, que puso en
movimiento una máquina hace mucho tiempo y luego se fue. Al contrario, y
tal como lo intuye el autor, Dios atraviesa a todos los seres y es más íntimo a
ellos que ellos mismos.
Por otro lado, los tomistas
dicen que Dios es Ipsum Esse Susbsistens,
el ser mismo subsistente, y con esto
explican que Dios no es el ser supremo, sino que el Ser mismo, que existe en
todo lo demás. No debemos imaginar
que, al hacer una jerarquía de todos los seres, Dios sería el más poderoso,
perfecto y eterno. Es que ni siquiera está en la misma categoría de
seres, Dios es el único que es el Ser mismo. Todo lo que existe, existe porque
Dios directamente le otorga su existencia, y lo mantiene existiendo a cada
instante. Así de intrínseco es Dios, el motor inmóvil, para la estructura de la
realidad misma.
Lamentablemente, no creo que
el autor del artículo esté pensando en eso. En cambio,
concluye el mismo párrafo de la siguiente forma: El movimiento es parte
de la realidad misma y no tiene necesidad de ser explicado o sostenido por
ningún motor inmóvil. Y que esto sea así es necesario de hecho en el sentido de
que para generar el movimiento en sí mismo de algo, fuera de la forma en cómo
algo se mueve, necesitamos hablar de movimiento previamente (en el sentido
amplio del término, cómo el cambio en las cosas), de forma que el concepto de
movimiento está ya presupuesto en nuestro razonamiento, por lo que el mismo es
algo axiomático, es parte misma de la realidad y algo no causado, y en
definitiva, no necesita ser causado.
Ante el problema del cambio,
Parménides negó que el movimiento fuera algo real, pero otro filósofo de la
época, Heráclito, le replicó que el movimiento era lo único real. Esa parece ser la ruta que toma el artículo,
al sostener que el cambio es tan inherente a la realidad misma,
que ni siquiera necesita una explicación. Es una salida ingeniosa para quitarle
fuerza al argumento del cambio, pero necesita explicarse mejor, si es que va a
tener éxito.
Es cierto que hay cosas que no
necesitan explicación, o que se explican a sí mismas. “¿Por
qué un triángulo debe tener tres lados?” “Pues porque un triángulo es una
figura de tres lados” No hay nada que explicar, simplemente es así por
definición. Sin embargo, el cambio
no es algo tan esencial a la realidad, ni podemos decir (con Heráclito) que
todo está cambiando a cada momento. Las cosas cambian, cierto, pero la
mayor parte del tiempo no lo hacen, de modo que cuando sí cambian, eso requiere
una explicación. No se puede decir que ocurre “porque
sí”.
Con el simple hecho de aludir
a estructuras de la realidad podemos explicar cómo las cosas se mueven o
comportan. Existirían estructuras básicas en cuanto a la existencia, donde ya
no encontramos estructuras inferiores, […] que podría decirse se mueven, pero
como son las estructuras básicas, en conjunto con su forma, esa es toda su
propiedad (ver en obra “Proposiciones”).
Esto es en términos generales distinto a la idea del motor inmóvil, y podemos
aludir a esto para explicar el movimiento, de forma que no necesitamos hablar
de un primer motor inmóvil en el sentido aristotélico.
¿Existen
esas “estructuras básicas de la realidad” que explican el movimiento? La
física moderna parece responder que sí.
Desde tiempo de Demócrito,
famoso por su teoría atómica, se suponía que la realidad estaba compuesta de
estructuras simples, bloques mínimos, permanentes e inmóviles. En la estructura básica de la realidad se
esperaba encontrar estabilidad, no cambio. En el siglo XVIII Antoine Lavoisier (1785) enunció
ley de la conservación de la materia, que respaldaba esa conclusión, pues
suponía que a pesar los cambios en la realidad, los elementos se mantenían
estables. Pocos años después en 1806 John
Dalton llamó “átomos” a
las partículas indivisibles e indestructibles que forman los elementos.
Entonces se pensaba que los átomos eran los sólidos bloques básicos de la
realidad.
A comienzos del siglo XX, la
física moderna desechó la estabilidad, con Niels
Bohr y su modelo atómico, que describía un núcleo de protones y
neutrones, y una nube de electrones orbitando furiosamente en torno a él.
Después Heisenberg y sus discípulos
cuánticos ™, nos dijeron que no orbitan, sino que están vagamente desparramados en una zona en torno al núcleo, esperando a
decidir su posición si se la preguntemos. Finalmente, resulta que en
realidad no hay ningún electrón, sino una ecuación, una “función de onda”, que se extiende literalmente por todas
partes.
No pretendo dar la impresión
de comprender cabalmente lo que dicen los físicos con todo esto. Para el 99% de
nosotros solo se encuentra disponible explicaciones incompletas de modelos
matemáticos demasiado avanzados. Mi punto es que si es cierto que si hay una “estructura
básica de la realidad” no parece que sea algo sólido, permanente e
inmutable, ni que se mueva como podría hacerlo una bola de billar. Al
contrario, resulta que a la base de la realidad no hay más que información.
¿Qué implica
todo esto para nuestro viejo amigo Aristóteles? Desde luego, que tenía razón cuando descartó que el primer motor inmóvil
fuera algo material, al menos en el sentido que lo creían Demócrito y los
atomistas. Y si la función de onda cambia en unas partes y en otras no, o lo
hace de una forma diferente, todavía
los científicos tendrán trabajo buscando qué la hace diferente en ciertos
lugares. Porque… ya saben, todo lo que se
mueve, se mueve por otro.
INSISTE EL ARTÍCULO:
El comportamiento estará
determinado por la estructura de la realidad podríamos decir, en términos
generales, que incluye la forma específica de la materia en determinado
contexto, donde la causalidad llega hasta el límite de la estructura
primordial. Tal estructura primordial es parte misma de la realidad, cómo
cualquier otro objeto, de forma que el movimiento y la forma del comportamiento
de la cosas está explicado y contenido en la realidad misma, sin necesidad de
un Dios por encima o más allá de esta.
Al leer esto uno se imagina
que la “estructura primordial” es como un
río que lleva a las partículas suavemente, determinando su comportamiento. El
problema es que, de existir esa estructura primordial que provoca cambios en la
realidad, solo tiene dos
alternativas: o se mueve y cambia ella misma al
causar los cambios en la realidad, o no lo hace. Si es lo primero, entonces debemos buscar qué
provoca ese cambio, no basta con decir “está
contenido en la realidad”. Si es lo segundo, pues hemos encontrado
nuestro motor inmóvil, que fuera de la física se suele llamar Dios. Si alguien
tiene otra alternativa, sería fascinante escucharla.
No importa si el “comportamiento de la cosas está explicado y contenido en
la realidad misma”, lo que sea que signifique eso, no rompe el principio
de que todo lo que se mueve es movido por otro.
Al acercarnos al final de este
artículo, uno espera una conclusión. Sin embargo, ese lugar está dedicado a un
verdadero excurso, un desvío inesperado hablar sobre la autoridad de un Motor
Inmóvil para ser un legislador moral: En el caso de
una entidad como Dios, no habría razón última para acatar una razón de nuestra
existencia o un mandato ético o moral. No olvidemos que un motor inmóvil
no tiene nada que lo explique, si este contiene fines, los mismos no tienen una
razón de ser o argumento, de forma que no hay necesidad en la realidad o en el
ámbito de Dios de acatarlos […]si para la realidad hay estructuras básicas o
límites, y si hay un Dios o primer motor inmóvil que no es explicado por otra
cosa, entonces no existe una razón en última instancia que justifique los
mandatos éticos o morales de un Dios, por lo que su existencia no es un buen
argumento o mejor dicho una base sólida para fundamentar la ética o la moral.
Es extraño encontrar aquí este
argumento. Se intentaba refutar un argumento que parte del cambio como
premisa ¿para
terminar hablando de mandatos éticos? No se entiende. Claro que hay buenos argumentos que, partiendo de
la experiencia ética común a todos los hombres, arriban a la necesidad lógica
de un legislador objetivo. Sin embargo, ninguno de ellos se ha esbozado
aquí, por lo que no tiene cabida tenerlos por refutados.
El problema del cambio que
verificamos en la realidad no es cuestión sencilla, y la
solución se encuentra a medio camino entre la física moderna y la filosofía.
En lo que respecta a este artículo, es un aporte sincero, que de cierta forma confirma la vigencia de Aristóteles y su
Vía de Movimiento.
Pato Acevedo
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