Creo
que hace algún tiempo mencioné el tema, pero hoy me gustaría volver a él con
más tranquilidad: las oraciones que el sacerdote hace en voz baja durante la
misa. La liturgia preceptúa que se hagan, pero se hacen no con él como
presidente de la comunidad, hablando en nombre de esta, sino que son oraciones
personales, para su bien personal.
Siempre se han hecho pronunciándolas, no mentalmente. Se decía que podía
escucharla el acólito que estuviera cerca de él, pero no el Pueblo.
Estas
oraciones llamadas “secretas” son las que
aparecen a continuación. Detrás de cada una añado una anotación mía breve. Si
se os ocurre alguna consideración al leerlas que sirva para mi bien espiritual,
ponedla en los comentarios. De hecho si hoy vuelvo a mencionar esto, es porque
me gustaría que sugirierais algún pensamiento que no se me haya ocurrido.
1.
Munda cor meum ac labia mea, omnipotens Deus, ut sanctum Evangelium tuum digne
valeam nuntiare.
Purifica mi corazón y mis labios, Dios todopoderoso, para que anuncie
dignamente tu Evangelio.
Antes de
proclamar el Evangelio. La necesidad de limpiarse. Es una labor que ojalá que
la realizásemos dignamente. Ojalá.
2.
Per evangelica dicta deleantur nostra delicta.
Las palabras del Evangelio borren nuestros pecados.
Tras la
lectura del Evangelio. Haber pronunciado esas palabras santas purifica. También
el que predica tiene sus delitos.
3.
Per huius aquæ et vini mystérium eius efficiámur divinitátis consórtes, qui humanitátis nostræ fíeri dignátus est
párticeps.
El agua unida al vino sea signo de nuestra participación en la vida divina
de quien ha querido compartir nuestra condición humana.
Al mezclar
el vino y el agua, se pide una participación en los tesoros de la Divinidad.
4.
In spiritu humilitatis, et in animo contrito suscipiamur a Te, Domine: et sic
fiat sacrificium nostrum in conspectu Tuo hodie, ut placeat Tibi, Domine Deus.
Acepta, Señor, nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde; que
éste sea hoy nuestro sacrificio y que sea agradable en tu presencia, Señor,
Dios nuestro.
Se pide el
ser recibido, el ser acogido. También se pide que le complazca a Dios. No se da
por supuesto.
5.
Haec commixtio Corporis et Sanguinis Domini nostri Iesu Christi fiat
accipientibus nobis in vitam aeternam.
El Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo, unidos en este cáliz,
sean para nosotros alimento de vida eterna.
Que ese rito
nos sirva para la vida en el más allá.
6. Perceptio Corporis et Sanguinis tui, Domine Iesu
Christe, non mihi proveniat in iudicium et condemnationem: sed pro tua pietate
prosit mihi ad tutamentum mentis et corporis, et ad medelam percipiendam.
Señor Jesucristo, la comunión de tu Cuerpo y de tu Sangre no sea para mí un
motivo de juicio y condenación, sino que, por tu piedad, me aproveche para
defensa de alma y cuerpo y como remedio saludable.
La misa
puede ser juicio y condenación para el mal sacerdote. Para el bueno será
protección y medicina.
7. Corpus Christi custodiat me in aeternum.
Se pide la
protección, pero no para este mundo, sino protección para la eternidad.
8. Sanguis Christi custodiat me in aeternum.
Se repite la
misma oración.
9.
Quod ore súmpsimus, Dómine, pura mente capiámus: et de munere temporáli fiat
nobis remédium sempitérnum.
Señor, que recibamos con una mente pura lo que hemos tomado con la boca y
que el don que nos haces en esta vida nos aproveche para la eterna.
Incluso unas
gotas del Vino Consagrado son un remedio para la eternidad, una medicina. No
una medicina temporal de las de este mundo, sino una medicina para el reino sin
fin.
P. FORTEA
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