¿Quieres que tu país
cambie, que tu ciudad o tu pueblo cambien, que tu familia cambie?
Por: Felipe Arizmendi Esquivel, Obispo Emérito de SCLC | Fuente: Catholic.net
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Este miércoles iniciamos la Cuaresma, que son cuarenta días de
preparación para celebrar el misterio central de nuestra fe, la pasión, muerte
y resurrección del Señor Jesús.
Muchas personas se acercan a recibir la ceniza, que es un signo de que somos polvo, de que no somos dioses, de que la vida es frágil y pasajera, y de que queremos darle valor de trascendencia, corrigiendo los errores, venciendo los pecados y superando las tentaciones, para resucitar a otro estilo de vida, a ejemplo de Jesús.
Sin embargo, para mucha gente, la Cuaresma es sólo una tradición, a la que no le dan mayor importancia. Para la mayoría, nada significa y a nada les induce. Su vida sigue igual y ningún esfuerzo hace por cambiar.
En el país, se ha incrementado la violencia, la inseguridad, la criminalidad de todo tipo. Por todas partes se escuchan quejas, lamentos, angustias. Pero la mayoría de los criminales han sido bautizados y se declaran creyentes, hasta devotos de la Virgen y de algún Santo. Para ellos, ¿algo significa la Cuaresma? Absolutamente nada. No la toman en cuenta para nada. Ojalá recibieran la ceniza y se convirtieran.
Muchos hogares se están deshaciendo, por las infidelidades, por el orgullo y la vanidad, por la falta de sacrificio y de paciencia mutua, por las violencias verbales y físicas. ¿Puede servir la Cuaresma para que las familias se estabilicen y salgan adelante? Depende de cada quien.
Las contiendas políticas y electorales se han convertido en aguerridos campos de batalla. Pareciera que todo se vale, con tal de destruir a los otros contendientes. Casi todos los candidatos son creyentes; ¿les servirá de algo la Cuaresma? Ojalá; pero me temo que nada les importa este tiempo para replantear sus comportamientos, sino sólo para crear nuevas armas de combate.
Para nosotros, gente de
Iglesia, puede también pasar la Cuaresma como un periodo sin repercusión en la
vida personal. Predicamos que los otros cambien, pero nosotros seguimos igual: ni más oración, ni ayunos, ni penitencias, ni limosnas… Así,
no hay resurrección, no hay renovación de la Iglesia, menos de la sociedad.
PENSAR
El Papa Francisco no ha enviado su acostumbrado mensaje para este
tiempo. Ante los diferentes males, los engaños y las tentaciones de este mundo,
nos invita a no dejar apagar el amor, y poner en práctica las tres
recomendaciones de Jesús: orar, ayunar y dar
limosna: “El hecho de dedicar más tiempo a la oración hace
que nuestro corazón descubra las mentiras secretas con las cuales nos engañamos
a nosotros mismos, para buscar finalmente el consuelo en Dios. Él es nuestro
Padre y desea para nosotros la vida. El
ejercicio de la limosna nos libera de la avidez y nos ayuda a descubrir que el
otro es mi hermano: nunca lo que tengo es sólo mío. Cuánto desearía que
la limosna se convirtiera para todos en un auténtico estilo de vida. Cada
limosna es una ocasión para participar en la Providencia de Dios hacia sus
hijos; y si él hoy se sirve de mí para ayudar a un hermano, ¿no va a proveer
también mañana a mis necesidades, él, que no se deja ganar por nadie en
generosidad? El ayuno debilita nuestra
violencia, nos desarma, y constituye una importante ocasión para crecer.
Por una parte, nos permite experimentar lo que sienten aquellos que carecen de
lo indispensable y conocen el aguijón del hambre; por otra, expresa la
condición de nuestro espíritu, hambriento de bondad y sediento de la vida de
Dios. El ayuno nos despierta, nos hace estar más atentos a Dios y al prójimo,
inflama nuestra voluntad de obedecer a Dios, que es el único que sacia nuestra
hambre”.
ACTUAR
El Papa concluye con esta exhortación, que comparto con ustedes: “Querría que mi voz traspasara las fronteras de la
Iglesia Católica, para que llegara a todos ustedes, hombres y mujeres de buena
voluntad, dispuestos a escuchar a Dios. Si se sienten afligidos como nosotros,
porque en el mundo se extiende la iniquidad, si les preocupa la frialdad que
paraliza el corazón y las obras, si ven que se debilita el sentido de una misma
humanidad, únanse a nosotros para invocar juntos a Dios, para ayunar juntos y entregar
juntos lo que podamos como ayuda para nuestros hermanos. Invito especialmente a los miembros de la
Iglesia a emprender con celo el camino de la Cuaresma, sostenidos por la
limosna, el ayuno y la oración. Si en muchos corazones a veces da la impresión
de que la caridad se ha apagado, en el corazón de Dios no se apaga. Él siempre
nos da una nueva oportunidad para que podamos empezar a amar de nuevo”.
¿Quieres que México cambie, que tu ciudad o tu
pueblo cambien, que tu familia cambie? Haz oración,
para que Dios entre en tu vida; ayuna, para que domines tus pasiones; da
limosna, para que hagas cambiar la vida de personas concretas.
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