sábado, 2 de febrero de 2019

UNA ESTREMECEDORA HISTORIA DE MARTIRIO Y FE EN EL DÍA DE LA CANDELARIA


En Londres, el 2 de febrero de 1601, día de la Fiesta de la Presentación del Señor o Candelaria, un grupo de católicos que se negaron a asistir a los servicios de la Iglesia de Inglaterra (culto oficial del Estado), se reunieron en una casa de huéspedes para celebrar y asistir a la Santa Misa, lo cual era considerado un crimen.
En ese entonces el sacerdote católico, P. Juan Gerard, dispuso una casa segura y colocó a una viuda, Anne Line, a cargo de la administración del lugar.
El sacerdote, cuya autobiografía describe su encarcelamiento, tortura y posterior huida de la Torre de Londres –que en ese tiempo hacía de prisión–, confió en Anne porque era "una mujer de mucha prudencia y buen sentido", y necesitaba el refugio de la casa tanto como los sacerdotes que se quedaban allí.
Anne Line, su hermano y su esposo, habían sido desheredados por sus padres cuando se convirtieron al catolicismo. Tiempo después su esposo Roger y su hermano William fueron arrestados y desterrados por asistir a Misa.
Mientras Roger estaba en el territorio de los Países Bajos Españoles recibió un estipendio del rey Felipe II, luego envió parte de ese dinero a casa de Anne. Cuando Roger murió, esa fuente de ingresos se terminó y Anne quedó sola, desamparada y padeciendo una enfermedad crónica.
Anne tuvo que salir de la casa segura que el P. Gerard había alquilado porque las autoridades todavía lo buscaban, luego de su increíble escape de la Torre en 1597. Sospechaban que había alguna conexión entre el sacerdote fugitivo y la viuda.
Sin embargo, ella todavía estaba protegiendo a los sacerdotes en las nuevas habitaciones que consiguió después, y el 2 de febrero, los vecinos notaron la presencia de un gran grupo de personas y notificaron a las autoridades.
El altar y los ornamentos para la Misa estaban listos y el jesuita P. Francis Page fue investido para comenzar la procesión y bendición de velas; sin embargo, en ese momento los perseguidores llegaron a la puerta para registrar las habitaciones.
El sacerdote tuvo que quitarse las vestiduras para no ser arrestado y evitar la muerte; pero las autoridades vieron el altar y arrestaron a Anne Line por sospecha de ayudar a algún presbítero, ya que era su residencia.
Anne Line fue detenida en la prisión de Newgate y se debilitó tanto durante su encarcelamiento que tuvo que ser llevada en una silla al juicio.
Las autoridades no tenían ninguna evidencia de que Anne Line había ayudado a un sacerdote, pues ningún presbítero fue arrestado durante el allanamiento. A pesar de todo, el tribunal la declaró culpable el 26 de febrero.
Sin embargo, después del veredicto la viuda proclamó que solo lamentaba no haber ayudado a más sacerdotes a escapar.
Anne Line fue ahorcada en Tyburn al día siguiente con dos sacerdotes, uno de los cuales había sido su confesor: el P. Roger Filcock.
Antes de ser ejecutada, la mujer repitió la declaración que había dado en su juicio: "¡Me condenan a morir por albergar a un sacerdote católico, y estoy muy lejos de arrepentirme de haberlo hecho, hubiera deseado, con toda mi alma, haber hospedado a mil!".
El P. Filcock, que aún colgaba de la horca proclamó: “Oh bendita señora Line, que ahora ha recibido su recompensa, has estado delante de nosotros, pero nosotros te seguiremos rápidamente a la bienaventuranza, si es del agrado del Todopoderoso”.
Antes de morir el P. Filcock rezó junto al P. Mark Barkworth, quien luego fue ahorcado y descuartizado.
Por su parte, el P. Francis Page, que había escapado el día de la fiesta de la Presentación del Señor, fue ejecutado por el delito de “ser sacerdote” el 20 de abril de 1602.
Santa Anne Line fue canonizada entre los 40 mártires de Inglaterra y Gales en 1970 por el Papa Pablo VI.
El P. Mark Barkworth y el P. Francis Page fueron beatificados entre un gran grupo de mártires en 1929 por el Papa Pío XI, mientras que el P. Roger Filcock fue beatificado entre los 85 Mártires de Inglaterra y Gales por el Papa Juan Pablo II en 1987.
Traducido y adaptado por Diego López Marina. Publicado originalmente en National Catholic Register.
Redacción ACI Prensa

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