Debemos tener un
gran amor hacia la Iglesia y sus ministros, que Jesús nos ha dejado.
Por: P. Paulo Dierckx y P. Miguel Jordá | Fuente: Para dar razón de nuestra Esperanza, sepa defender su Fe.
El otro día alguien me dijo que «los
sacerdotes mataron a Jesús», y lo confirmó con un texto bíblico en la
mano: Mt. 27, 1
Leyendo esta cita fuera de contexto me imagino que efectivamente habrá
gente sencilla que piensa que realmente fueron los sacerdotes de la Iglesia
Católica quienes mataron a Jesús. ¡Tal vez por eso
algunos evangélicos miran tan mal a los sacerdotes porque están convencidos de
que ellos mataron a Jesús!
Perdono a los que así piensan acerca de los ministros de la Iglesia
Católica, pero no confío en su juicio en esta materia.
En esta carta quiero contestar a los que piensan así y aclararles lo que
dice la Iglesia Católica de los sacerdotes. Les hablaré con amor pero con un
amor que busca la verdad, pues solamente «la verdad
nos hará libres» (Jn. 8, 32).
EL CONTEXTO BÍBLICO
Debemos leer bien la Biblia y no quedar aferrados a un solo texto aislado. Con una sola cita bíblica fuera de contexto podemos condenar a medio mundo y al mismo tiempo faltar al mandamiento más importante de Dios: el amor. ¿Acaso no dijo el apóstol que la letra mata y el espíritu vivifica? (2 Cor. 3, 6).
¿QUIÉNES MATARON A CRISTO?
Debemos tener una gran confianza en la Iglesia de Cristo y en sus ministros, guiados por el Espíritu Santo. Jesús dijo a sus discípulos en la noche antes de morir: El Espíritu Santo, que el Padre va a enviar en mi nombre para que les ayude y consuele, les enseñará todo, y les recordará todo lo que Yo les dije (Jn. 14, 26 y Jn. 16, 13).
¿QUÉ DECIR DE LOS QUE PIENSAN QUE SON LOS SACERDOTES CATÓLICOS LOS QUE MATARON A JESÚS?
Dice Mateo: "Cuando amaneció todos los jefes de los sacerdotes y los ancianos de los judíos se pusieron de acuerdo en un plan para matar a Jesús".
EL CONTEXTO BÍBLICO
Debemos leer bien la Biblia y no quedar aferrados a un solo texto aislado. Con una sola cita bíblica fuera de contexto podemos condenar a medio mundo y al mismo tiempo faltar al mandamiento más importante de Dios: el amor. ¿Acaso no dijo el apóstol que la letra mata y el espíritu vivifica? (2 Cor. 3, 6).
¿QUIÉNES MATARON A CRISTO?
Debemos tener una gran confianza en la Iglesia de Cristo y en sus ministros, guiados por el Espíritu Santo. Jesús dijo a sus discípulos en la noche antes de morir: El Espíritu Santo, que el Padre va a enviar en mi nombre para que les ayude y consuele, les enseñará todo, y les recordará todo lo que Yo les dije (Jn. 14, 26 y Jn. 16, 13).
¿QUÉ DECIR DE LOS QUE PIENSAN QUE SON LOS SACERDOTES CATÓLICOS LOS QUE MATARON A JESÚS?
Dice Mateo: "Cuando amaneció todos los jefes de los sacerdotes y los ancianos de los judíos se pusieron de acuerdo en un plan para matar a Jesús".
En el contexto bíblico nos damos cuenta de que el Evangelista Mateo se
refiere aquí a «los sacerdotes judíos» de aquel tiempo, es decir, a los
sacerdotes de la Antigua Alianza.
Es una monstruosidad decir ahora que fueron los sacerdotes de la Iglesia
Católica los que mataron a Jesús. Esta manera de leer la Biblia es una
manipulación descarada de un texto bíblico y no reviste ninguna seriedad. Es
simplemente una ignorancia atrevida y una forma muy sutil pero muy poco
cristiana de sembrar dudas y meter miedo en el corazón de la gente sencilla.
Creo que bastan estas pocas palabras para contestar a los que piensan
así. Aunque si bien lo meditamos, todos hemos puesto la mano en la crucifixión
de Cristo ya que murió por nuestros pecados.
¿QUERÍA SACERDOTES JESÚS?
Otros se ríen de los sacerdotes de la Iglesia Católica y dicen que «Jesús no quería sacerdotes».
¿QUERÍA SACERDOTES JESÚS?
Otros se ríen de los sacerdotes de la Iglesia Católica y dicen que «Jesús no quería sacerdotes».
Los católicos creemos:
- Que Jesucristo es el único y verdadero Sumo Sacerdote.
- Que todo el pueblo cristiano, por voluntad de Dios, es un pueblo
sacerdotal, y
- Que dentro de este pueblo sacerdotal algunos son llamados a
participar del sacerdocio llamado ministerial o pastoral.
Yo no invento esto. Es la comunidad de los creyentes, guiada por el
Espíritu Santo y meditando largamente la Palabra de Dios, la que ha llegado a
esta verdad acerca de Cristo, su Iglesia y sus ministros.
GUIADOS
POR ESTE MISMO ESPÍRITU, LEAMOS LA BIBLIA:
LOS SACERDOTES
JUDÍOS DE LA ANTIGUA ALIANZA
Leyendo bien las Sagradas Escrituras, nos damos cuenta de que Jesús
nunca se identificó con los sacerdotes de la Antigua Alianza. En su tiempo
había muchos sacerdotes judíos del rito antiguo. Todos ellos eran miembros de
la tribu de Leví y estaban encargados de los sacrificios de animales en el
templo. Estos sacrificios eran ofrecidos para la purificación de los pecados
del pueblo judío (Mc. 1, 44; Lc. 1, 5-9). Hasta José y María, cumpliendo con
este rito de purificación, ofrecieron una vez un par de palomas (Lc. 2, 24).
Pero este sacerdocio judío era incapaz de lograr la santificación
definitiva del pueblo (Hebr. 5, 3; 7, 27; 10, 1-4). Era un sacerdocio
imperfecto y siempre sellado con el pecado. Jesús, el Hijo de Dios, el hombre
perfecto, nunca se atribuyó para sí este título de sacerdote judío.
¿PARTICIPAMOS DEL SACERDOCIO DE CRISTO?
¿PARTICIPAMOS DEL SACERDOCIO DE CRISTO?
¿Es verdad que la Iglesia primitiva proclamó
después a Jesucristo como el único y verdadero Sumo Sacerdote? ¿Participamos
nosotros del sacerdocio de Cristo?
Así es efectivamente. Aunque durante su vida Jesús nunca usó el título
de sacerdote, la Iglesia primitiva proclamó que «Jesús
es el Hijo de Dios y es nuestro gran Sumo Sacerdote» (Hebr. 4, 14).
Escribe el sagrado escritor de la carta a los Hebreos, como cuarenta años después de la muerte y Resurrección de Jesucristo: Jesús se ofreció a lo largo de su vida al Padre y a los hombres, con una fidelidad hasta la muerte en la cruz, dio su vida como el gran sacrificio de una vez por todas, y su sacrificio ha sido absoluto. El verdadero sacerdote para toda la humanidad es Jesús el Hijo de Dios y ahora no hay más sacrificio que el suyo, que empieza en la cruz y termina en la gloria del cielo. Jesús es el único Sumo Sacerdote, el único Mediador delante del Padre y así El terminó definitivamente con el antiguo sacerdocio.
Escribe el sagrado escritor de la carta a los Hebreos, como cuarenta años después de la muerte y Resurrección de Jesucristo: Jesús se ofreció a lo largo de su vida al Padre y a los hombres, con una fidelidad hasta la muerte en la cruz, dio su vida como el gran sacrificio de una vez por todas, y su sacrificio ha sido absoluto. El verdadero sacerdote para toda la humanidad es Jesús el Hijo de Dios y ahora no hay más sacrificio que el suyo, que empieza en la cruz y termina en la gloria del cielo. Jesús es el único Sumo Sacerdote, el único Mediador delante del Padre y así El terminó definitivamente con el antiguo sacerdocio.
"Cristo ha entrado en el Lugar Santísimo, no
ya para ofrecer la sangre de cabritos y becerros, sino su propia sangre; y así
ha entrado una sola vez para siempre y nos ha conseguido la salvación
eterna" (Hebr. 9,
12).
Lea también: Hebr. 7, 22-28; 9, 11-12; 10, 12-14
¿SOMOS UN PUEBLO
SACERDOTAL?
¿Es verdad que el apóstol Pedro dice que nosotros
los creyentes somos un pueblo sacerdotal? Sí, Dios, en su gran amor hacia los hombres, quiso que todos los
creyentes-bautizados participaran como miembros del Cuerpo de Cristo, del único
sacerdocio de Cristo: «Ustedes también, como
piedras que tienen vida, dejen que Dios los use en la construcción de un templo
espiritual, y en la formación de una comunidad sacerdotal santa, para ofrecer
sacrificios espirituales, gratos a Dios por mediación de Cristo» (1 Pedr.
2, 5) «Ustedes son una raza escogida, una nación santa, un pueblo que
pertenece a Dios» (1 Pedr. 2, 9).
Así, hermanos, por la fe y por el bautismo Dios nos integra en un pueblo sacerdotal. Y como pueblo de sacerdotes, tenemos la vocación de ofrecer nuestras personas, nuestras vidas «como hostia viva» (Rom. 12, 1). En todo lo que hacemos con amor, en nuestra familia, en nuestro pueblo, en nuestros trabajos, siempre ejercemos este sacerdocio.
Así, hermanos, por la fe y por el bautismo Dios nos integra en un pueblo sacerdotal. Y como pueblo de sacerdotes, tenemos la vocación de ofrecer nuestras personas, nuestras vidas «como hostia viva» (Rom. 12, 1). En todo lo que hacemos con amor, en nuestra familia, en nuestro pueblo, en nuestros trabajos, siempre ejercemos este sacerdocio.
¿QUERÍA JESÚS TENER
MINISTROS PARA SU PUEBLO?
Así es. No es la Iglesia la que inventó el ministerio apostólico sino el
mismo Jesús. El llamó a los Doce apóstoles (Mc. 3, 13-15) y les encargó ser sus
representantes autorizados: «Quien los recibe a ustedes, a mí me recibe.» (Lc. 10, 16).
La misión de los apóstoles fue encomendada con estas palabras: «Les aseguro: todo lo que aten en la tierra, será
atado en el cielo, y todo lo que desaten en la tierra, será desatado en el
cielo» (Mt. 18, 18). Este «atar» y
«desatar» significa claramente la autoridad
de gobernar una comunidad y aclarar problemas en el Pueblo de Dios. En la
última Cena, Jesús dio a sus apóstoles este mandato: «Haced
esto en memoria mía» (Lc. 22, 19). Es eso lo que celebra la Iglesia
en la Eucaristía.
Y en una de sus apariciones, Jesús sopló sobre sus discípulos y dijo: «A quienes les perdonen los pecados, les quedarán
perdonados» (Jn. 20, 23).
Dirigir, enseñar y administrar los signos del Señor, he aquí el origen
del ministerio apostólico. Poco a poco la comunidad cristiana va aplicando y
evolucionando en este servicio apostólico según la situación de cada comunidad.
¿QUÉ REPRESENTAN LOS
OBISPOS Y PRESBÍTEROS EN UNA COMUNIDAD?
En las cartas apostólicas del Nuevo Testamento, los ministros de la
comunidad cristiana reciben el título de «obispos y
presbíteros» (Hech. 11, 30; Tit. 1, 5 etc.).
La palabra obispo viene
del griego y en castellano significa «el encargado de la Iglesia»; la
palabra presbítero significa en
castellano «el anciano». Los obispos y los presbíteros son así los
encargados de la comunidad de los creyentes. Ellos tienen la función de servir
en el nombre de Cristo al Pueblo de Dios. Estos nombres de «obispo y presbítero» van a evolucionar hacia la
función del sacerdocio ministerial. Aunque los apóstoles todavía no hablaron de
sacerdocio ministerial, ya estaba esta idea en germen en la Iglesia Primitiva.
Es el Espíritu Santo el que hizo ver, poco a poco, que los obispos y
presbíteros representaban al Señor, al Único Sumo sacerdote, por el ministerio
que ejercían. «No nos proclamamos a nosotros
mismos, sino a Cristo Jesús, Señor y a nosotros como servidores suyos, por amor
a Jesús» (2 Cor. 4, 5-7).
El apóstol Pablo en su carta a los filipenses ya usa ciertos términos
para expresar su sacerdocio apostólico: «Y
aunque deba dar mi sangre y sacrificarme para celebrar mejor la fe de ustedes,
me siento feliz y con todos ustedes me alegro» (Fil. 2, 17: «Bien sabe
Dios a quién doy culto con toda mi alma proclamando la buena noticia de su Hijo»
(Rom. 1, 9).
En estos textos hay indicaciones que la liturgia de la Palabra y la
entrega de la vida del apóstol ya es una función sacerdotal: «En todo, los ministros del pueblo deben ser no como los
grandes y los reyes, sino servidores como Jesús: como el que sirve» (Lc.
22, 27).
¿CÓMO SE TRANSMITE
ESTE SACERDOCIO?
Este ministerio apostólico se transmite con la imposición de manos.
Escribe el apóstol Pablo a su amigo Timoteo: «Te
recomiendo que avives el fuego de Dios que está en ti por imposición de mis
manos» (2 Tim. 1, 6; 1 Tim. 4, 14).
Este gesto de imposición transmite un poder divino para una misión
especial.
El apóstol Pablo recibió la imposición de manos de parte de los
apóstoles (Hch. 13, 3). Pablo a su vez impuso las manos a Timoteo (2 Tim. 1, 6;
1 Tim. 4, 14) y Timoteo repitió este gesto sobre los que escogió para el
ministerio (1 Tim 5, 22).
Así, la Iglesia Católica, desde los apóstoles hasta ahora, sigue sin
interrupción imponiendo las manos y comunicando de uno a otro los dones del
ministerio sacerdotal.
Esta sucesión apostólica tan sólo se ha perpetuado en la Iglesia
Católica durante 20 siglos hasta llegar a los ministros actuales. Ninguna otra
iglesia puede decir esto, solamente la Iglesia Católica.
De esta la forma los pastores de la Iglesia participan del único sacerdocio de Cristo.
CONCLUSIÓN
Tal vez es un poco difícil todo lo que les he hablado. Pero debemos en
la oración pedir que el Espíritu Santo nos ilumine. Además debemos tener un
gran amor hacia la Iglesia y sus ministros, que Jesús nos ha dejado.
Para terminar quiero resumir las ideas más
importantes de esta carta:
- Jesús quería tener ministros (servidores) para su pueblo
sacerdotal.
- Los apóstoles transmitieron este ministerio apostólico siempre con
la imposición de manos.
- Aunque los sagrados escritores nunca usaron el nombre de
«sacerdotes» para indicar a los ministros, ya está en germen en el N. T.
hablar de un sacerdocio apostólico como un servicio al pueblo sacerdotal.
En este sentido es que la Iglesia Católica, ya desde el año cien hasta
ahora, llama a los ministros de la comunidad (presbíteros y obispos) como sus
pastores y sacerdotes.
Por supuesto que este sacerdocio pastoral participa del único sacerdocio
de Cristo y no tiene nada que ver con los sacerdotes del Antiguo Testamento.
Nosotros, los sacerdotes de la nueva alianza, por una especial vocación divina
somos los ministros de Cristo y dispensadores de los misterios de Dios (1 Cor.
4, 1).
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