lunes, 11 de febrero de 2019

EL DIOS AL QUE ADORAN JUDÍOS, CRISTIANOS, MUSULMANES Y OTROS


HACE POCOS DÍAS, EL PAPA FRANCISCO FIRMÓ UN DOCUMENTO CON EL IMAM AL-AZHAR EN EL QUE SE DICE: El pluralismo y la diversidad de religión, color, sexo, raza y lengua son expresión de una sabia voluntad divina, con la que Dios creó a los seres humanos.

Como esta expresión puede provocar preguntas en algunas almas, voy a decir unas palabras. El cristianismo sostiene que el Padre envió al Hijo al mundo para, entre otras cosas, fundar la Santa Iglesia Católica que es la única verdadera.

Ahora bien, como ya dije en este blog, haría mal el católico que en las otras confesiones protestantes solo viera un mal. Cierto que la división es un mal. Pero esas confesiones, en sí mismas, son un bien. Por supuesto que algunas confesiones cristianas pueden corromper tanto el mensaje que sean un mal.

En el hecho de que esas confesiones son un bien, podemos ver la razón por la que Dios ha permitido su pervivencia. Cuando una confesión cristiana se corrompe totalmente pronto desaparecerá.

El mismo criterio, mutatis mutandis, se puede aplicar a las religiones. Por supuesto que hay religiones en las que el mensaje de adoración a un Dios Único se ha corrompido, y la adoración se ha transformado en superstición. Pero otras religiones sí que adoran a Dios, contienen muchos elementos de verdad y se conforman como instrumentos que ayudan a los hombres a encontrar a Dios.

Si se equivoca el católico que en las demás confesiones cristianas solo ve mal, también se equivoca el cristiano que solo ve mal en todas las demás religiones.

Nosotros los católicos predicamos la Palabra de Dios para que todos los hombres crean el mensaje de Jesús y entren en el rebaño que Él fundó. Pero, al mismo tiempo, observamos que nuestro Padre Celestial ha querido permitir la pervivencia durante siglos de religiones que tienen muchas cosas buenas.

No olvidemos que Melquisedec fue sacerdote del Dios verdadero, y no era ni judío ni cristiano. Debió ser un hombre con fama de santidad, porque Abraham (que ejercía funciones sacerdotales en su clan) le pagó el diezmo.

P. FORTEA

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