Amigos cristianos y santos conversos
devolvieron la fe plena a Henar Zamora.
Henar Zamora, profesora universitaria de clásicas,
se alejó primero de la oración y sacramentos... y después, por mala filología,
de la Iglesia
Henar
Zamora, profesora de Filología Clásica en la Universidad de Valladolid, se ha
sentido muy cercana a la experiencia de San
Agustín, aquel joven intelectual del siglo IV que había despreciado la fe
cristiana de su madre para adentrarse en los esoterismos de la secta
maniquea. También Henar se alejó de la Iglesia, convencida de que no podía
transmitir la verdad, y se hundió en el pensamiento Nueva Era. Pero leyendo a San Agustín describir lo absurdo de
haber sido maniqueo, se planteó: "¿y si a mí
me ha pasado lo mismo?"
Henar ha
contado su testimonio a Nati Fernández y se ha publicado en la web del arzobispado
de Valladolid. Allí explica que recibió bastante formación cristiana en su
infancia y juventud.
INFANCIA
Y JUVENTUD CON FE
"Tuve el regalo de nacer en una familia cristiana católica, con
unos padres creyentes sinceros y practicantes; mi madre, que era una maestra muy vocacional, desde pequeños nos inculcó
respeto por la Iglesia y amor a Cristo y a la Virgen. Nos enseñó a
rezar, historia sagrada y nos daba catequesis “doméstica” con la que
complementábamos la que recibíamos en la parroquia para la preparación de
nuestra Primera Comunión y la Confirmación".
"Después estudié en un colegio religioso, las Jesuitinas de
Valladolid, que no solo contribuyeron a fortalecer mi formación en la fe
católica, sino que a una de ellas, la madre Ángeles, le debo la vocación a la
Filología Clásica y una profunda huella por su ejemplo de entereza y esperanza
en medio de la enfermedad".
De
adolescente se relacionó con un grupo de sacerdotes jóvenes claretianos en su
parroquia del Sagrado Corazón de María. En la Universidad conoció a su esposo en unos grupos de
jóvenes cristianos que organizaba el sacerdote y catedrático Jaime Brufau Prats.
Él les casó. Han tenido cuatro hijos y dos nietos.
BUSCABAN
ALGO "MÁS PROFUNDO"... PERO NO SABÍAN QUÉ
"El problema comenzó durante nuestro noviazgo, ya que, a pesar de
que nos embarcamos en la búsqueda de una vida más profunda –sentíamos que había mucha superficialidad en
lo que la sociedad nos ofertaba-, tampoco teníamos muy claro lo que
queríamos, y la seducción de una libertad mal entendida, que era lo que se
abanderaba en el ambiente a finales de los setenta, nos fue presentando la
pertenencia a la Iglesia como una limitación; y, por supuesto, quienes se
mostraban como ejemplo evidente de ello eran aquellos de los que en secreta
denuncia se decía: “mira, son del Opus Dei”; y a los que nosotros,
efectivamente, mirábamos con compasión,
porque no gozaban de la gran “libertad” de la que nosotros
disfrutábamos".
Henar y
su esposo llegaron a la idea de que lo "sincero" era hacer las cosas de fe solo
cuando "lo sintiéramos" de verdad. Ir a misa y rezar por inercia no les
parecía "sincero" (aunque creían
en Dios)... así que dejaron de rezar e
ir a misa. Por supuesto, dejaron de confesarse, porque era cosa "de otros tiempos".
UN
SACERDOTE FILÓLOGO LES QUITA LA FE EN LA IGLESIA
Desconectada
de la misa, la confesión y la oración, a Henar, profesora de clásicas, sólo le
quedaba la curiosidad intelectual. Se apuntó a unas conferencias sobre el Nuevo
Testamento, impartidas por un sacerdote
catedrático de filología neotestamentaria. Y fue por ellas que perdió
toda confianza en la Iglesia.
"El ponente, con un discurso constante de reprobación y crítica
negativa a la tradición de la Iglesia, a la doctrina, a la jerarquía, basando
lo que afirmaba en que todo habían sido interpretaciones erróneas de los textos
originales griegos, los cuales mostraba manejar con amplio conocimiento y
soltura, me iba convenciendo en cada
sesión de que lo que hasta ahora había aprendido en mi familia, en el colegio o
en la parroquia había sido todo doctrina errónea, transmitida por
personas sin ninguna capacidad crítica, que ahora era desenmascarada gracias al
estudio filológico de buenos especialistas como el que me estaba abriendo
los ojos”, lamenta
hoy Henar.
"Pasé a tener por principal tema de conversación con mi esposo “el
engaño” en el que habíamos estado hasta ahora, y esto inevitablemente
conllevaba cierto resentimiento hacia
quienes se habían encargado de nuestra formación. La Iglesia católica pasó a
ser sospechosa, y nuestro alejamiento de ella quedaba justificado desde
las altas instancias de la ciencia filológica".
LA
NEW AGE LES VENDÍA "POTENCIAL SIN LÍMITES"
Después se apuntó a un curso de "control mental". "Comencé a asistir sin mucho interés, pero pronto
penetraron en mi mente y en mi corazón, con toda su potencia engañosa, aquellas
palabras sobre el potencial que tenemos
dentro y sus posibilidades para curarnos, para no enfermar y para conseguir,
sin límites, lo que deseamos para nosotros y nuestros seres queridos.
Puedo decir que ese fue el momento en el que, sin ser consciente de ello,
quedaba atrapada por la red sutil de la llamada Nueva Era".
"No cabe duda de que yo era Eva tomando los frutos del Árbol
Prohibido y ofreciéndolos a su esposo. En efecto, acabábamos de descubrir que podíamos ser como Dios y que la Iglesia
siempre había querido ocultar esta capacidad para que el hombre no la
descubriera y poder perpetuar el dominio sobre él".
VIEJOS
AMIGOS EN LA TIERRA, NUEVOS AMIGOS EN EL CIELO
Lo que
devolvió a Henar a la Iglesia fue una
combinación de conocer santos, nuevos "amigos
en el Cielo", y de
mantener un trato, y profundizar, con viejos amigos cristianos en la tierra.
Los nuevos
amigos no eran sólo santos: eran intelectuales conversos. San Agustín, un abogado y filósofo del
siglo IV. Y Edith Stein, que pasó de
ser filósofa agnóstica a santa carmelita del siglo XX.
"Empezó a atraerme la lectura de la vida de algún santo; las Confesiones
de San Agustín frecuentaban mi mesa de trabajo y leía todos los días algunas
hojas. Recuerdo con especial fuerza el momento en que el santo describe lo absurdo de haber aceptado el maniqueísmo frente a la
verdad evangélica. Por unos momentos cerré el libro y sentí de forma muy
inquietante la pregunta de si a mí no me estaría pasando como a él", recuerda.
"La lectura de la biografía de Edith Stein, Santa Teresa Benedicta de la Cruz, que no sé por qué compré sin
dudarlo al verla casualmente en un escaparate, fue también un aldabonazo para
empezar a salir de la confusión espiritual en la que estaba. Esta filósofa judía agnóstica que se convierte al
catolicismo tras leer toda una noche el Libro de la Vida de Santa
Teresa, es un referente que me acompaña desde entonces".
Además,
en octubre o noviembre de 2012, empezó a escuchar Radio María. Al principio lo hacía a escondidas, a las 8
de la mañana. Era el momento en que el
obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, explicaba el catecismo. "Me quedé gratamente interesada por lo que allí se
decía, de manera que poco a poco la fuimos escuchando todos los de casa, ya sin
cerrar las ventanas con precaución".
EL
EJEMPLO DE LOS AMIGOS CRISTIANOS
En verano
de 2013 compartieron "una cena íntima y
preciosa" con un matrimonio amigo, Manolo y Sonsoles. "La conversación se mantuvo durante varias horas y
todo giró en torno a la necesidad que mi esposo y yo sentíamos de volver a la Iglesia,
de vivir la fe como ellos".
Poco
después, por casualidad, coincidió con otra
amiga que llevaba años sin ver, Felisa, médico de familia valiente y coherente,
del Opus Dei. "Me impactó por ser un
testimonio de vida cristiana".
Desde ese
verano de 2013, la sed de Dios se desbordó en Henar. "Solo deseaba formarme, oír hablar de Cristo,
de la Virgen, de la Iglesia, para poder amarlos incondicionalmente con
fundamento y purificarme y protegerme (a mí y a mi familia) de tantas
desviaciones y falsedades que había admitido y que continúan en el ambiente de
nuestra sociedad".
En 2015
entró como supernumeraria en el Opus Dei. "¿Qué
dirían de mí en la Facultad?", pensó antes de hacerlo. Pero hoy
dice: "estoy en el sitio en que debo estar y
siento una gran paz, alegría y gratitud por ello".
P.J.G./ReL
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