DAVIDE BARBIERI ESTÁ AHORA CASADO, TIENE
6 HIJOS Y EVANGELIZA A MULTITUD DE JÓVENES.
Davide
Barbieri era un
despojo para el mundo, una persona que no debe ser vista. Traficante de drogas,
ladrón y finalmente también adicto a la heroína nadie creía en él hasta que una
persona mayor le encontró viviendo en la calle y le dijo que había alguien que
le quería. Años después Davide pudo
salir de este mundo gracias a un potente encuentro con Dios, se casó, es padre
de seis hijos, y es él ahora el que ayuda a los jóvenes a salir de la
adicción utilizando a Cristo como la mejor medicina posible.
Este
italiano nacido en un pequeño pueblo cercano a Turín recuerda no haber tenido
una infancia feliz. “Mis
padres no estaban muy unidos. Mi padre apoyaba al Partido Comunista y mi madre
sufrió una depresión crónica toda su vida”, afirma
en una entrevista en el programa Cambio de Agujas de Euk Mamie.
LAS
"HERIDAS PROFUNDAS" DE SU INFANCIA
Todo lo
que llegaría después en su vida se fue sembrando en su infancia y adolescencia.
Creció en una familia en la que el amor no existía, es más, define aquellos
años como un “reino del terror” pues su
padre les pegaba creyendo que así había que hacer las cosas. Mientras tanto, su madre debido a su enfermedad mental unas
veces actuaba como católica, otras se sentía budista o incluso no creía en
nada. “En casa había mucha confusión”, señala,
y esto fue provocando “heridas muy profundas” en
su interior.
En aquel
tiempo fueron los salesianos los que frenaron lo que más adelante se desataría.
Él y su hermano pasaban las tardes en el oratorio. Allí jugaban al fútbol. “Esa parroquia fue mi familia,
y esa gente buena nos cuidaba. Eran personas
llenas de amor y de alegría. Y esto no lo recibía en casa”.
Sin
embargo, esa falta de amor en casa estalló en forma de rebeldía. Davide empezó
a robar dinero a su madre y a los 12 años
sus compañeros del equipo de fútbol le introdujeron en el tabaco, el alcohol y
la marihuana. Muy rápidamente empezó a abusar de estas sustancias “para matar el dolor que llevaba dentro de mí”.
EL
SALTO AL VACÍO
Pero el
salto definitivo al vacío lo dio a los 14 años cuando empezó a consumir heroína. Era su respuesta a su sufrimiento
interno. Esta destructiva droga sería su compañera inseparable durante los
siguientes 11 años.
A partir
de ese instante, la droga fue su “dios”. Siguiendo
a aquellos que le metieron en este mundo de muerte se convirtió en un criminal
internacional. “Viví en Holanda, en Francia, en
España y traficaba con drogas de
Holanda a Italia, robaba bancos y a la gente por la calle. Pienso que
todo el rencor que guardaba dentro salió. No temía la muerte. Pensaba que nadie
podía hacerme daño porque ya había sido dañado en casa. Esta máscara me iba
perfectamente bien y me hice un profesional de ello”, relata Davide.
Inmerso
en una oscuridad total intentó
suicidarse hasta en cinco ocasiones. Sin alegría y sin ningún deseo por
vivir la heroína estaba acabando con él. Pesaba 40 kilos, estaba enfermo del
hígado, sólo le funcionaba un riñón y las venas las tenía destrozadas de los
pinchazos.
DE
TRAFICANTE A VAGABUNDO CONSUMIDO POR LA DROGA
Así fue
como este hombre acabó en la calle como
vagabundo, durmiendo entre cartones en la estación de tren de Turín. Pero
entonces apareció un ‘ángel’ en su vida llamado Peter.
Cada
lunes por la noche, este hombre mayor iba a la estación a dar té caliente y un
bocadillo a las personas sin hogar. Allí conoció a Davide. “¿Cómo estás, hijo mío?”, le preguntó. “Nunca
había escuchado palabras así antes. Peter fue un salvavidas, era Jesús para mí,
fue mi primer encuentro con Jesús”, recuerda de aquel momento.
Y al volver
otro día este buen samaritano le dijo: “’Si algún día te despiertas y estás harto de esta vida hay un sitio que
te espera’. Y me dio una tarjeta de la Comunidad del Cenáculo”.
"NO
QUIERO MORIR EN LA CALLE"
Ese día
llegó. Se despertó la mañana del 16 de agosto de 1996. Se pinchó y en un tren
fue a casa de sus padres cinco años después de que hubieran tenido la última
noticia suya. “No quiero
morir en la calle”, le dijo a su
madre destrozado cuando ésta abrió la puerta. Pero para poder flanquear la
entrada su madre le hizo que prometiera que iría a la comunidad del Cenáculo.
Él accedió.
Cinco
días después, el 21 de agosto, entraba en esta comunidad católica que ayuda a
personas con adicciones. Allí estaba Peter, su ángel. Davide pasó cinco años en
esta casa y salió siendo una persona completamente nueva. Había literalmente
resucitado.
UNA
NUEVA VIDA GRACIAS A DIOS
“Me enamoré de Jesús en cuanto entré por la puerta. Supe que estaba en casa”, cuenta. Aunque no todo fue fácil, pues tuvo que
luchar duramente contra la adicción y las tentaciones del demonio.
De hecho,
la Adoración era algo que le costaba
entender y que calificaba como sectario. Además, un sacerdote cada noche
le despertaba a las dos de la madrugada para que fuera a la capilla ante el
Sagrario. Davide no quería y cuando al fin iba intentaba molestar a los demás.
Insistiendo
a este sacerdote por qué le despertaba a esas horas la respuesta fue la
siguiente: “Jesús me lo
mandó, te quiere ahí a esa hora, es la hora de la misericordia”.
ENGANCHADO,
PERO AL SANTÍSIMO
Davide
sorprendido por esta contestación cerró los ojos y dijo entonces para sí mismo:
“Jesús, enséñame, ¿eres
real o no? Las lágrimas cayeron de mis
mejillas, pero no eran de tristeza sino de alegría".
En los
siguientes seis meses todas las noches se levantaba y Dios le mostró cada
momento en su vida en la que había estado presente y él no le había visto. En los años en los que estuvo en la comunidad
nunca más faltó a su cita con el Sagrario a las 2 de la madrugada.
UNA
VIDA ENTREGADA AL PRÓJIMO
Siendo
literalmente un hombre bueno dejó la comunidad en 2001 y entonces abrió ayudó a abrir una casa de la comunidad en Irlanda.
Allí Dios tenía reservado un gran regalo para él. En este país conoció a su
esposa, con la que hoy tiene seis hijos. “Somos personas sencillas, pero amamos a Dios muchísimo”, afirma.
Destaca
ese amor de su esposa por un rechazado, un criminal como era y que le aceptó
como era. “Sabía
quien era y Dios nos bendijo con seis hijos. Me bendijo cuando estaba en
la estación de tren y cuando me rendí a su amor todo salió bien”.
Ahora,
Davide Barbieri es un laico activo y comprometido en Irlanda. Durante la visita
del Papa Francisco en 2018 a Irlanda su familia fue la encargada de saludar y recibir al Pontífice en el santuario mariano
de Knock.
Javier Lozano / ReL
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