Mitos y verdades
acerca del fin del mundo.
Por: Miguel
Pastorino | Fuente: De la red Iberoamericana para el Estudio de las Sectas
El cambio cultural en el que estamos inmersos afecta todas las
dimensiones de la vida humana, también la religiosa. Varios analistas advierten
que observar lo que sucede con la religión nos puede ayudar a comprender lo que
sucede con la sociedad en su conjunto. En todas las crisis culturales y
especialmente en cambios de siglo o de milenio, proliferan movimientos
milenaristas y apocalípticos con nuevas y viejas doctrinas acerca del fin del
mundo o de la inminente transformación del cosmos.
Desde los adventismos y movimientos apocalípticos de inspiración
cristiana, hasta los fundamentalistas de todas las tradiciones, las diversas
manifestaciones del gnosticismo en sus versiones optimistas y pesimistas, junto
a la diversidad de formas esotéricas que se reinventan en cada siglo, asistimos
a una reconfiguración de las creencias religiosas que presentan antiguas y
nuevas formas de comprender el final del universo.
¿Cuánto han influido estos movimientos en la
cultura contemporánea? Muchas de las creencias de estos grupos se nos presentan cotidianamente
en los medios de comunicación, conferencias y publicaciones pseudocientíficas.
PROFECÍAS
INCUMPLIDAS
En distintas situaciones de crisis sociocultural y específicamente en
cambios de siglo o milenio, aparecen siempre toda clase de profecías que fechan
el inminente fin del mundo. Recientemente nos lo habían fechado para el 2012
con una ridícula interpretación del calendario Maya o con ilusos cálculos de
números bíblicos, como el caso de H. Camping. El año 2000 estuvo rodeado de
toda clase de profecías y todavía hoy muchos grupos de corte fundamentalista
utilizan la predicación de un inminente fin provocando en sus seguidores una
fidelidad mayor a los objetivos del grupo.
Ya en el siglo XIX los Adventistas predijeron el final para 1843 y luego
para 1844, les siguieron los Testigos de Jehová prediciendo el fin del mundo
para 1874, luego 1914, 1915, 1925, 1975 y así siguieron. En el siglo XX los
Niños de Dios lo predijeron para 1993, la Misión Rama para 1975 y para el año
2000, la Iglesia Universal de Dios para 1936, 1947, 1972 y 1975; la Orden del
Templo Solar para 1993 y 1994, Heaven’s Gate para 1997 y una interminable lista
para el 2000 y el 2012.
Algunos grupos de origen católico inspirados en apariciones marianas y
otras revelaciones privadas no aprobadas por la Iglesia, han fechado el fin o
al menos asustado a sus seguidores con la narración de horrores advertidos por
la Virgen para un tiempo no muy lejano.
Muchos de los grupos contactistas que presuponen el “contacto” con extraterrestres y revelaciones
desde otras Galaxias, como la Misión Rama o el “estigmatizado”
Giorgio Bongiovanni también dieron fechas y discursos de próximos
finales. El grupo norteamericano Uranius predijo que llegarían los
extraterrestres para el 2001, pero al año siguiente afirmaron que como no
estábamos preparados, prefirieron esperar unos años más.
El llamado “Estado Islámico” (ISIS)
también tiene un discurso de este tipo reforzado en una interpretación propia
de la doctrina islámica. Anuncian que están llegando las últimas batallas antes
del fin del mundo y la aparición del Mesías. De hecho uno de los fundadores de
ISIS, mientras era miembro de Al Qaeda, consideraba que el Mesías iba a
aparecer en el año 2006 y por eso había que fundar un califato para recibirle.
Por otra parte, a partir de un dicho del profeta Muhammad (un hadiz) anuncian
que un grupo elegido “aparecerá con banderas
negras” en Siria y estará próximo el fin.
Grupos de corte orientalista y New Age, como el MISA, movimiento de Yoga
esotérico fundado por el rumano Gregorian Bivolaru, afirman que cuanta más
gente practique meditación durante más tiempo, se podrá frenar el “apocalipsis” que se avecina. Los movimientos
gnósticos también han fijado fechas del fin del mundo, pero según sean optimistas
(paso a una Edad dorada) o pesimistas (llegada de una destrucción total de la
materia), varían sus profecías.
El clérigo Thomas Chase lo anunció para el 2007 basándose en la
numerología, la Biblia y la astrología. Para marzo de 2013 algunos grupos
afirmaron que se cumpliría la supuesta profecía de san Malaquías sobre el
último Papa en la Iglesia católica. El canal History Channel, en uno de sus
programas pseudocientíficos y de aire esotérico, afirmó que según la mitología
vikinga el fin del mundo sería para el año 2014.
Podríamos seguir con una incontable lista de intérpretes de Nostradamus
que también han visto el presente a la luz de la simbología encontrada en
cualquier texto que les sirva de excusa. Lo cierto es que todos los que se
pretenden apoyar en la Biblia olvidan que los mismos textos bíblicos advierten
que “nadie sabe el día ni la hora“, solo
Dios.
APOCALIPSIS Y
HARMAGEDÓN
El libro del Apocalipsis, al igual que otros textos de corte
apocalíptico incluidos en los evangelios, son rodeados de una atmósfera de
tensión y misterio. Muchos cristianos sienten miedo de leerlo y asocian la
palabra “apocalipsis” con desastres graves y
de amplio alcance, como sinónimo de “destrucción
masiva”.
Cuando se habla de peligros relacionados con armas de gran poder de
destrucción o de un posible asteroide que choque con nuestro planeta, se habla
de situaciones “apocalípticas”. Sin embargo
el término apocalipsis significa otra cosa. Es una palabra griega que significa
“desvelamiento”, “correr el velo”, “revelación”, comunicar
algo que hasta el momento era desconocido. Al mismo tiempo es un género
literario propio del judaísmo cuya finalidad es dar una interpretación
religiosa a los acontecimientos históricos desconcertantes o inexplicables,
especialmente cuando hay grandes injusticias, como las persecuciones romanas a
los cristianos.
Para interpretar estos textos adecuadamente hay que ubicar cualquier
símbolo en su contexto específico y conocer la teología del autor. El género
apocalíptico está cargado de símbolos extraños para nosotros: convulsiones cósmicas, seres fuera de lo normal, sueños y
visiones, números con significaciones especiales, etc. Pero todos estos
símbolos están al servicio de una lectura de la historia concreta a la luz de
la fe.
Los hechos no se narran en su detalle concreto, sino que se busca
expresar una lógica superior, un plan, una finalidad que da sentido a toda la
historia, de la cual Dios es Señor. La dialéctica constante entre el bien y el
mal no es de estilo maniqueo, como si fueran fuerzas del mismo poder, sino que
Dios sigue siendo siempre el dueño absoluto de la historia.
El “Harmagedón” (que se debe escribir
con H) significa el Monte Megidó, lugar de la llanura del Esdrelón en Galilea,
donde se libraron varias batallas importantes narradas en el Antiguo
Testamento. Pero el término ha sido utilizado por diversas sectas y grupos
religiosos como el lugar de una batalla final entre Cristo y el Anticristo o
entre Cristo y Satanás.
De aquí que tampoco es el “Harmagedón” un
episodio de destrucción, sino un lugar de grandes batallas para Israel. Pero
Testigos de Jehová, Adventistas, Mormones, La Iglesia de Dios Universal y los
mismos Rosacruces lo han anunciado para diversas fechas como sinónimo de la
Batalla Final.
¿QUÉ DICE LA BIBLIA
SOBRE EL FIN DEL MUNDO?
Los cristianos no sabemos cuándo será la consumación de la tierra y de
la humanidad ni la manera como se transformará el universo. La Biblia nunca
habla del “fin del mundo”, sino del “fin de los tiempos”, expresando que no acabará
del todo, sino que será transformado en un “cielo
nuevo y una tierra nueva” en Jesucristo.
“En cuanto al día y la hora, nadie lo sabe ni los
mismos ángeles del cielo, ni siquiera el Hijo de Dios. Solamente el Padre lo
sabe” (Mt. 24, 36
y Mc. 13, 32). Jesús no dio fecha ni horario para que podamos agendarlo. “A ustedes no les toca saber cuándo o en qué fecha el
Padre va a hacer las cosas que solamente Él tiene autoridad para hacer” (Hch.
1, 1-7).
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