El Papa Francisco y el Gran Imán de Al-Azhar, Ahmed
Muhammad Ahmed Al-Tayyib, institución de referencia del mundo musulmán suní con
sede en la ciudad de El Cairo, firmaron este lunes 4 de febrero una histórica
declaración conjunta en Abu Dhabi (Emiratos Árabes Unidos), en la que rechazan
toda violencia en nombre de la religión.
“Declaramos firmemente que las religiones no
incitan nunca a la guerra y no instan a sentimientos de odio, hostilidad,
extremismo, ni invitan a la violencia o al derramamiento de sangre”, defienden en la Declaración.
En esta Declaración firmada por los jefes de la Iglesia Católica y de
Al-Azhar en nombre de “los musulmanes de Oriente y
Occidente” y “los católicos de Oriente y
Occidente”, se rechaza la instrumentalización del sentimiento religioso
para lograr fines políticos sin importar las consecuencias.
Se afirma que las violencias en nombre de la religión “son fruto de la desviación de las enseñanzas religiosas,
del uso político de las religiones y también de las interpretaciones de grupos
religiosos que han abusado, en algunas fases de la historia, de la influencia
del sentimiento religioso en los corazones de los hombres para llevarlos a
realizar algo que no tiene nada que ver con la verdad de la religión, para
alcanzar fines políticos y económicos mundanos y miopes”.
Asimismo, se afirma que el terrorismo “no es
a causa de la religión, aun cuando los terroristas la utilizan, sino de las
interpretaciones equivocadas de los textos religiosos, políticas de hambre,
pobreza, injusticia, opresión, arrogancia”.
“Por esto es necesario interrumpir el apoyo a los
movimientos terroristas a través del suministro de dinero, armas, planes o
justificaciones y también la cobertura de los medios, y considerar esto como
crímenes internacionales que amenazan la seguridad y la paz mundiales. Tal
terrorismo debe ser condenado en todas sus formas y manifestaciones”.
En esta línea, se pide que “cese la
instrumentalización de las religiones para incitar al odio, a la violencia, al
extremismo o al fanatismo ciego y que se deje de usar el nombre de Dios para
justificar actos de homicidio, exilio, terrorismo y opresión.”
Por ello, ambas instituciones, Iglesia Católica y Al-Azhar, “declaran asumir la cultura del diálogo como camino; la
colaboración común como conducta; el conocimiento recíproco como método y
criterio”.
El Papa y el Gran Imán piden, por medio de esta Declaración, un
compromiso serio “para difundir la cultura de la
tolerancia, de la convivencia y de la paz; intervenir lo antes posible para
parar el derramamiento de sangre inocente y poner fin a las guerras, a los
conflictos, a la degradación ambiental y a la decadencia cultural y moral que
el mundo vive actualmente”.
Esta Declaración “cree firmemente que entre
las causas más importantes de la crisis del mundo moderno están una conciencia
humana anestesiada y un alejamiento de los valores religiosos, además del
predominio del individualismo y de las filosofías materialistas que divinizan
al hombre y ponen los valores mundanos y materiales en el lugar de los
principios supremos y trascendentes”.
Además, “se constata un deterioro de la
ética, que condiciona la acción internacional, y un debilitamiento de los
valores espirituales y del sentido de responsabilidad”.
Ello, según la Declaración, es la causa de dos fenómenos extremos como
consecuencia de la frustración, la soledad y la desesperación: “el extremismo ateo o agnóstico”, o “el fundamentalismo religioso”.
También piden “una distribución equitativa
de los recursos naturales, de los que se beneficia solo una minoría de ricos, en
detrimento de la mayoría de los pueblos de la tierra”. Esa injusticia
causa “gran número de enfermos, necesitados y
muertos”.
En este sentido, denuncian el “silencia
internacional inaceptable” con respecto “a
las crisis que llevan a la muerte a millones de niños, reducidos ya a
esqueletos humanos, a causa de la pobreza y del hambre”.
En este contexto, “es evidente que la
familia es esencial, como núcleo fundamental de la sociedad y de la humanidad,
para engendrar hijos, criarlos, educarlos, ofrecerles una moral sólida y la
protección familiar. Atacar la institución familiar, despreciándola o dudando
de la importancia de su rol, representa uno de los males más peligrosos de
nuestra época”.
“Declaramos también la importancia de reavivar el
sentido religioso y la necesidad de reanimarlo en los corazones de las nuevas
generaciones, a través de la educación sana y la adhesión a los valores morales
y a las enseñanzas religiosas adecuadas, para que se afronten las tendencias
individualistas, egoístas, conflictivas, el radicalismo y el extremismo ciego
en todas sus formas y manifestaciones”.
El Papa y el Gran Imán condenan también “todas
las prácticas que amenazan la vida como los genocidios, los actos terroristas,
las migraciones forzosas, el tráfico de órganos humanos, el aborto y la
eutanasia, y las políticas que sostienen todo esto”.
En la Declaración también se defiende la libertad como “un derecho de toda persona”, en concreto, “la libertad de credo, de pensamiento, de expresión y de
acción”, y recuerdan que “el pluralismo y la
diversidad de religión, color, sexo, raza y lengua son expresión de una sabia
voluntad divina”.
Se hace una defensa de la justicia basada en la misericordia como “camino para lograr una vida digna a la que todo ser
humano tiene derecho”.
Se promueve “el diálogo entre creyentes” y
“la protección de lugares de culto, templos, iglesias y mezquitas”, como “un deber garantizado por las religiones, los valores
humanos, las leyes y las convenciones internacionales”.
“Cualquier intento de atacar los lugares de culto o
amenazarlos con atentados, explosiones o demoliciones es una desviación de las
enseñanzas de las religiones, como también una clara violación del derecho
internacional”.
Se rechaza también el “uso discriminatorio
de la palabra minorías, que trae consigo las semillas de sentirse aislado e
inferior; prepara el terreno para la hostilidad y la discordia y quita los
logros y los derechos religiosos y civiles de algunos ciudadanos al
discriminarlos”.
Por el contrario, se defiende el concepto de ciudadanía basado “en la igualdad de derechos y deberes bajo cuya
protección todos disfrutan de la justicia”.
Asimismo, se hace una defensa del reconocimiento del “derecho de las mujeres a la educación, al trabajo y al
ejercicio de sus derechos políticos. Además, se debe trabajar para liberarla de
presiones históricas y sociales contrarias a los principios de la propia fe y
dignidad. También es necesario protegerla de la explotación sexual y tratarla
como una mercancía o un medio de placer o ganancia económica”.
Por esta razón, “deben detenerse todas las
prácticas inhumanas y las costumbres vulgares que humillan la dignidad de las
mujeres y trabajar para cambiar las leyes que impiden a las mujeres disfrutar
plenamente de sus derechos”.
Por último, se pide “la protección de los
derechos fundamentales de los niños a crecer en un entorno familiar, a la
alimentación, a la educación y al cuidado”, así como “la protección de los
derechos de los ancianos, de los débiles, los discapacitados y los oprimidos”.
Redacción ACI
Prensa
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