El reinado de Carlos III (1759-1788) ha sido uno de
los más decisivos períodos de la historia de España. Su reinado se caracterizó
por estar imbuido del espíritu de la “Ilustración”.
Se llevaron a cabo reformas de todo tipo, económicas, administrativas,
políticas, militares… Pero por desgracia también se llevó a cabo una política
que chocaba de frente con la mentalidad católica tan tradicional y
consubstancial a la historia y la naturaleza del pueblo español. Y esto es un
factor sobre el que no se suele insistir lo suficiente. Y cuando se hace, es
para alabar, incluso desde ámbitos católicos, acríticamente una época que marcó
el inicio histórico del descenso a los abismos morales en los que estamos en la
España de hoy. El historiador Rafael
María Molina nos acerca a su figura.
¿EL REINADO DE CARLOS III SUPUSO UNA RUPTURA CON LA
HISTORIA DE ESPAÑA EN EL ÁMBITO RELIGIOSO?
Así es. La época de Carlos III
marca un auténtico punto de inflexión o de ruptura si se prefiere con la
historia de España en el plano religioso. Hasta entonces, todos los reyes españoles,
desde el tiempo de la conversión de los visigodos al catolicismo, en mayor o
menor medida, habían promovido la Religión Católica o luchado por ella, como en
la Reconquista. Este fenómeno llegó a su apogeo en los tiempos del Siglo de Oro
en los que la Monarquía Hispánica llegó a simbolizar la propia defensa y
expansión de la Fe en todos los continentes. En una sociedad que aún era
teocéntrica, los españoles de a pie se identificaban totalmente con esa visión
y se puede decir que lo dieron todo, empezando por literalmente su sangre y sus
bienes para sostener una política cuya base era la defensa de la Fe Católica en
primer lugar, en todas partes y contra todos sus enemigos.
Pero todo esto empieza a
cambiar drásticamente durante el reinado de Carlos III (1759-1788). Es el
primer reinado de la historia de España que mira a la Iglesia con desconfianza,
casi como a un enemigo potencial. El primer reinado que trata de inculcar a los
españoles una nueva “ideología”, el culto al
racionalismo y al conocimiento entendidos como algo distinto y casi ya en
oposición a la Religión. El primer reinado donde la influencia masónica sobre
el Gobierno será fuerte.
¿CÓMO SE MATERIALIZA TODO ESTO?
Por varias vías. En primer
lugar Carlos III y sus ministros acentuaron al máximo la política regalista,
esto es, intentar situar a la Iglesia bajo el control del Estado. Los gobiernos
de Carlos III desarrollarán hasta las últimas consecuencias las posibilidades
que les ofrecía el Concordato firmado con el Vaticano por su antecesor Fernando
VI en 1753 para controlar el nombramiento de cargos eclesiásticos en España y
en su todavía inmenso imperio americano (lo que se conocía como el “Patronato Universal”). La idea era que, si el
monarca lo era por derecho divino, supuestamente tenía derecho a situar la
Iglesia bajo control a través de sus “regalías” o
sea, los derechos absolutos del rey sobre todas las cuestiones referidas a la
Iglesia.
¿CÓMO SE ORIGINÓ LA PERSECUCUCIÓN TOTAL DURANTE
ESTE REINADO A LA COMPAÑIA DE JESÚS?
Fue una consecuencia del
regalismo y también de la influencia del singular odio ilustrado y masónico
(muy visible en los ideólogos franceses de la “Ilustración”
como Voltaire o Diderot
entre otros) por los jesuitas. En primer lugar, dado que los jesuitas eran la
Orden más influyente y la que poseía una mayor riqueza material, la idea de
apropiarse de sus bienes, rentas y tierras, era muy atractiva para Carlos III y
sus ministros. En segundo lugar, los jesuitas estaban considerados entonces
como el principal bastión de la ortodoxia intelectual católica y ponían su
fidelidad al Papa por encima de la lealtad a cualquier rey. (Por eso eran tan
odiados por los “ilustrados”). Los jesuitas
fueron expulsados en la década de 1760 tanto de España, como de Francia y
Portugal (países todos donde la influencia “ilustrada”
sobre los gobiernos era fuerte). Carlos III, además les culpaba de estar
supuestamente implicados en el “motín de Esquilache”, la
revuelta popular en Madrid y otras ciudades que en 1766 llegó a poner en
peligro la Corona. 1 año más tarde , en 1767 fueron expulsados de España y de
su imperio. Pero da la medida del odio real hacia los jesuitas el hecho de que
Carlos III no paró hasta conseguir que en 1773 el Papa Clemente XIV, sometido a todo tipo de presiones y amenazas
(incluída la de un desembarco español en Italia) disolviera la Orden en todo el
mundo. El embajador español en Roma que había logrado este “éxito”, don José Moñino, fue nombrado por Carlos
III, conde de Floridablanca, como premio y pronto
sería nombrado Primer Ministro por Carlos III.
En el proceso de la expulsión
de los jesuitas tuvo también un papel destacado el Conde de Aranda,
político aragonés que ejercía en ese momento el puesto de presidente del
Consejo de Castilla, lo que le convertía casi en el virtual primer ministro de
España. Aranda fue un político muy influenciado por la masonería. Se discute
aún si llegó a ser masón pero en cualquier caso llevó a cabo una política
promasónica. Era amigo de Voltaire
(que le dedicó unos horribles versos calificándolo de heroico vencedor de la “hidra” jesuita). La Corona incautó todos los
bienes de los jesuitas. En definitiva, fue una gran victoria masónica.
¿CARLOS III ERA CATÓLICO?
Hay que dejar claro que Carlos
III fue católico. De hecho era católico practicante y desde luego, no fue
personalmente masón (de hecho murió en 1788 con los Sacramentos) Pero no fue un
católico tradicional sino más bien fue lo que en nuestra época se ha llamado un
católico “progresista”. Como ha señalado el
experto hispanista John Lynch, el gobierno de Carlos III fue antipapal desde el principio. Ya en
sus primeros años de reinado Carlos III defendió públicamente las tesis del
abad francés Mesenguy que
negaban la infabilidad papal y que estaban condenadas por la Iglesia. Y ya a
partir de 1761 un decreto de Carlos III prohibió la publicación de cualquier
documento papal en España a menos que contara con el visto bueno previo de la
Corona.
El Gobierno prohibió los
sínodos eclesiásticos provinciales para impedir que la Iglesia pudiera pactar
estrategias de actuación y medidas propias sin el control estatal y estableció
la censura previa sobre las pastorales de los obispos. E incluso sobre las
homilías de muchos sacerdotes. Hizo un
gran intento por secularizar la
enseñanza, hasta entonces dominada por los religiosos, regulando los
métodos de acceso de los maestros, con el objetivo de limitar al máximo el
número de maestros religiosos y crear un cuerpo de maestros laicos,
subordinados al Gobierno. Es verdad que hubo alguna medida positiva en el
ámbito religioso, básicamente la proclamación de la Inmaculada Concepción como Patrona de España y de las Indias en
1760. (Y se podría añadir que Carlos III ha sido uno de los pocos reyes
españoles Borbones que no fue motivo de escándalo por cuestiones relacionadas
con la lujuria y la infidelidad conyugal) pero el peso de su política
anticlerical fue, por desgracia, enorme.
¿QUÉ OTRAS MEDIDAS LAICISTAS LLEVÓ A CABO EL
GOBIERNO DE CARLOS III?
Se reformaron las materias para dar más importancia a los contenidos
científicos lo cual en parte era saludable pero el auténtico objetivo del
Gobierno era secularizar la enseñanza
en todos los tramos, incluido el universitario. El gobierno de Carlos III llevó
a cabo también numerosas medidas para prohibir o limitar muchas devociones
populares y actos religiosos masivos con el argumento de que determinadas
devociones, sobre todo las marianas, eran casi idólatras y muchos actos de
piedad no eran más que superstición, que hacían perder muchas horas de trabajo
a la gente.
También se limitó el número
monasterios contemplativos con el argumento de que eran improductivos. Es
llamativo que en todo ello destacaron los ministros más abiertamente másonicos
o “librepensadores” como Roda o Campomanes. La Inquisición no fue suprimida pero se limitó
estrechamente su actividad. Es cierto que, como es sabido, la Inquisición
todavía pudo lograr la condena del famoso intendente Pablo de Olavide, íntimo amigo de Voltaire y Diderot y mano
derecha del Conde de Aranda, por sus escritos notoriamente antirreligiosos pero
la Institución fue severamente limitada en su actividad por los ministros del
rey. Campomanes llegó a preparar una gran “desamortización” o incautación
general de los bienes de la Iglesia aunque finalmente el propio rey no se atrevió
a ejecutarla, ante los síntomas de una resistencia eclesiástica muy intensa.
(Pero sí lo haría parcialmente su hijo Carlos IV y al final se llevaría a cabo
totalmente en tiempos de Isabel II)
¿EL PUEBLO SEGUÍA SIENDO MASIVAMENTE CATÓLICO O
EMPEZABA A YA RESULTAR CONTAMINADO DE ANTICLERICALISMO?
El pueblo español en esta
época seguía siendo abrumadoramente católico, como reconocen los historiadores.
La asistencia a Misa y la recepción de sacramentos seguía siendo masiva y, como
han señalado algunos historiadores, al pueblo, desde luego, le emocionaban
mucho más las prédicas de grandes predicadores como Fray Diego de Cádiz que el anticlericalismo del Gobierno. Por eso
fue tan importante vista en perspectiva la ofensiva anticlerical de los
ministros de Carlos III. Sembraron para
las generaciones futuras. Los futuros liberales antirreligiosos de
principios del siglo XIX serán hijos intelectuales de la “Ilustración” y de la Revolución Francesa
(preparada ideológicamente por la “Ilustración”)
¿POR ÚLTIMO QUE BALANCE HARÍA DE ESTE REINADO,
SOBRETODO DESDE EL PUNTO DE VISTA RELIGIOSO?
El reinado de Carlos III se
caracterizó por una serie de amplias reformas, algunas de las cuales en los ámbitos
económico, administrativo, militar o urbanístico fueron positivas en aquel
momento. También se caracterizó por las guerras contra Inglaterra, la última de
las cuales, la de 1778-1783 tuvo un balance positivo pues, aunque no se logró
reconquistar Gibraltar, si se recuperó la isla de Menorca y algunos territorios en Norteamérica. De hecho, en este
reinado el imperio Español de América llegó a su máxima extensión con la
conquista o adquisición de California, Luisiana y la pacificación de amplios
territorios del sudoeste norteamericano tras duras luchas contra los pueblos
indios. Fue el último reinado en el que España, con una gran flota de guerra,
tuvo todavía autentico rango de gran potencia internacional.
Todo ello ha hecho que de
Carlos III se haya dicho que es una de las pocas figuras de la historia de
España que gusta tanto a la derecha (por el relativo esplendor militar y
colonial) como a la izquierda (precisamente por sus medidas anticlericales). Y
es que el peso, trágico, de la política antirreligiosa es una responsabilidad
muy gravosa con la que este reinado carga ante la Historia.
A este respecto, fue muy
llamativo lo ocurrido en 1988 cuando el entonces gobierno socialista español
presidido por Felipe Gónzalez,
conmemoró por todo lo alto el bicentenario de la muerte de Carlos III con
cientos de actos, exposiciones, conferencias, libros y actos de todo tipo,
incluyendo una serie de televisión sobre el reinado y una película sobre el
motín de Esquilache, de la directora Josefina Molina, donde Carlos III y su
ministro, el reformista radical Esquilache (de origen italiano) aparecían como
unos héroes reformadores. También en esa época se colocó la estatua ecuestre de
Carlos III que preside la Puerta del Sol, en el centro geográfico de Madrid y
de España.
El gobierno socialista
insistió entonces en que ellos, en su decidida política de “modernizar España” (o sea, en la práctica, descristianizarla) eran los sucesores
naturales de una figura como Carlos III cuyo empeño de modernización del país
en su época, fue idéntico.
Fue, en definitiva el reinado
en que, tristemente, el anticlericalismo impulsado desde el poder, hizo su
aparición en la historia de España.
Javier Navascués Pérez
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