jueves, 10 de enero de 2019

SAN GREGORIO NACIANCENO


Este mosaico de Tarragona muestra a un obispo del siglo IV o algo más tardío. Observad que, tal como digo en mi obra La catedral de san Agustín, no lleva ninguna vestidura eclesiástica. Lleva una toga blanca.

He puesto este mosaico para poner imagen a la vida de san Gregorio Nacianceno. Y es que ayer me sorprendió mucho la vida de este obispo oriental.

Su padre (un padre del siglo IV) se convierte al cristianismo y años después llega a obispo. Gregorio joven que duda si hacerse sacerdote o monje, y el padre le dice, al final, que o se queda y se hace sacerdote o se va a un monasterio, pero que en casa no se puede quedar dudando y dudando entre lo uno y lo otro.

Cómo, finalmente, san Basilio le convence para ser ordenado obispo de Sasima, una sede episcopal recién creada por Basilio. Pero Gregorio se quejará de que esa ciudad no era más que «un agujero espantoso; una mísera parada de postas de la carretera principal... sin agua, vegetación, o la compañía de caballeros... ¡esto era mi iglesia de Sasima!». Y no llegó a tomar posesión de la sede, alegando que prefería retirarse a vivir una vida monacal.

Pero acabó ayudando a su padre obispo. Tras su muerte, se retiró a un monasterio. Combatió el arrianismo. Fue llamado a Constantinopla para combatir esa herejía con sus predicaciones. Fue nombrado obispo. Lideró un concilio ecuménico. 

Pero una facción de obispos no le aceptaba, alegando que canónicamente no podía haber dejado la diócesis de Sásima, y que su nombramiento como obispo de Constantinopla era ilícito. Así que Gregorio renunció y se retiró a Nacianzo. Allí sería escogido como obispo de la ciudad por el clero. Sus últimos cinco años de vida, ya débil, los pasó en una finca de su familia, habiendo colocado a otro obispo en su sede antes de retirarse.

Una vida apasionante, no me digáis que no es digna de una película. Si yo tuviera tiempo, me encantaría hacer una novela breve con estos mimbres. Una novela lo más pegada a la realidad histórica. Pero tengo que dosificar mi tiempo y dedicarme a los proyectos ya empezados.

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En el mosaico se ve cómo iba vestido un obispo del siglo VI, por supuesto, sin mitra. Es el de la derecha, a su lado hay un archidiácono. 

La historia de san Gregorio Nacianceno que conté ayer prima facie no parece muy edificante. Ahora bien, no sabemos si el obispo Basilio le engañó o le presionó, o le engañó y le presionó, para que aceptara la sede de Sasima. Solo Dios lo sabe.

Ahora bien, la impresión general que saco con un conocimiento superficial de esta figura es que Gregorio era una persona muy inteligente, tenía dones intelectuales grandes, pero que, tal vez, era un poco soberbio.

Lo lógico hubiera sido retornar al obispo Basilio y explicarle que la vida en Sasima se le hacía muy dura. Pero era algo extraño que buscase vivir como monje y que no quisiese quedarse en una localidad pequeña como pastor. Un poco incongruente sí que parece.

Además, se va como monje, esa es la decisión. Pero después se queda como obispo de una ciudad más grande. Otra cosa bastante sorprendente.

Por si fuera poco, los cánones eran muy claros: no podía abandonar una sede episcopal por otra. No obedeció la disciplina eclesiástica. Y no en una materia precisamente pequeña. A eso se añade que estando en Nacianzo debería haber regularizado su situación en algún sínodo, sometiéndose a su determinación. O, al menos, debería haber expuesto su caso ante el metropolitano.

El resultado es que llegaría a Constantinopla con una situación canónica nada clara. No regularizó su situación y después, con toda razón, se lo echaron en cara en mitad del concilio.

Señalo estos pequeños detalles porque se suele pensar que los obispos de la Antigüedad eran todos canonizables, mientras que los de ahora son mundanos. Y, a nivel global, es justamente al revés: el episcopado actual está formado por hombres totalmente entregados al cuidado del rebaño, sin divisiones con asuntos terrestres, como sí que las había en esos siglos pretéritos. Son hombres que viven en sus diócesis, en otros siglos las ausencias podían ser muy prolongadas por los viajes. Actualmente, la situación canónica siempre está clara. En la época del arrianismo, los bandos enfrentados hacían que algunos obispos se hallaran en situaciones irregulares o, por lo menos, no claras.

El episcopado actual puede tener sus defectos, pero no tiene algunos de los defectos de los obispos de siglos pasados. Y sí que tiene aspectos positivos que no eran tan frecuentes en otras épocas.

P. FORTEA

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