La
familia de Julen está desesperada esperando noticias sobre su pequeño.
España
sigue en vilo con Julen, el
pequeño de dos años y medio que se precipitó por un pozo de 107 metros de profundidad
y sólo 25 centímetros de diámetro en la provincia de Málaga hace ya ocho días.
Desde entonces se trabaja a contrarreloj para lograr sacar al pequeño, aunque
las posibilidades de que siga vivo son ya muy escasas.
La
familia vive en la humilde barriada malagueña de El Palo, y muy cerca de ellos
está el párroco, que conoce perfectamente tanto el pequeño Julen como a sus
padres. El sacerdote Rafael Vivancos
asegura que siente un intenso dolor “por este
suceso tan triste. Conozco a la familia y sé todo lo que han sufrido en los
últimos años sin conseguir levantar cabeza. Me siento muy unido a ellos”. Precisamente, este matrimonio ya había perdido anteriormente a
otro hijo por un problema de corazón.
"LOS
QUE SOMOS CREYENTES REZAMOS"
Este
religioso, muy conocido en la barriada, ha escrito una carta para mostrar cómo
se encuentra esta zona de El Palo. “Los que somos creyentes rezamos. Las
parroquias de El Palo, Nuestra Señora de las Angustias y San Juan de la Cruz,
nos juntamos para celebrar una Vigilia de Oración por la familia de nuestro
barrio que está sufriendo un dolor indecible estos días: por Julen y su
familia”, escribe.
El padre
Vivancos asegura que “hemos estado pidiendo al
Padre por ellos y por todos los que están allí trabajando, para que los
acompañe y fortalezca en estos momentos. Hemos querido unirnos como pueblo de
Dios, como iglesia de El Palo, y elevar juntos nuestra oración. Porque donde estemos
dos o más reunidos en nombre de Jesús, allí estará él en medio de nosotros. Y necesitamos sentir su cercanía y compañía, y
que Julen, su familia y todos los que están trabajando y ayudando en Totalán
también la sientan”.
"DIOS
ESTÁ AQUÍ APOYANDO"
En su
misiva, este sacerdote recuerda que “somos cristianos adultos, y no creemos en varitas mágicas que solucionen
nuestros problemas. Para eso están las
magníficas personas que trabajan por ello. Pero en nuestra fe de adultos
sabemos que necesitamos la comunidad y orar todos juntos al Padre para
experimentar que nos acompaña, y que sigue acompañando a Julen y su familia. Es
simplemente decirle al Padre Dios que estamos mal, que tenemos mucha pena, que
nos duele este niño y su familia. Y seguimos con pena, pero sintiendo que Dios
está aquí apoyando para que sigamos unidos para animar a Viky y José, los
padres de Julen”.
El
párroco asegura haber visto el sufrimiento humano en distintos lugares, pero al
final el dolor es el mismo. Por ello, considera que “podremos
ser aparentemente muy distintos, pero sólo aparentemente, en el fondo
todos somos iguales para reír y para llorar. ¿Qué vamos a sentir en el barrio?
Mucha pena, mucho dolor… y mucha impotencia. Ayer me decía una vecina, que ‘los
que tenemos hijos nos ponemos en su lugar’. Yo le dije que los que no tenemos
también, que yo me encuentro, como el resto de mis vecinos, muy triste, con
mucho dolor, muy impotente. Y me siento
orgulloso de tener estos sentimientos: reír con el que ríe y llorar con el que
llora”.
ReL
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