miércoles, 23 de enero de 2019

«NECESITAMOS QUE JULEN, SU FAMILIA Y LOS QUE ESTÁN TRABAJANDO SIENTAN LA COMPAÑÍA DE DIOS»


La familia de Julen está desesperada esperando noticias sobre su pequeño.
España sigue en vilo con Julen, el pequeño de dos años y medio que se precipitó por un pozo de 107 metros de profundidad y sólo 25 centímetros de diámetro en la provincia de Málaga hace ya ocho días. Desde entonces se trabaja a contrarreloj para lograr sacar al pequeño, aunque las posibilidades de que siga vivo son ya muy escasas.

La familia vive en la humilde barriada malagueña de El Palo, y muy cerca de ellos está el párroco, que conoce perfectamente tanto el pequeño Julen como a sus padres. El sacerdote Rafael Vivancos asegura que siente un intenso dolor “por este suceso tan triste. Conozco a la familia y sé todo lo que han sufrido en los últimos años sin conseguir levantar cabeza. Me siento muy unido a ellos”. Precisamente, este matrimonio ya había perdido anteriormente a otro hijo por un problema de corazón.

"LOS QUE SOMOS CREYENTES REZAMOS"

 Este religioso, muy conocido en la barriada, ha escrito una carta para mostrar cómo se encuentra esta zona de El Palo. Los que somos creyentes rezamos. Las parroquias de El Palo, Nuestra Señora de las Angustias y San Juan de la Cruz, nos juntamos para celebrar una Vigilia de Oración por la familia de nuestro barrio que está sufriendo un dolor indecible estos días: por Julen y su familia”, escribe.

El padre Vivancos asegura que “hemos estado pidiendo al Padre por ellos y por todos los que están allí trabajando, para que los acompañe y fortalezca en estos momentos. Hemos querido unirnos como pueblo de Dios, como iglesia de El Palo, y elevar juntos nuestra oración. Porque donde estemos dos o más reunidos en nombre de Jesús, allí estará él en medio de nosotros. Y necesitamos sentir su cercanía y compañía, y que Julen, su familia y todos los que están trabajando y ayudando en Totalán también la sientan”.

"DIOS ESTÁ AQUÍ APOYANDO"

En su misiva, este sacerdote recuerda que “somos cristianos adultos, y no creemos en varitas mágicas que solucionen nuestros problemas. Para eso están las magníficas personas que trabajan por ello. Pero en nuestra fe de adultos sabemos que necesitamos la comunidad y orar todos juntos al Padre para experimentar que nos acompaña, y que sigue acompañando a Julen y su familia. Es simplemente decirle al Padre Dios que estamos mal, que tenemos mucha pena, que nos duele este niño y su familia. Y seguimos con pena, pero sintiendo que Dios está aquí apoyando para que sigamos unidos para animar a Viky y José, los padres de Julen”.

El párroco asegura haber visto el sufrimiento humano en distintos lugares, pero al final el dolor es el mismo. Por ello, considera que “podremos ser  aparentemente muy distintos, pero sólo aparentemente, en el fondo todos somos iguales para reír y para llorar. ¿Qué vamos a sentir en el barrio? Mucha pena, mucho dolor… y mucha impotencia. Ayer me decía una vecina, que ‘los que tenemos hijos nos ponemos en su lugar’. Yo le dije que los que no tenemos también, que yo me encuentro, como el resto de mis vecinos, muy triste, con mucho dolor, muy impotente. Y me siento orgulloso de tener estos sentimientos: reír con el que ríe y llorar con el que llora”.

ReL

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