Maravilloso
Testimonio del Padre Gabriele Amorth (Exorcista): Debo decirlo: CONSAGRAR una
persona al Corazón Inmaculado de María significa LEVANTAR ALREDEDOR DE ELLA
UN ESCUDO PROTECTOR INVISIBLE PERO IMPENETRABLE. ¿Por qué las MADRES de hoy no
CONSAGRAN también a sus HIJOS a NUESTRA SEÑORA ? Basta poco: una sencilla
oración hecha por un SACERDOTE con esta intención. Todos los NIÑOS deberían
ser CONSAGRADOS al Corazón Inmaculado de María. Gozarían de una PROTECCIÓN
ÚNICA.
(Testimonio del
Padre Gabriele Amorth)
Antes de que me hiciera sacerdote estalló la guerra. Y yo, como todos,
tuve que dejar familia y afectos.
Estaba al tanto del hecho de que el padre Alberione había consagrado
con un voto a sus hijos espirituales a la Reina de los Apóstoles, para que
nuestra Señora los protegiera a todos. Yo también obré de la misma manera.
Pedí al padre Alberione que me consagrara a mí y a todos los míos a la Reina
de los Apóstoles. Estalló la guerra. Esta terminó. Y yo, lo mismo que todos
mis hermanos, no sufrimos daño alguno. Ni siquiera una bala me rozó. También
mis hermanos, aun en medio de peligros terribles, salieron indemnes. Esto
significó mucho para mí. Hasta poco, antes de ser ordenado sacerdote,
existía en mi mente todavía una duda inherente no tanto a la ordenación
sacerdotal en sí, sino en cuanto al lugar en el cual Dios quería que yo
llegara a ser sacerdote. Pensaba: «¿De veras hago
bien en entrar en la Orden de los paulinos? ¿Es en verdad allí donde Dios me
quiere? ¿O me querrá́ en alguna otra parte?»
Aparté las dudas el mismo día de mi ordenación. Mi madre saludó al
padre Alberione y le dijo:
—Gracias a la consagración que usted hizo a
nuestra Señora, mi Gabriel y sus hermanos se salvaron.
Lloré de alegría. Mi madre, con una simple constatación, me había
confirmado que la santísima Virgen me había protegido gracias a la
consagración del padre Alberione y que era con los paulinos donde él me
quería. Nuestra Señora me había salvado de la muerte durante la guerra para
que yo fuera sacerdote y lo llegara a ser con los paulinos.
Debo decirlo: consagrar una persona al
corazón inmaculado de María significa levantar alrededor de ella un escudo
protector invisible pero impenetrable. ¿Por qué las madres de hoy no consagran
también a sus hijos a Nuestra Señora? Basta poco: una sencilla
oración hecha por un sacerdote con esta intención. Todos los niños deberían
ser consagrados al corazón inmaculado de María. Gozarían de una protección
única.
El escudo de Nuestra Señora me sigue protegiendo hoy día. Lo sabe
también Satanás, y cuando en un exorcismo la nombro a ella, a la madre de
Jesús, llora como un niño y comienza a temblar. A mí no me causa ninguna
compasión. Lo dejo llorar consciente de que ella, la Santísima Virgen, es la
protección más segura bajo la cual puedo colocarme. Y consciente de que ella,
aun con un solo pestañeo suyo, puede expulsar a Satanás y hacer que se
precipite a donde merece estar, el infierno.
Mi vida ha estado marcada por la Virgen Santísima. Esto se manifestó
de manera poderosa en 1959. El 13 de septiembre de ese año, Italia fue
consagrada al corazón inmaculado de María. Todo sucedió en Catania. Fue la
culminación del XVI Congreso Eucarístico nacional. Hubo una admirable
sinfonía entre el culto eucarístico y la veneración a María. Con dicho
evento se quería restituir la nación a la Santísima Virgen para que la fe
despertara, hubiera una mayor frecuencia en el culto eclesial y un nuevo
compromiso cristiano en lo social. Para sorpresa mía, la coordinación de todo
el evento se me confió a mí. Y no solo esto, sino que también tuve que
ingeniármelas para que llegara a todas las capitales italianas la estatua de
la Virgen de Fátima. Fue un año de trabajo duro. Un año dedicado a nuestra
Señora, al reino de la luz. Nunca me habría imaginado que después por aquel
reino, por la Virgen, combatiría aún pero con otro ropaje, el de exorcista.
[Tomado del libro: “El último exorcista”, del P.
Gabriele Amorth]
Publicado por Unción Católica y Profética
No hay comentarios:
Publicar un comentario