Para el año litúrgico 2007-08 fueron publicados
[en Italia, ndt] nuevos Leccionarios con una nueva traducción de la Sagrada
Escritura, para la proclamación de las Lecturas y de los Evangelios en la Santa
Misa. Se trata de gruesos tomos, que son incluso expuestos en las
iglesias, hacia la mitad de una nave, de manera que se pueda leer la Palabra de
Dios del día por parte de quien va a la iglesia.
En sí mismo no tiene nada de malo. El problema es
que muchos de los que pasan por la iglesia,
ahora, se ocupan sólo de ir a leer dicho tomo y se han olvidado de que en el
Santo Sagrario está presente en la Santísima Eucaristía Jesús, el
Hombre-Dios vivo y verdadero: de tal manera sucede
una protestantización de nuestra Fe, con el desplazamiento de la atención de
Jesús Eucarístico, único centro del culto y de la vida cristiana-católica, al
Libro que contiene su palabra.
He aquí que sucede que, para muchos, Dios no se ha encarnado y se ha hecho
hombre, sino que sólo se ha “encartado” en la Palabra escrita. Así, nuestra Religión se vuelve la religión del
libro, por alto que sea, pero sólo un libro, y no es ya la Religión de un
Rostro, de un Corazón, la Persona divina de Jesús, Hijo de Dios hecho hombre.
Esto es gravísimo en consecuencias que destruyen
nuestra Fe. Pero volvamos a hablar de los Leccionarios con la nueva traducción,
en la que, entre otras ocurrencias, está escrito que Pedro, seducido por Jesús,
sobre el Tabor de la Transfiguración, dice a Jesús: “Hagamos aquí tres cabañas” y no ya “Hagamos tres tiendas, una para Ti, otra para Moisés y
otra para Elías”. O dice “flanco de
Jesús”, en lugar de “costado de Jesús”,
allí donde se narra acerca del centurión que lo atravesó.
Los Leccionarios fueron ilustrados (sería mejor
decir “entenebrecidos”) con figuras que son
de una fealdad de colores y de formas indecibles.
Sabemos de un óptimo párroco que, tras comprar los
nuevos Leccionarios y hojearlos, antes de usarlos, vio las horribles imágenes:
se disgustó, se irritó, se “cabreó”. ¿Qué hizo? Tomó
un par de grandes tijeras y recortó una por una las horribles imágenes de los
Leccionarios, las metió en un sobre y lo mandó todo a la sede de la Conferencia
Episcopal Italiana, añadiendo una nota, escrita con rotulador: “¡Al menos estas quedáoslas vosotros!”.
Cómo hayan reaccionado los señores Obispos no nos
es concedido saberlo, pero junto a aquel buen párroco añadimos: “Quedaos vosotros los discursos eclesiales, que nadie
entiende y que lían a las almas; quedaos todos los aggiornamenti que
habéis hecho o al menos tolerado en materia de doctrina, de liturgia, de disciplina
en la Iglesia, con grave descrédito vuestro e inmenso daño de los fieles; quedaos
para vosotros todas las herejías, que son difundidas en la predicación, en
vuestros periódicos y TV, en los seminarios; quedaos vosotros los
intentos de cambiar la “pastoral” para no decir que, haciéndolo, cambiáis la
doctrina y la ley de Dios; quedaos vosotros los sofismas que estáis
preparando para una eventual, desgraciadamente posible y próxima “revolución de
octubre”.
A nosotros, cada vez más pasmados y doloridos por
lo que “cambia” la Iglesia, dadnos una sola Realidad: dadnos a Jesucristo, el
Hombre-Dios; su Doctrina, su Ley, sus Sacramentos, su vida divina. No tenemos
nada más querido en el mundo que Él y lo que viene de Él.
¡Reine Cristo con María!
Insurgens
(Traducido por Marianus el eremita)
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