miércoles, 16 de enero de 2019

EJERCICIOS ESPIRITUALES A CURAS. ALGUIEN TIENE QUE HACERLO


Pocas cosas me quedan o me quedaban por hacer como cura. Lo de dirigir ejercicios espirituales lo había hecho en alguna ocasión con laicos y religiosas. Con sacerdotes, nunca. Por eso mi resistencia cuando me lo propuso Miguel Asorey para curas de Lugo. Le costó más de un año convencerme.
Los sacerdotes estamos para lo que estamos: anunciar la Palabra, celebrar los sacramentos y construir la Iglesia en la caridad. Todos los sacerdotes somos ordenados para eso. Otra cosa es cómo concretarlo en una tarea determinada.
La vida pastoral puede tomar muchos derroteros y desarrollarse en múltiples facetas. La inmensa mayoría de los sacerdotes estamos dedicados a la vida pastoral parroquial, otros se dedican a la pastoral educativa, los hay especializados en la atención a religiosos, sobre todo religiosas, y nos puede pasar que, además de nuestra vida ordinaria, nos toquen cosas que surjan. Por ejemplo, una charla, un retiro, una clase, unas jornadas de formación. O dirigir unos ejercicios espirituales como ha sido mi caso hace unos días, y, encima, a sacerdotes, cosa que impresiona más.
¿Ha merecido la pena? Rotundamente sí. Y hablo, más que por los sacerdotes, pensando en mí mismo. Han sido semanas previas de mucho rezar, mucho pensar, reflexionar por dónde enfocar esos días, decidir los temas del retiro, estudiar documentos, ver papeles… Solo por eso han sido días de mucha riqueza que a uno le obligan a repensar su sacerdocio. Los que hemos dedicado tiempo a la docencia de chavales y de seminaristas sabemos que preparando clases uno aprende mucho, sobre todo por el esfuerzo que te supone de sintetizar, priorizar asuntos, ver modos de exponer las cosas. Solo por esto, merece la pena, porque cuando uno tiene que preparar unas reflexiones para los demás, no tiene más remedio que pensar, repensar, rezar y hacer un esfuerzo.
Esto en lo previo. Los días de ejercicios pueden ser días intensos de fe y fraternidad sacerdotal para el propio director. Días de oración serena con otros hermanos, de celebración gozosa de la fe en comunidad con otros presbíteros, de silencio. Para mí han sido ejercicios personales en los que he recibido la predicación de la vida y el testimonio de los demás.
A uno le cuesta, pero también llegas a entender que alguien tiene que hacerlo. Nos resistimos, porque predicar a la gente lo tenemos superado, pero dirigir una palabra a compañeros sacerdotes nos impresiona. Alguien tiene que hacerlo, insisto. Pues a por ello.
En la tranquilidad, de nuevo, de mis pueblos, me alegro de la insistencia de Miguel. He aprendido mucho, me ha venido muy bien, y he descubierto que alguien tiene que hacerlo y que merece la pena aceptar el reto por uno y por lo que puedas aportar a los compañeros, que es, básicamente, tu original manera de ver y vivir las cosas.
Luego, cada sacerdote lo enfoca de una manera distinta. Ya les dije que a un servidor hablar de los anawin o de la inhabitación trinitaria en el alma del justo es cosa que no le sale. Si me puede salir animar en el diario de la vida sacerdotal, que de eso tengo más experiencia. Pues vale. Cada uno desde sus originalidades. Pero sí, mereció la pena.
Jorge Gonzales
Aci Prensa

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