jueves, 31 de enero de 2019

BERNINI SE INSPIRÓ EN LA SÁBANA SANTA AL ESCULPIR SU «SALVATOR MUNDI» COMO PREPARACIÓN PARA MORIR


Una fotógrafa demuestra cuál fue la fuente del artista barroco.
La fotógrafa Daniela di Sarra había notado un sorprendente parecido entre el rostro del Salvador de Bernini, y el rostro del Hombre de la Síndone. Superponiendo las dos fotos, ha demostrado que las dos imágenes coinciden casi perfectamente. Bernini se inspiró en la Síndone para su última escultura, con el fin de prepararse a una buena muerte, como cuenta Emanuela Marinelli en La Nuova Bussola QuotidianaEl 25 de enero, en Roma, se ha presentado al público un descubrimiento fascinante: para realizar su última obra, el busto de Cristo, Bernini se inspiró en la Síndone, que en esa época ya se conservaba en Turín.

La feliz intuición se debe a la fotógrafa Daniela di Sarra, quien, durante la exposición de sus fotografías Hermano Sol, Hermana Luna en la basílica de San Sebastián Extramuros, de Roma, había notado un sorprendente parecido entre el bellísimo rostro del Salvador de Bernini, allí conservado y expuesto tras haber sido hallado por el arquitecto Francesco Petrucci en 2001, y el rostro del Hombre de la Sábana Santa.

Salvator Mundi [El Salvador del Mundo] es la última obra escultórica de Bernini, en el año anterior a su muerte. 

Inició entonces una investigación fotográfica para comprobar esta impresión, primero buscando puntos de congruencia entre las dos imágenes. Encontró numerosos y, entonces, decidió hacer una prueba. Imprimió el rostro sindónico sobre una transparencia y la superpuso al rostro de la estatua de Bernini. Se dio cuenta de que estaba ante un hecho extraordinario: ¡las dos imágenes coincidían casi perfectamente

A estas alturas este dato no se podía ignorar. Era necesario apurar el desarrollo de los hechos que habían llevado a Bernini a retratar a Jesús según los rasgos impresos, no se sabe cómo, sobre una antigua y misteriosa sabana fúnebre, que en el época del escultor estaba considerada la reliquia más sagrada de la cristiandad. La fotógrafa comenzó así una larga investigación que duró dos años, para la que utilizó las biografías contemporáneas a Bernini, antiguos documentos e imágenes y las conclusiones de varios estudios. Nacieron una exposición y un libro, La Sindone e Bernini, subtitulado L'Uomo dei Dolori, il più Bello dei Figli d'Uomo [El Varón de Dolores, el más hermoso de los hijos del hombre].

Bernini tenía una firme fe religiosa que se enmarcaba en el contexto de su época, cuando estaba viva la preocupación por el destino del alma en el más allá y, por consiguiente, la importancia de una "buena muerte". Esta sensibilidad estaba fuertemente presente en el alma del artista, el cual no podía escapar a la fascinación de la Síndone. En tiempos de Bernini había una gran devoción, muy extendida, por la antigua sábana fúnebre y la reliquia, desde hacía muchos siglos, había inspirado a un gran número de artistas a recrear el Santo Rostro.  

Dos grandes personajes contribuyeron al génesis del busto del Salvador: la reina Cristina de Suecia y el rey Luis XIV de Francia. La reina, que era una confidente de Bernini, era devota de la Sábana Santa y el artista le dejó a ella la obra en su testamento. Cuando el rey de Francia Luis XIV pidió y obtuvo que Bernini fuese a París para el proyecto del Louvre, en 1665, el gran escultor se detuvo en Turín, donde fue acogido con grandes honores, y visitó la capilla de la Síndone, que estaba en fase de construcción.

En París esculpió también el busto del rey, que suscitó un inmenso clamor. Cientos de personas lo fueron a ver. Bernini había retratado en mármol y metal a papas, reyes, cardenales y nobles; a todos los grandes de su época, pero su Señor era el Hijo de Dios, el Salvador, Jesús. No sorprende que tuviera la idea de usar su insuperable arte y, partiendo del rostro de la Síndone, hacer el retrato del Rey de Reyes. Conoció en París a un religioso de la capilla del Rey,  Pierre Cureau de la Chambre, experto en fisionomía, que dejó todo y se fue con Bernini cuando este volvió a Roma, quedándose con el escultor casi un año. En el camino de vuelta a París se pararon en Turín, donde empezaron los estudios para el busto del Salvador.

En 1679 Bernini, ya octogenario y centrado en el arte del buen morir, esculpió por fin su última obra, sin ninguna comisión y a sus expensas. Para su buena muerte, decía. En ella, según su hijo Domenico, el artista "resumió y encuadró toda su arte".

El Hombre de los Dolores (Isaías 53, 3-8), el Hombre de la Síndone, que cargó con todo nuestro sufrimiento, con nuestros dolores, para salvarnos, gracias al arte genial de Bernini resucita en gloria, con sus rasgos, pero transformado en el Más Bello de los Hombres (Salmo 44), el «buen Pastor» (Juan 10), kalòs, es decir agathos: bueno. El Resucitado, el Salvador, punto focal de toda esa belleza que salvará al mundo.

Este mensaje no ha escapado a la sensibilidad de Daniela di Sarra, quien, después de haber estado en peligro de muerte por una leucemia, ha dirigido su investigación fotográfica a la belleza "como camino a lo Absoluto". Bernini, "que resumió en esta obra todo su arte" (Filippo Baldinucci [1625-1696], en su biografía del artista), supo dar a la estatua una increíble multiplicidad de expresiones, que la fotógrafa ha sabido comprender de manera sugestiva, aumentando el encanto de esta obra maestra.

Traducción de Elena Faccia Serrano.

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