Esta fiesta, con la cual se cierra el tiempo litúrgico
de Navidad, es como un desdoblamiento de la fiesta del Domingo pasado: se
continúa con el mismo tema de las grandes manifestaciones (Epifanías) del
Señor…
Hay una diferencia importante entre los dos bautismos:
el de Juan: con agua, exterior, signo de arrepentimiento para el perdón
de los pecados.
el de JESÚS: con Espíritu Santo, renovación interior que nos hace
“partícipes de la naturaleza divina”
“No soy digno ni siquiera de desatar la correa de su sandalia…” trabajo reservado al más inútil de los esclavos…
Juan destaca la infinita distancia entre él y Jesús…
¿Por qué entonces Jesús se hace bautizar por Juan? [Es una escena tan impresionante, que podría
resultar incomprensible, y hasta escandalosa]…
Pero
admitámoslo, y descubramos nuevamente él “modo” que
Dios emplea para salvarnos: hoy se pone en la fila
de los pecadores, y aunque no lo necesitaba, se somete también a un bautismo de
penitencia… Se ha hecho semejante a nosotros en todo, y por eso no se
avergüenza de colocarse en la fila de aquellos que se preparaban para la
llegada del Reino de Dios… así como tampoco se avergonzó de nosotros cuando tomó
sobre sí todos nuestros pecados, y subió a la Cruz como si fuese un
delincuente…
+ Pero el bautismo que recibió Jesús fue muy “especial”: ciertos hechos
nos indican que con Él comienza un nuevo bautismo:
+ El cielo abierto (ya nunca más cerrado por los pecados, como hasta
este momento) Es decir, comienza una nueva etapa de relación entre Dios y los
hombres: el Cielo viene a nosotros, y nosotros vamos allá: viene con Cristo y
el Espíritu Santo. Llega todo, porque Dios mismo viene, y Él será para nosotros
y nos dará todo. Estamos frente al comienzo de una nueva humanidad, divinizada.
En la
proposición que San Marcos hace en su Ev. el Padre no “presenta”
a su Hijo (“Éste es mi Hijo amado”), sino
que se dirige a Él (“Tú eres mi Hijo…”): Cristo nos
representa a todos, que desde ese momento pasamos a ser hijos amados,
complacencia del Padre… Cuando somos bautizados, esta vocación eterna se
verifica efectivamente, verdaderamente: somos una nueva creación. Por lo tanto,
nuestra dignidad, nuestra gloria, y nuestro compromiso pasa por VIVIR NUESTRO BAUTISMO…
“Éste es mi Hijo” (Evang.)… “Éste es el servidor sufriente” (Iª lect.)…
Sigamos a Cristo por la Cruz a la Luz.
Amen
Sigamos a Cristo por la Cruz a la Luz.
Amen
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