Abuso infantil, masturbación y
pornografía, cóctel para una vida arruinada.
A Nicholas le costó una vida entera y varios
fracasos personales cortar con unas costumbres que arraigaron desde niño.
Hace
algunas semanas, Nicholas S., de
Sexaholics
Anonymous (SA), intervino en sendas conferencias en Milán y Padua
para describir su descenso a los
infiernos de la dependencia sexual, que empezó a los cinco años, y su
remontada más o menos cuarenta años después. Una historia de heridas y
redención, que llena de esperanza y aconseja no infravalorar la ola pornográfica que rodea a los niños y
jóvenes de hoy en día de toda clase, raza y religión. Él mismo lo cuenta
en una entrevista de Benedetta Frigerio en La Nuova Bussola Quotidiana:
-DÍGANOS,
¿QUIÉN ES NICHOLAS?
-Nací en
una familia católica de clase media residente en el sur de Londres. Mi padre era un veterano de
la Segunda Guerra Mundial convertido al catolicismo.
Mi madre, católica por tradición, se convirtió verdaderamente cuando yo ya
había nacido.
-SE
DICE QUE DETRÁS DE LAS DEPENDENCIAS HAY SIEMPRE UN VACÍO QUE COLMAR. ¿FUE ASÍ
TAMBIÉN EN SU CASO?
-Mi
primera experiencia sexual fue cuando
tenía 5 o 6 años con una mujer adulta. Esto me cambió la vida para
siempre. Desde entonces no solo me atraía, sino que me obsesionaba el sexo
femenino: fue como tomar una dosis de droga y necesitaba más, mi cerebro se
había llenado de sustancias químicas y mi cuerpo había respondido.
Desafortunadamente, la manera en la que todo había pasado me hizo pensar que el
abuso por parte de aquella mujer había sido culpa mía. El hecho de que
estuviera sufriendo me hizo comprender que había algo que estaba equivocado,
así que lo mantuve en secreto. Con el tiempo prescindí del hecho, pero ya con 7
años besaba a las chicas, estaba sexualmente atraído por ellas. Empecé a tener
fantasías sobre ellas, pensaba en cómo serían sin ropa. Con 13 años un
compañero me enseñó a masturbarme
y así empecé. Pero en este caso, entendí
inmediatamente que era algo malo.
-HOY
LE DIRÍAN QUE ES EL AMBIENTE CATÓLICO EN EL QUE CRECIÓ EL QUE LE HACÍA PERCIBIR
EL ASUNTO COMO EQUIVOCADO.
-Sí,
podrían decirlo, pero yo no estoy de acuerdo. Ninguno me había hablado nunca de
estas cosas. Yo creo que hay acciones que entendemos que son equivocadas. Puede
pasar lo contrario, que debido a que no queremos sentirlas así, le achacamos la
culpa de nuestro malestar a otro. En cualquier caso, ese mismo día prometí que
no repetiría nunca más ese gesto. Pero al día siguiente recaí. Estaba mal, pero
empecé a confesarme para tratar de dejar de hacerlo, pero no conseguía dormir
sin aquel gesto que ya funcionaba como narcótico. Me acuerdo de cada tarde
intentando no hacerlo, después recaía y cada sábado iba a confesarme a casi
quince kilómetros de casa. Le decía al sacerdote que había sido impuro conmigo
mismo pero la verdad es que no conseguía decir que había abusado de mí mismo.
El cura lo dejaba pasar, no tenía
respuestas o consejos para darme y me decía que rezara tres Ave Marías
como penitencia; así el domingo, si conseguía resistir por la tarde, podía
acercarme a la comunión. Era un niño y me planteaba problemas que los
protestantes o los católicos adultos no tenían. Todo esto se repitió durante
bastante tiempo hasta que llegué a la pornografía.
-¿CÓMO
LLEGÓ?
-Tenía 14
años, eran los primeros años sesenta y yendo al colegio descubrí en el quiosco
las revistas pornográficas.
Recortaba las fotos de las mujeres en
bikini y las escondía en mi habitación. Una vez llegué a casa y las
fotos estaban en en la mesa, mi madre estaba furiosa. Le dije que no compraría
nunca más esas revistas, pero una semana después volví a empezar. Era
dependiente del sexo y necesitaba cada vez dosis mayores, de cosas cada vez más
duras: no te puedes parar, una cosa te lleva a la otra.
-PERDÓNEME,
USTED HA HABLADO DE MUJERES EN BIKINI, COSA QUE, QUERAMOS O NO, NO SÓLO
NOSOTROS, SINO TAMBIÉN LOS NIÑOS Y LOS JÓVENES VEN TRANQUILAMENTE TODOS LOS
DÍAS. ¿CÓMO PUEDE DECIR QUE ESTAS IMÁGENES SON PELIGROSAS?
-En los
años sesenta, mirar a mujeres en ropa interior era mirar algo excitante, porque
era desconocido. Después, como eso no basta y para excitarse es necesario subir
el nivel, la pornografía pasó a las mujeres desnudas, hasta llegar a los vídeos
de sexo violento y sadomaso de nuestros días.
-¿PODEMOS
DECIR, ENTONCES, QUE SOMOS TODOS UN POCO ADICTOS Y DEPENDIENTES, NECESITADOS DE
EXPERIENCIAS CADA VEZ MÁS FUERTES?
-Sí,
nuestra sociedad está hipersexualizada, es una sociedad en la que para
excitarnos tenemos necesidad cada vez de algo más, nada nos basta.
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-¿CÓMO
INFLUÍA TODO ESTO EN SU RELACIÓN CON LAS MUJERES?
-Tenía
miedo de tener relaciones con mujeres reales por temor a ser rechazado, pero
descubrí el alcohol como remedio para la inhibición. Cuando estaba en el
instituto empecé a asistir asiduamente a fiestas que se desarrollaban en
habitaciones oscuras, con algún que otro colchón en el suelo, donde te
apartabas con las chicas; yo bebía y después pasaba tardes enteras con una
chica distinta. Dejé de ir a la iglesia y de confesarme, porque no podía más:
nada cambiaba. Así que me lancé a la sociedad permisiva y libertina, maduré una verdadera animadversión por la
Iglesia católica. Cada oportunidad o modalidad que tenía para tener sexo
la usaba: fornicación, voyeurismo, adulterio. Cada límite tenía que superarse. No tenía ningún control sobre mí mismo,
dado que no conseguía parar, a pesar de que me causaba daño a mí mismo. Por
aquel entonces estaba convencido de lo contrario, de ser libre. La violencia
que ejercía sobre mí empeoraba vertiginosamente. Además, cuando estaba sobrio
me avergonzaba de las cosas animales que hacía cuando estaba borracho.
-¿NUNCA
HA ECHADO EN FALTA UNA FAMILIA O EL AFECTO ESTABLE DE UNA MUJER?
-Me he casado dos veces. La primera vez con
una mujer que conocí en una discoteca en Kenia. Mantuvimos una correspondencia
frecuente, por lo que pensé que era la indicada para mí. El matrimonio duró un
mes: a través de aquellas cartas me había enamorado de una imagen, no me
relacionaba con una mujer, sino con una fantasía. Lo entendí enseguida, tanto
que una semana después de la boda le dije que en mi opinión el matrimonio era
nulo. Entonces me lancé al trabajo e hice una gran carrera dentro del ejército. Un tiempo después, encontré
a una chica que se convirtió en mi segunda mujer. Nos casamos porque se quedó
embarazada, me enamoré y nacieron otros dos
niños. Ella no sabía nada de mi
dependencia, porque yo mismo no lo admitía. La relación se volvió muy
difícil, por lo que fuimos a un consejero
matrimonial que me dijo que no sabía cuál era mi problema, pero que era
yo quien lo tenía, mientras que para mí aquella problemática era de mi mujer. Nos divorciamos siete años después.
Cuando estaba a punto de casarme otra vez, alguien llegó a mi vida usando el
término sex addiction [dependencia sexual]. Oír estas dos palabras
tuvo un fuerte impacto sobre mí. Tenía casi 42 años.
-¿QUÉ
PASÓ?
-Busqué
ayuda en el programa Sex and Love Addicts
Anonymous, donde cada uno elige su propia definición de sobriedad.
Empecé a escribir mi historia, ayudándome con los Doce Pasos. Conseguí
permanecer sobrio durante seis años
según mi definición de sobriedad, que era: no a la pornografía, a la
masturbación, al sexo fuera de una relación estable y al reenvío de cada
relación a un futuro próximo. También iba a Alcohólicos Anónimos y paré de beber. Después de cuatro años
me convencí de que podría tener una relación y que sería sana y terapéutica, y
en cambio recaí en la
dependencia.
-¿CÓMO
SUCEDIÓ?
-Porque el sexo fuera del matrimonio es
intrínsecamente un acto de lujuria; solo dentro del matrimonio, si se vive
castamente, el sexo es sano. Por aquel entonces no lo sabía, me había
casado con la cultura progresista, por lo que pienso que fui ayudado por Dios
cuando, después de la recaída, pensé que no debería volver a tener sexo con
nadie, a menos que fuera dentro del matrimonio. Recuerdo que viví un lucha
interior durante dos semanas para aceptar esta idea, después decidí volver a
empezar. Ahora ya van veinticinco años
sobrio desde todos los puntos de vista. Recuerdo la sensación que sentí
al tomar la decisión, fue como salir de un pantano para subirme a una roca,
estaba al seguro. Tres años después encontré la fraternidad Sexaholics Anonymous, cuyo programa de
sobriedad era exactamente igual al que me había dado yo solo. (En España el
programa de tiene el nombre de Sexólicos Anónimos.)
-¿CÓMO
FUNCIONAN LOS DOCE PASOS?
-Son una
serie de decisiones y acciones que
trasforman las actitudes y los comportamientos de una persona que tiene
una dependencia. Empiezan con admitir la propia derrota, para después dirigirse
a Dios, un Poder superior al de la lujuria, y empeñarse en seguir la voluntad
de Dios sobre todas las cosas. Seguidamente, se hace un inventario moral completo, compartiéndolo con otra persona.
Acciones, comportamientos y convicciones equivocadas se identifican y se rinden
a Dios. La persona dependiente enumera y se enmienda con todas las personas que
él o ella ha dañado. Esta limpieza en la propia casa tiene como consecuencia
una nueva manera de vivir, con un examen de conciencia continuo, con la
oración, la meditación y las obras para, así, transmitir el mensaje y ayudar a
otros sexodependientes en su recuperación.
-USTED
HA EXPLICADO QUE CADA RELACIÓN FUERA DEL MATRIMONIO ES, DE POR SÍ, NOCIVA Y
CAPAZ DE HACER RECAER A LA PERSONA DEPENDIENTE. ¿POR QUÉ?
-Cada
relación fuera del matrimonio te hace recaer porque es posesiva y lujuriosa de
por sí: se quiere el placer sin obligaciones. Pero la misma lujuria se puede
vivir también con la propia mujer, por esto hay miembros de Sexólicos Anónimos
que han recaído al volver a tener relaciones dentro del matrimonio. El único
sexo sano que existe es el casto, el que se entrega dentro del matrimonio.
Junto al recorrido de los Doce Pasos también me ha ayudado redescubrir a Dios,
la fe. Porque frente al gigante de la dependencia, si no me dirigiese a Dios, rezándole para que cogiese mi lucha y mi
tentación sobre sí, yo solo podría sucumbir.
-¿EN
ESTOS VEINTICINCO AÑOS LA TENTACIÓN NO HA DISMINUIDO?
-Sí y no.
Alguna vez estoy tentado, pero sé que volver hacia atrás sería destructivo.
Cuando dejé la Iglesia católica, lo hice por su moral sexual, que yo no
soportaba. Pero después de seis años en Sexólicos
Anónimos (programa laico y no religioso), todas mis objeciones contra la Iglesia cayeron en un solo día.
Puedo decir que los Doce Pasos y la fe son, juntos, mi camino. El primero
enseña valores de honestidad, altruismo, pureza y amor, mientras que la Iglesia
ayuda claramente a distinguir el bien del mal, juzgando cada cosa. Quiero
subrayar que cuando uno no consigue mantenerse sobrio nunca es culpa del
programa, sino que hay otros problemas por resolver, como la dependencia de la
comida, que se cura con un camino específico.
-COMO
YA HA MENCIONADO, LA PORNOGRAFÍA HOY ES MUY ACCESIBLE, EL NÚMERO DE NIÑOS QUE
MIRAN PORNO ONLINE ES ALARMANTE, SIN CONTAR QUE LOS CONTENIDOS DE LOS
VÍDEOS SON EXTREMAMENTE PEORES RESPECTO A LAS IMÁGENES A LAS QUE ACCEDÍA USTED.
¿CÓMO SE SALE DE ESO?
-SA todavía no tiene ningún programa para
quien aún no ha llegado a la mayoría de edad, y es una lástima. En
cualquier caso, los padres tienen que tomar conciencia del problema, hablar de
ello y contactar con una asociación (en Italia existe PuriDiCuore que
ayuda a los solteros y a las familias) y con un terapeuta. Si la pornografía en
los años en los que yo era pequeño hubiese tenido la difusión que tiene hoy,
probablemente estaría en la cárcel, en un hospital psiquiátrico o muerto.
-¿CÓMO
MIRA HOY USTED A SU VIDA HERIDA DESDE SU INFANCIA?
-Quiero
expresar mi gratitud a Dios y al recorrido de Sexólicos Anónimos, gracias a los
que puedo vivir una vida sana en la que he madurado un bella relación con mis
tres hijos. Ya no siento vergüenza, estoy en paz conmigo mismo, me acepto tal y
como soy y no quiero aparentar ser distinto. Soy libre, a pesar de que mi mujer
nunca ha conseguido perdonarme. Pero yo
vivo en la fidelidad a mi matrimonio, rezando por ella y espero el milagro de
nuestra unidad aquí en la tierra o en el paraíso.
Traducción de Elena Faccia Serrano.
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