¿Eres tú el que ha de venir, o
esperamos a otro? Mt 11, 3
Este
evangelio está lleno de preguntas: la principal, la de Juan el Bautista y luego
las preguntas de Jesús a la gente. Este evangelio es una de las razones por la
que me encanta el Tiempo de Adviento. Nunca hay suficiente tiempo para el
Adviento. Pareciera que hay suficiente tiempo para la Cuaresma, pero el
Adviento es algo que parece que se escurre entre los dedos. Y sin embargo…sin
embargo, es durante el encuentro con los evangelios que leemos en los domingos
de Adviento cuando nos vemos forzados a parar, mirar, oír y hacernos preguntas
sobre nosotros mismos.
Juan el
Bautista hace la primera pregunta. Nosotros debemos recordar quién es él: aquel
cuya madre sintió saltar de alegría en su vientre en la presencia de Jesús en
el vientre de María. Aquel que vivió en el desierto para así estar más cerca de
Dios. Aquel que, en el evangelio de hoy, cuando hizo la pregunta estando en
prisión—que por cierto recordemos está en prisión, no por algún crimen contra
el estado o la humanidad sino porque se atrevió a decirle al rey Herodes que
cometió pecado al casarse con la esposa de su hermano. Ese es un tema para otro
sermón, pero basta con decir que Juan está en prisión porque ofendió el poder
del mundo que quiere actuar a su antojo y que también pretende que la religión
bendiga sus actos siniestros. Recuerden que esto fue antes que los “Teólogos Católicos” recurrieron al mundo
para definir qué está bien o mal. Y desde prisión Juan pide a sus seguidores
que le formulen esta asombrosa pregunta a Jesús: ¿Eres
tú el que ha de venir, o esperamos a otro?
“Aquel que ha de venir” Es una frase común para el Mesías, Aquel que libraría a Israel de la más
profunda esclavitud, que es la esclavitud de uno mismo. Él hace esta pregunta
no porque no quiera cometer un error, no porque no quisiera estar del lado
equivocado. Después de todo, Juan está en prisión y no se puede dar el lujo de
jugar a la política. Le pregunta esto por su fe en que el Mesías vendría a
salvar a su pueblo. Pregunta esto por su profunda humildad, porque él está
listo si Jesús dice No, Yo no soy el Mesías;
Juan está listo para seguir esperando. Esto es humildad. Piénsenlo: dejar de
lado el propio deseo de alcanzar una certeza religiosa y solamente querer
esperar con paciencia fiel. Esto es algo de lo que la mayoría de nosotros no
sabemos nada, nosotros a quienes se nos ha enseñado a esperar satisfacción
instantánea y siempre en relación a nosotros mismos. Entonces que no nos
extrañe si se nos pasa el Adviento sin darnos cuenta.
Y la respuesta de Jesús no es sí
o no. Su respuesta es la
evidencia de lo que está pasando en ese momento: Mira y escucha. Los ciegos ven, los cojos caminan, los sordos
oyen, los muertos son resucitados, a los pobres se les predica el Evangelio. Ésta es la evidencia de lo que sucede cuando
Dios entra en el mundo de la enfermedad, del pecado y de la muerte. Hay
manifestaciones físicas. Y también en referencia al mismo Juan: Bienaventurados aquellos que no se escandalicen de mí; es decir, bienaventurados los que no me
ven como un obstáculo para su relación con la verdad, esa verdad que es Dios. Y
aquí Él está hablando a Juan, que está en prisión como un fiel testigo de la
verdad, la verdad que es en última instancia el mismo Jesucristo.
Y después Jesús se dirige a las personas que salieron a averiguar qué
pasó con Juan el Bautista, muchos de los cuales eran sus seguidores: ¿Qué espectáculo fuisteis al desierto a ver? ¿Una caña sacudida
por el viento? Está
personas son los “fans” que fueron al
desierto a tener un momento religioso,
para experimentar algún tipo de experiencia religiosa, para ser tocados por un “sentimiento” religioso. Ellos fueron al desierto
para obtener algo para sí mismos; por el contrario, Juan el Bautista se adentró
en el desierto. Juan fue en busca de Dios en la esterilidad, la nada y el
silencio del desierto. Ellos fueron al desierto a mirar boquiabiertos y tener
unos instantes de sentimiento espiritual, a mirar sin ver. ¿Y en su sensibilidad religiosa atrofiada, qué es lo
que vieron? Una caña sacudida por el viento. Ellos vieron lo más común
en el desierto: una caña doblándose por el viento, que es solamente parte del
paisaje. Simplemente porque ellos fueron buscando algo espectacular, algo para
entretener su religiosidad, ellos no vieron nada. Solamente vieron el sombrío
paisaje del desierto, perdiéndose el ver lo que Juan era, porque Juan era
parte del desierto y ellos no pudieron verlo.
Entonces, ¿qué saliste a ver, un hombre en
prendas delicadas? ¿Esperabas ver algo completamente inusual, algo que no se ve
en el desierto, un hombre vestido como un rey, parecido a un dios,
impresionante, confiado, guapo, con un cuerpo esbelto, ropas que gritan
sutilmente ¡Soy Magnifico! ¡Soy exitoso!?
Salieron al desierto para ver un espectáculo dirigido por un animador. Pero
éste no es Juan, vestido con sus pieles de animales, de aspecto salvaje,
silencioso, duro, varonil, mezclándose con la dureza del desierto. Aquí no
encontrarán Las Vegas.
¿Salisteis a ver a un profeta? Con esta pregunta Jesús muestra su enseñanza. Porque Juan es el
último de los profetas que anuncia la venida del Reino de Dios, el precursor
del Mesías, el Cristo. Ésta es la vida de Juan, para esto él nació: para
preceder, para anunciar, para señalar el cumplimiento del anhelo de Israel.
Sólo Juan pudo señalar y decir: Ecce Agnus Dei qui tollit
peccata mundi. Ese es el cordero
de Dios que quita el pecado del mundo. Y es por eso que, en las palabras de
Jesús, ¡ningún hombre es más bendecido que Juan el
Bautista!
Esas
preguntas no se les hacen sólo a esa multitud que vivió hace dos mil años. Se
nos pregunta hoy. Y se nos preguntan en un momento de corrupción terrible
en la Iglesia, en un momento en que la Tradición de la Iglesia se ve amenazada,
su enseñanza y su liturgia son atacadas por quienes están dentro de la misma
Iglesia. ¿Por qué has venido a esta Iglesia, a esta
Misa? ¿Viniste a ver una caña sacudida por el viento? ¿Has venido aquí por el
bien de la religión ordinaria? ¿Viniste aquí porque esto es lo que las reglas
de tu religión te dicen que es lo que debes hacer? ¿Viniste aquí para ser
reconfortado por un paisaje tranquilizante? ¿Viniste aquí para suspirar
aliviado de que no hay nada aquí más allá de lo que normalmente ves, que al
final no hay diferencia entre este mundo y el mundo ordinario, que esto encaja
perfectamente con lo que sabes, con lo que estás familiarizado?
Entonces, con estas expectativas, esto es lo que verás:
simplemente una caña sacudida por el viento.
¿Viniste a ver a un hombre con ropa delicada?
¿Viniste aquí para ver la belleza mundana, la belleza que transmitirá el
conocimiento y el poder del mundo, el mundo que equipara el poder con el
dinero, la belleza con lo que el dinero puede comprar? ¿Viniste aquí para
quedarte impresionado con un hombre, con su personalidad, sus palabras, su
inteligencia, su capacidad para llegar a ti con su afabilidad y encanto, su
personalidad? ¿Viniste aquí para sentirte bien, para conectarte con el je ne sais quoi que siempre te elude pero que
todos los demás parecen tenerlo? ¿Viniste aquí para ser sorprendido, para tener
una experiencia que puedas contarles a tus amigos, algo que les interesará por
un momento antes de que sus ojos se pongan vidriosos porque ya han pasado a
la siguiente experiencia más reciente del recién
recibido mensaje de texto? Entonces estarás profundamente
decepcionado aquí. Mejor que te quedes en casa, comas un panecillo y resuelvas
el crucigrama del New York Times.
¿O has venido aquí para ver a un profeta? Es decir, ¿has venido aquí para ver y
escuchar con tu mente y corazón lo que es verdadero, lo que es bueno, lo que es
hermoso? ¿Viniste aquí buscando la verdad y con humildad dejaste de lado tus
suposiciones, tu mundanidad, tu superioridad, tu amor por la comodidad y la
conveniencia? ¿Viniste aquí y, voluntariamente, apagaste tu celular interno y
te atreviste a entrar en ese silencio en el que Dios mora, a escuchar ese
mensaje, esa vocecilla y a responder con un corazón lleno de gozo perdido en
maravilla, amor y alabanza? ¿Viniste aquí para entregarte a Quien se entregó a
ti y a mí de manera absoluta? ¿Viniste aquí para unir los corazones con tus
padres, tus abuelos, tu familia que nunca conociste, los innumerables que han
venido antes que tú, pero a quienes estás unido por la Tradición Católica de la
cual esta Misa es la encarnación viva, vinculada por la fe que trasciende el
espacio y el tiempo, aquellos que te aman, aunque nunca los hayas conocido,
pero te conocen porque están unidos a ti por el amor infinito de Dios? ¿Has
venido aquí para estar en el Cielo? ¿Has venido aquí para estar en presencia de
la Madre de Dios, María santísima, en presencia de San Miguel y de todos los
ángeles, en presencia de Lino, Cleto, Sixto, de Felicidad y Perpetua, de Lucía
y de todos los santos? ¿Quieres probar la realidad del Paraíso? Entonces
quédate, sé paciente y espera la venida del Señor. Él no se demorará. Espera
aquí con esperanza y sabe que Él ha venido, que viene y que vendrá.
Padre Richard
Cipola
(Traducido por
Lucas Moreno. Artículo original)
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