Hace falta un puñado
de Sacerdotes locos por Dios.
Que sean profetas y
combatientes que libren justisima guerra contra los principados, las potestades
y demás principalías del mundo, las sectas, las falsas religiones, las curias
corrompidas y los infiernos.
Que le canten la justa a quien
sea, venga quien viniere, donde sea y cuando sea.
Sacerdotes que amen misionar,
pero que más amen irse al Paraíso.
Sacerdotes que vivan una
existencia épica.
Sacerdotes empeñados en osar
las máximas hazañas, aunque esas hazañas siempre fracasen.
Sacerdotes que vivan soñando y
orando y luchando para que sus mayores ensueños, con tal que sean
divinamente inspirados, sean hechos realidad por la Omnipotencia de Dios.
Sacerdotes enamorados del
Santo Rosario.
Sacerdotes que amen el estudio
y que empleen buena parte de su día contemplando al Dios vivo.
Sacerdotes que crean que cinco
panes y dos peces alcanzan y sobran para convertir el mundo entero.
Sacerdotes que tengan
como horizonte apostólico normal la traslación de montañas, la resurrección de
muertos y la expulsión de legiones diabólicas.
Sacerdotes hechos de fuego, de
fuego divino y siempre creciente. Sacerdotes que sean un fuego devorador que
todo lo queme e incendie.
Sacerdotes locos de remate que
no le tengan miedo a nada y que amen los mayores peligros y vivir en medio de
ellos.
Sacerdotes a los que les
importe nada de nada ni el mundo ni los fracasos visibles.
Sacerdotes que prefieran vivir
en los contextos humanamente más inconvertibles de todos, para con la
gracia de Dios, osar convertirlos, contra viento y marea, contra huracanes y
tsunamis, contra calamidades y apostasías vaticanas.
Sacerdotes que apunten a
implantar una vez más la Cristiandad, más la mayor jamás habida, para darle el
gusto a Dios y la Virgen y para arrancarle a la ilimitada dadivosidad de Dios
Padre los milagros más maravillosos jamás imaginados.
Sacerdotes que vivan el
próximo año como el último año de su vida.
Sacerdotes crucificados antes,
durante y después de la Misa, convertida en su más devastador puesto de
guerra contra el infierno, la sinagoga satanae,
la paganidad remanente y la apostasía global.
Sacerdotes santísimos, llenos
del Espíritu Santo… que Dios y la Virgen nos los manden. Amen.
Padre Federico
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