La crucifixión de
nuestra carne empieza cuando abrimos los ojos con profundo amor a la carne
crucificada de nuestro Salvador.
Por: Fray Nelson Medina, OP | Fuente: fraynelson.com
PREGUNTA:
Hola Padre, me da gusto
saludarlo. Padre una pregunta: ¿Qué significa crucificar nuestra carne en la
cruz de Cristo? Gracias. -- J.A.F.
RESPUESTA:
Significa varias cosas,
según entiendo a partir de diversos autores.
1. Lo
primero es estar en guardia contra la tentación de construirnos "paraísos". Como he comentado en otras
ocasiones, según el relato del Génesis, sabemos que Adán y Eva fueron sacados
del paraíso terrenal pero la serpiente quedó allá. Con este sencillo detalle la
Biblia nos enseña que al final nos hace daño todo intento de volver al
paraíso--que en la práctica se nota en nuestra
tendencia a buscar o construir lugares que regalen de placer nuestros sentidos.
Con mucha facilidad y demasiada frecuencia
sucede que la abundancia de mimo y placer conducen a sensualidad, gula,
lujuria, y también: egoísmo, vanidad y dureza de corazón.
2. Es
necesario entonces "educar" nuestra
carne, en dos sentidos: no podemos
darnos gusto en todo y necesitamos una disciplina para lograr lo mejor
de nosotros mismos. El esfuerzo debe ser a la vez evitando el exceso de placer
y animándonos en el esfuerzo de cultivar aquellas virtudes que, precisamente
porque son arduas, son también más escasas y por ello más necesarias. Esta fase implica vencer la pereza y avanzar
en la perseverancia, la constancia en el bien, el entrenamiento necesario para
las batallas que sin duda han de llegar.
3. La
mención de la Cruz en aquello de "crucificar
nuestra carne" es esencial, por supuesto. La crucifixión de nuestra carne no empieza cuando nosotros sufrimos sino
cuando abrimos los ojos con viva atención y profundo amor a la carne
crucificada de nuestro Salvador. Sabernos así amados produce a la vez
gratitud y dolor. ¿Serías capaz de ver a tu mejor
amigo, o a tu papá o tu mamá, sufriendo horrorosamente solo por salvar tu vida?
¿No es verdad que sentirías amor, agradecimiento pero también dolor solidario y
profundo? Eso es lo que un cristiano sincero siente ante la Cruz y ante
el Crucificado. Un cristiano así formado no hace del dolor un propósito que
busca sino una realidad con la que se encuentra allí donde encontró a su Amado
Cristo, es decir, en la Cruz. Sin esta experiencia, todo lo que se haga
espiritualmente como penitencia se queda corto en la intención.
4. Una
vez que la persona se ha enamorado del amor dulce pero tan duro y real de la
Cruz de Cristo, va sintiendo en sí mismo la necesidad de unirse a ese dolor, de
distintas maneras, sobre todo dos: como
reparación por tantas ofeensas que recibe el Corazón de Cristo, y como
herramienta de combate que suplica con intenso ardor por la conversión de los
pecadores. Es aquí donde encontramos a los santos penitentes, que se unen de un
modo firme y constante con la Cruz, deseosos de ser uno solo con el Redentor. No es que quieran reemplazar a Cristo, como quitándolo de
su lugar, que es absolutamente único, sino que quieren estar ahí, unidos por
amor que brota de Cristo y da su fruto en los verdaderos cristianos.
5. La
culminación de todo este itinerario de amor es el deseo mismo de morir por Él,
es decir, dar la vida por su gloria, por su Evangelio y por su Iglesia.
Multitud de santos han conocido las llamas del santo deseo del martirio, que en
ocasiones llega a su culminación con el sacrificio, y en otras ocasiones queda
simplemente como deseo quemante que sin embargo perfecciona y eleva el alma.
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