Es bastante
difundida la versión de que ese día se celebraba en Roma la victoria de la luz
sobre la oscuridad.
Por: Francisco Vaaro | Fuente: www.primeroscristianos.com
Los cristianos de la primera generación, es
decir, aquellos que escucharon directamente la predicación de los Apóstoles, conocían bien y meditaban con frecuencia la
vida de Jesús. Especialmente los momentos decisivos: su pasión, muerte
redentora y resurrección gloriosa.
También recordaban sus milagros, sus parábolas y
muchos detalles de su predicación. Era lo
que habían oído contar a aquellos que habían seguido al Maestro durante
su vida pública, que habían sido testigos directos de todos aquellos
acontecimientos.
Acerca
de su infancia sólo conocían algunos detalles que tal vez narrara el propio
Jesús o su Madre, aunque la mayor parte de ellos María los
conservaba en su corazón.
Cuando se escriben los evangelios sólo se deja
constancia en ellos de lo más significativo acerca del nacimiento de Jesús.
Desde perspectivas diferentes, Mateo y Lucas recuerdan los mismos hechos
esenciales: que Jesús nació en Belén de Judá, de la Virgen María, desposada
con José, pero sin que Ella hubiese conocido varón. Además, hacia
el final de los relatos sobre la infancia de Jesús, ambos señalan que después
fueron a vivir a Nazaret.
Mateo subraya que Jesús es el Mesías
descendiente de David, el Salvador en el que se han cumplido las promesas de
Dios al antiguo pueblo de Israel. Por eso, como la pertenencia de Jesús al
linaje de David viene dada por ser hijo legal de José, Mateo narra los hechos
fijándose especialmente en el cometido del Santo Patriarca.
Por su parte, Lucas, centrándose en la
Virgen -que representa también a la humanidad fiel a Dios-, enseña que el Niño
que nace en Belén es el Salvador prometido, el Mesías y Señor, que ha venido al
mundo para salvar a todos los hombres.
En el siglo II el deseo de saber más sobre el
nacimiento de Jesús y su infancia hizo que algunas personas piadosas, pero sin
una información histórica precisa, inventaran relatos fantásticos y llenos de
imaginación. Se conocen algunos a través de los evangelios apócrifos. Uno de
los relatos más desarrollados sobre el nacimiento de Jesús contenido en los
apócrifos es el que se presenta en el llamado Protoevangelio de Santiago, según
otros manuscritos, Natividad de María, escrito a mediados del siglo II.
En las primeras generaciones de cristianos la
fiesta por excelencia era la Pascua, conmemoración de la Resurrección del
Señor. Todos sabían bien en qué fechas había sido crucificado Jesús y cuándo
había resucitado: en los días centrales de la
celebración de la fiesta judía de la Pascua, en torno al día 15 de Nisán, es
decir, el día de luna llena del primer mes de primavera.
Sin embargo, posiblemente no conocían con la
misma certeza el momento de su nacimiento. No formaba parte de las costumbres de los primeros cristianos la
celebración del cumpleaños, y no se había instituido una fiesta
particular para conmemorar el cumpleaños de Jesús.
¿POR QUÉ SE CELEBRA EL 25 DE DICIEMBRE?
Hasta el siglo III no tenemos noticias sobre el
día del nacimiento de Jesús. Los primeros testimonios de Padres y escritores
eclesiásticos señalan diversas fechas. El primer testimonio indirecto de que la
natividad de Cristo fuese el 25 de diciembre lo ofrece Sexto Julio Africano el
año 221. La primera referencia directa
de su celebración es la del calendario litúrgico filocaliano del año 354
(MGH, IX,I, 13-196): VIII kal. Ian. natus Christus in Betleem Iudeae ("el 25 de diciembre nació Cristo en Belén de
Judea"). A partir del siglo IV los testimonios de este día como
fecha del nacimiento de Cristo son comunes en la tradición occidental, mientras
que en la oriental prevalece la fecha del 6 de enero.
Una explicación bastante difundida es que los
cristianos optaron por ese día porque, a partir del año 274, el 25 de diciembre
se celebraba en Roma el dies natalis Solis invicti,
el día del nacimiento del Sol invicto, la victoria de la luz sobre la noche más
larga del año.
Esta explicación se apoya en que la liturgia de
Navidad y los Padres de la época establecen un paralelismo entre el nacimiento
de Jesucristo y expresiones bíblicas como "sol
de justicia" (Ma 4,2) y "luz del
mundo" (Jn 1,4ss.).
Sin embargo, no hay pruebas de que esto fuera así y parece difícil imaginarse que los
cristianos de aquel entonces quisieran adaptar fiestas paganas al calendario
litúrgico, especialmente cuando acababan de experimentar la persecución.
Otra explicación más plausible hace depender la
fecha del nacimiento de Jesús de la fecha de su encarnación, que a su vez se
relacionaba con la fecha de su muerte. En un tratado anónimo sobre solsticios y
equinoccios se afirma que "nuestro Señor fue
concebido el 8 de las kalendas de Abril en el mes de marzo (25 de marzo), que
es el día de la pasión del Señor y de su concepción, pues fue concebido el
mismo día que murió" (B. Botte, Les Origenes de la Noël et de
l’Epiphanie, Louvain 1932, l. 230-33). En la tradición oriental, apoyándose en
otro calendario, la pasión y la encarnación del Señor se celebraban el 6 de
abril, fecha que concuerda con la celebración de la Navidad el 6 de enero.
La relación entre pasión y encarnación es una
idea que está en consonancia con la mentalidad antigua y medieval, que admiraba
la perfección del universo como un todo, donde las grandes intervenciones de
Dios estaban vinculadas entre sí.
Se trata de una concepción que también encuentra
sus raíces en el judaísmo, donde creación y salvación se relacionaban con el
mes de Nisán.
El arte cristiano ha reflejado esta misma idea a
lo largo de la historia al pintar en la Anunciación de la Virgen al niño Jesús
descendiendo del cielo con una cruz.
Así pues, es posible que los cristianos
vincularan la redención obrada por Cristo con su concepción, y ésta determinara
la fecha del nacimiento. "Lo más decisivo fue
la relación existente entre la creación y la cruz, entre la creación y la
concepción de Cristo" (J. Ratzinger, El espíritu de la liturgia,
131).
La difusión de la celebración litúrgica de la
Navidad fue rápida. En la segunda mitad del siglo IV se va extendiendo por todo
el mundo cristiano: por el norte de África
(año 360), por Constantinopla (año 380), por España (año 384) o por Antioquía
(año 386). En el siglo V la Navidad es una fiesta casi universal.
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