El
escritor habla de su relación con la fe y de la importancia de la batalla
cultural.
Juan Manuel de Prada habla abiertamente de su vida
durante su entrevista con la revista Misión.
Juan
Manuel de Prada es uno
de los grandes intelectuales católicos. Desde sus tribunas defiende su visión
católica de todos los ámbitos de la vida sea o no sea políticamente correcto.
Esto le ha causado numerosos problemas y ataques tanto por la izquierda como
por la derecha.
Este
escritor nacido en Baracaldo y criado en Zamora pide recuperar las posiciones abandonadas que los católicos y la Iglesia han
dejado en las últimas décadas, a sabiendas de que la batalla no será
sencilla.
Colaborador
habitual de Misión,
publicación que acaba de cumplir 10 años de existencia, Juan Manuel ha concedido una
entrevista a esta revista en la que habla de su vida, su relación
con Dios y también de los retos a los que se enfrentan los católicos: "Mostrar hoy el pecado resulta escandaloso"
-
SUS ARTÍCULOS SUELEN SER PROVOCADORES, PERO ORTODOXOS DESDE EL PUNTO DE VISTA
DE LA MORAL CATÓLICA, MIENTRAS SUS LIBROS CONTIENEN ESCENAS DE UN NATURALISMO
SÓRDIDO. ¿POR QUÉ CULTIVA ESA DUALIDAD?
-No
existe tal dualidad. Escribo artículos para vivir, porque no me queda otro
remedio, y en ellos doy mi opinión sobre temas de actualidad. La novela es diferente,
porque en una novela tienes que mostrar la vida tal cual es, sin edulcorarla.
Pero en estos momentos, la mentalidad
católica está tan a la defensiva que ha dejado de entender el sentido del arte.
-
EXPLÍQUEME ESTO MEJOR.
- Para
iluminar la naturaleza humana hay que mostrar sus aspectos más oscuros o
escabrosos. Durante mucho tiempo esto no causó problemas, porque aunque se
mostraba el mal, también se mostraban sus efectos y no se presentaba el mal
como bien. Pero desde el siglo XIX, la
Iglesia se ha protestantizado y ha asimilado formas de ver el mundo que no son
católicas. Hoy mostrar el mal y el pecado resulta escandaloso, así que
hemos desarrollado un puritanismo que convierte en irrelevante el arte
católico.
-
¿SERÁ QUE NOS CANSA QUE EL MUNDO PRESENTE LO MALO COMO BUENO?
- El
mundo se ha separado tanto de la visión católica que ha condenado al católico a
un gueto. Por una parte, los católicos hemos abandonado las posiciones de
vanguardia. Por otra, hemos desarrollado una sensibilidad sulpiciana, como esas
figuras de yeso almibaradas que han hecho estragos. La cultura católica ha dejado de existir o es infantil y edulcorada.
Esto, acompañado de un establishment cada
vez más anticatólico, genera puritanismo.
-
Y ESTO NO AFECTA SOLO AL ARTE, ¿NO?
- No. Hay
un momento en que, ante la oleada anticatólica provocada por el auge del
liberalismo, la Iglesia se refugia, siguiendo lo que dice el Apocalipsis para
tiempos de crisis: “Conserva lo que tienes”. Y al hacerlo, ha renunciado a muchas cosas: las Bellas Artes, la
Filosofía, las Humanidades… hemos abandonado todos esos terrenos al
enemigo. Y cuando, por ejemplo, abandonas el estudio de la Economía, al final
adoptas las teorías al uso por anticatólicas que sean; o si abandonas el
pensamiento político, te arriesgas a que los fieles terminen siendo de derechas
o de izquierdas.
-¿CÓMO
REVERTIMOS ESTA SITUACIÓN?
- Para revertir la situación hay que volver a
ocupar las posiciones que se abandonaron. Sin embargo, hoy por hoy, y
sin intervención sobrenatural, es prácticamente imposible. Más bien estamos
próximos a un momento en el que no se podrá hablar sobre ciertos temas o con
determinados enfoques. Este es como todos los momentos de soberbia de la
humanidad, que suelen saldarse con descalabros. Pienso que en los próximos años
habrá un derrumbe.
-
¿A QUÉ SE REFIERE?
- La
decadencia de occidente, una vez abandonada la fuerza nutriente que le daba la
fe religiosa, es brutal. Es muy probable que de aquí a cincuenta o cien años
haya entrado en una necrosis insalvable. Esta época de descomposición de la
razón será muy rápida. Y en cien años, como tras la devastación del Imperio
Romano, sobre las ruinas, habrá que levantarla de nuevo. Surgirá de forma
natural, al principio incipiente y minoritaria, la necesidad de una reconquista cultural, que se extenderá a ámbitos
mayores. Creo más en eso que en invertir la tendencia.
-
¿Y CÓMO SALVAGUARDAMOS AQUELLOS VALORES QUE NO PODEMOS PERDER?
-
Mediante la tradición. Hay que procurar
crear vínculos fuertes, mantenerte fiel a aquello que quieres salvar y
transmitírselo a tus hijos. No hay otra manera, aunque cada vez sea más
difícil. Confío más en la transmisión personal que en el adoctrinamiento de los
medios o los instrumentos tecnológicos. Cristo, si hubiese querido, hubiera
inventado el megáfono, el telégrafo, internet… Pero decidió comunicarse
mediante la transmisión personal. Es lo más eficaz.
-
SIN EMBARGO, DEFIENDE LA NECESIDAD DE DAR LA BATALLA EN EL ESPACIO PÚBLICO.
-
Naturalmente. Cada uno, en la medida de sus posibilidades, debe seguir dando la batalla, entre otras
cosas porque así desgastas al enemigo. Hay que reclamar la ayuda divina,
pero también seguir luchando y trabajando.
-
SI EN LA IGLESIA FALTAN LÍDERES, ¿TIENEN LOS LAICOS QUE DAR UN PASO AL FRENTE?
- La
Iglesia es una sociedad jerárquica. Naturalmente, los laicos tienen que tener
mucho protagonismo, pero no lo pueden tener si no reciben instrucción. Un
ejemplo: en los medios en que colaboro, tengo problemas muy serios cuando toco
cuestiones de género. Es un tabú: puedes hablar para defenderlo, o tienes la
opción de callar, pero si hablas en contra, eres anatemizado, reprendido o
despedido. Esto cambiaría si la Iglesia
hablara de ello, que es de lo que tiene que hablar, porque es el gran
desafío actual. Si decide no hablar, deja a la gente a la intemperie.
-
¿USTED SE HA SENTIDO DESAMPARADO EN SU DEFENSA PÚBLICA DE LA FE?
- Cuando
eres una persona con vocación pública, el efecto de ese silencio eclesial es
demoledor. Te quedas solo, en primera línea de fuego y desguarnecido. Hoy nos tratan de imponer una dictadura
mental, pero aún hay quienes la pueden dinamitar. Si no lo hacen, el
problema es gordo.
-
¿SE HA PLANTEADO DEJAR DE OPINAR SOBRE CIERTOS TEMAS?
- Sí. De
hecho, te confieso que estoy considerando seriamente dejar de escribir en
prensa. Salvo que la cosa cambie mucho, abandonaré. No puedes vivir en constante inmolación.
-
SIEMPRE LE QUEDARÁ MISIÓN…
- Lo
mejor de Misión es que aborda todo
desde el punto de vista católico. Hoy hay que mostrar a los católicos que la fe
no es solo cumplir preceptos, sino que se han comprometido con una fe encarnada
que da una mirada sobre las realidades naturales. Es lo que hace Misión. Por
eso tiene que estar a la vanguardia, respondiendo a las inquietudes de un
católico que se desenvuelve en el mundo. Lo que no tiene que hacer es replegarse y dejar de tocar cuestiones que
molestan al mundo. Por ejemplo, cuando escribo contra la pornografía,
toda la gente que está enganchada, y toda la gente que necesita que otros estén
enganchados, se revuelven como hienas. Misión tiene que estar ahí, dando
la batalla en las cuestiones espinosas.
-
LLEVA LA VITOLA DE ESCRITOR CATÓLICO. MÁS ALLÁ DE DEFENDER UNA DOCTRINA, ¿CÓMO
ES SU RELACIÓN CON CRISTO?
- Es una relación un poco conflictiva, de
muchísimo amor y muchísimo dolor. Es como la relación de Jacob cuando
tiene que pelear con Dios: yo estoy en una pelea constante con Él porque hay
cosas que me cuesta aceptar.
-
¿POR EJEMPLO?
- La
imitación de Cristo, que es la razón de ser de la vida cristiana, es dura: tienes que renunciar a muchas cosas y adoptar
una forma de vida muy reñida con el tiempo que vivimos. Y no tanto en
las pasiones inmediatas, sino en renunciar a cosas como el éxito. Pero ese
componente de lucha es muy necesario para el cristiano.
-
¿REZA USTED?
- A
diario. Alterno oraciones tradicionales
con el diálogo directo con Dios. Soy tradicional: rezo al levantarme, al
acostarme y con actos de piedad como el ángelus y el Rosario. Y luego, en
momentos variopintos.
-¿Y
SE CONFIESA?
- ¡Cómo no me voy a confesar! Me confesé anteayer,
mismamente. Pero lo bueno de envejecer
es que a medida que te haces viejo, pecas menos. En realidad, y lo
considero un punto a mi favor, siempre he tenido más problemas con los pecados
de la carne que con los del espíritu. Y los auténticamente infernales son los
del espíritu, aunque los de la carne te vayan preparando. Con los años se
atempera uno, así que peco menos.
-VIENE
DE UNA FAMILIA SÓLIDA, TIENE FE, PERO PASÓ POR UN DIVORCIO Y UN PROCESO DE
NULIDAD. ¿CÓMO LO VIVIÓ?
- El
divorcio es la más grave plaga social. Y para un católico es especialmente
duro, porque se encuentra, de repente, con que el matrimonio, que para él es
indisoluble, es tirado a la papelera y se acabó. Así que tu visión de la vida
se hace añicos y no puedes hacer nada por evitarlo. Para mí fue muy duro, porque fui una persona abandonada. Me tropecé con
muchas incomprensiones desde cierto mundo católico, corroído por el
fariseísmo, donde se me tachó de libertino y disoluto; y en el proceso de
nulidad encontré una enorme inhumanidad. No porque, como dicen los enemigos de
la Iglesia, el proceso sea muy costoso, sino porque descubrí comportamientos
burocráticos horrendos.
-
NO QUISIERA SER ESCABROSO, PERO LOS EJEMPLOS AYUDAN A ENTENDER…
- En ese
momento, el Derecho Canónico recomendaba que los procesos de nulidad durasen un
máximo de año y medio; el mío duró tres. Lo más terrible fue la actitud de un
psicólogo miserable, que tardó siete meses en emitir un dictamen pericial y,
cuando lo hizo, resultó un corta-pega de la peor calaña, en el que ni cambió los
nombres. Esa prueba fue declarada nula, pero la Iglesia no puede dispensar ese
trato a quienes acuden a ella. Así que, del mismo modo que creo que el Papa se
equivocó al introducir la problemática de la comunión a los divorciados, pienso
que ha acertado al aliviar los trámites del proceso de nulidad. Lo más importante es que la Iglesia enseñe a
los católicos el sentido del matrimonio y los compromisos que uno asume al
casarse. Si no, los católicos seguirán siendo triturados por un mundo
que ha declarado la guerra al matrimonio.
-TRAS
LA NULIDAD SE CASÓ, NO “DE NUEVO”, SINO “DE VERDAD”. ¿CÓMO VIVE AHORA SU
MATRIMONIO?
- Dios,
en efecto, me concedió una segunda oportunidad, poniendo en mi camino a una
mujer excepcional que me rescató de las tinieblas. Todos los días le doy gracias por este milagro, que me sigue
conmoviendo, aunque se haya convertido en algo cotidiano. Al lado de mi
esposa [la periodista María Cárcaba] he descubierto el sentido de comunión
perfecta, esa impresión de que al fin estás siendo completado por alguien que,
a su vez, se siente completado por ti. Por eso invito a los católicos que se
hallen en situación irregular, tras el fracaso de sus uniones, a que acudan a
la Iglesia. Muchos matrimonios aparentemente válidos fueron nulos, porque alguno
de los contrayentes (o ambos) excluyó las obligaciones del matrimonio al
prestar su consentimiento. La única manera en que un católico divorciado puede
hallar paz no es acudiendo a comulgar, sino acudiendo a su obispo para que
analice a fondo su matrimonio. A veces, tras un purgatorio terrible, viene el
don de un matrimonio verdadero. Así me ocurrió a mí.
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