Hay
muchas maneras distintas de hablarnos a nosotros mismos. Una forma es
afirmándonos. Por ejemplo, antes de una fiesta nos pudiésemos sentir un
poco nerviosos así que nos decimos: “Todo está bien, todo va a salir bien”.
Otra
manera de hablarnos a nosotros mismos es darnos consejo ó instrucción.
Por ejemplo: “en la fiesta, enfoquémonos en animar
a la gente a compartir de sí mismos”.
Otra
posible manera de hablarnos a nosotros mismos es condenándonos. “Me veo malísimo; soy un perdedor”.
O
pudiéramos hacernos una pregunta. En camino a la fiesta, pudiésemos
preguntarnos: “¿Qué puedo hacer esta noche que la
haría genuinamente divertida?”
De
todas las posibles maneras de hablarnos a nosotros mismos, el hacernos
preguntas es la más poderosa. Las preguntas dirigen nuestra mente y ponen
en movimiento trenes de pensamiento. Eso es lo que las hace
poderosas. Las preguntas son generativas; generan pensamientos. Y
porque son tan poderosas, realmente hace la diferencia ponerle atención a las
pregunta que nos hacemos a nosotros mismos y hacernos buenas preguntas.
Hacernos
una mala pregunta antes de una fiesta, por ejemplo, pueden crear ansiedad
excesiva y una experiencia negativa. Por ejemplo: “¿Y qué si no puedo pensar en nada que decir? ¿Y si meto la
pata? ¿Y qué si soy un perdedor por el resto de mi vida y nunca me caso y
vivo solo y despreciado por el mundo?” Las preguntas de “qué pasaría si” están creando una cadena de
pensamientos e imágenes angustiosos que producen sentimientos de
ansiedad. Con pensamientos como estos en nuestra mente, llegamos a la
fiesta sintiéndonos nerviosos y apartados. No podemos pensar en nada
agradable que decir (porque nuestros propios pensamientos angustiosos ocupan
nuestra mente) y nos dejamos mal a nosotros mismos con nuestra torpeza.
Mantengamos esto y nuestras tristes predicciones de una vida solitaria se
volverán realidad—no porque seamos estúpidos ó feos ó tengamos fallas de
carácter, sino tan sólo porque nunca prestamos atención a las preguntas que nos
hacemos y nunca intentamos hacernos preguntas de alta calidad.
¿Qué
constituye una buena pregunta? Esa es
la obvia siguiente pregunta, ¿verdad? ¿Qué
hace de una pregunta, una buena pregunta? La respuesta es
sencilla. Una pregunta de alta calidad tiene un buen resultado.
Enfoca nuestra atención en algo que nos hace efectivos. Dirige nuestra
mente hacia algo que nos ayuda a manejar exitosamente la situación. Una
pregunta es buena si nos lleva a un buen resultado.
Mala
pregunta: ¿Y qué si no les
gusto? Buena pregunta: ¿Qué cosa puedo hacer ahora mismo que me haga más atractivo?
Mala
pregunta: ¿Y qué si fracaso en
alcanzar mi meta? Buena pregunta: ¿Qué es lo más importante que pudiera hacer para asegurarme que
alcanzo mi meta?
Una
pregunta de alta calidad es una que produce un resultado final deseado.
Revisemos las preguntas que nos hacemos (tendremos que prestar atención ya que
nuestros pensamientos pasan automáticamente la mayoría del tiempo) y entonces
hacer esta pregunta: “¿Cuál será el resultado de
hacerme esta pregunta?”
Si el
resultado no es bueno, preguntémonos: “¿Qué
resultado queremos?” Y cuando decidimos el resultado,
preguntémonos: “¿Qué pregunta puedo hacerme que me
ayude a alcanzar ese resultado?” ¡No nos conformemos con la primera cosa
que nos venga a la mente! Pensemos en ello; forcémonos a pensar en
diez posibles buenas preguntas.
Entonces,
escojamos la mejor pregunta—la que produzca el mejor resultado—y practiquemos
haciéndonos esa pregunta. Practiquemos literalmente… hagámonos esa
pregunta muchas veces. Acostumbrémonos a hacérnosla… hagámosla familiar,
cómoda y automática.
Hay
ciertos momentos en que ayudaría hacernos esa pregunta; practiquemos hacérnosla
en esos tiempos.
Por
ejemplo, cuando Katie se prepara para una entrevista, no quiere obsesionarse
con sus preguntas automáticas: “¿Y qué si no me
quieren?” y “¿Y qué si quedo como una tonta
durante la entrevista?” Ella está consciente de que esas preguntas
no la ponen en su mejor estado mental para tener una entrevista exitosa.
Ella
decide que una buena pregunta a considerar es: “¿Cómo
puedo ayudar a esta gente?” Aquello la coloca en la actitud
correcta para una entrevista. Esa es una pregunta que producirá un buen
resultado. Así que mientras se viste para ir a la entrevista, se hace a
sí misma esa pregunta. La considera. Cuando su mente divaga,
regresa a esa pregunta. Y en el auto, camino a la entrevista, piensa
sobre ella un poco más buscando maneras en que puede ayudar a sus futuros
empleadores. Cada vez que su mente se distrae hacia sus preocupaciones,
ella se pregunta a sí misma: “Sí, ¿pero cómo puedo
ayudar a esta gente?” Y aún mientras camina hacia la entrevista,
se sigue preguntando cómo puede ayudarles.
¿Qué pensamos sería la diferencia entre Katie sentada para
una entrevista pensando: “¿Y qué si no me quieren?” en
contraste con preguntarse: “¿Cómo puedo ayudar a
esta gente?” ¿Qué diferencia habría en su actitud? ¿En su modo de
conducirse? ¿En el nivel de sus hormonas del estrés? ¿En su
enfoque—enfoque hacia afuera en vez de hacia adentro? Creo que
podemos ver que sería obviamente una diferencia grande y visible. La
segunda pregunta la haría mucho más efectiva en la entrevista y probablemente
la lleve a un buen resultado.
Hacernos
una buena pregunta es una herramienta poderosa. ¿Qué
grandes cosas pensamos que esto nos puede llevar a alcanzar? Buena
pregunta.
Hagámonos
preguntas a nosotros mismos que nos lleven a buenos resultados.
Adam Kahn
Fuente: www.AsAManThinketh.net
El
pensamiento de hoy es realmente una joya ya que nos anima a ser mucho más
efectivos en la comunicación que sostenemos con nosotros mismos. La
verdad es que seamos conscientes o no, nos estamos hablando a nosotros mismos
todo el tiempo… y el contenido y enfoque de esa conversación va a afectar de
manera extraordinaria no sólo nuestra vida sino también la de aquellos que
están a nuestro alrededor. Creo que vale la pena que pongamos atención a
los consejos del autor y pongamos en práctica sus sugerencias… estoy convencido
que de que todos saldremos edificados y listos para bendecir a otros.
Adelante y que Dios les bendiga.
Raúl Irigoyen
El Pensamiento Del Capellán.
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