miércoles, 19 de diciembre de 2018

ES BUENO CONFESARSE PARA SALVAR LA VIDA


Habían pasado muchos meses desde la última vez que fui a la confesión. Hubieron meses en los que olvide la limpieza y cuidado  de mi alma.  Sin embargo, no fue más que mirar el calendario del primer día de diciembre en el que decidí y sentí con fuerza moverse al Espíritu Santo en mí, en mi cuerpo y en mi corazón. Pensaba y pensaba, ¿cómo  haré  esta confesión?  Han pasado tantos meses…

Trataba de leer la información de cómo hacer una buena confesión pero no podía concentrarme. Ya estaba en la iglesia. Había una cola muy larga de personas así que no me sentí tan mal y me dije: “cuánto necesitamos de un salvador”.  La lectura de esta semana para la segunda semana de Adviento es perfecta para ilustrar que confesarse, cura la mente, tranquiliza el corazón, lo impulsa a la pureza  y da luz al alma. Salva la vida. Ahí mismo se comprueba que Jesús es luz y es Luz del mundo.  Esa luz puede verse con claridad cuando se va a la confesión tratando de salir de la oscuridad en la que seguramente uno mismo se ha metido. Lo que pasa es que si no se está  constantemente en oración muchas veces uno no se da cuenta de en qué momento ya está metido en la oscuridad. Pero Dios, en su gran misericordia, cada año, viene a nacer en el corazón, y susurra al oído por medio de la lectura: “que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale”. Isaías 40: 11

Dios sabe bien que hay muchos  caminos que se nos proponen  por estos días para llevar una vida espiritual. Y digo que lo sabe porque es así, especialmente después del aparecimiento de  internet que no deja de impresionarme.  Ha sido de gran bien para  la humanidad pero también cuanto mal a representado para  muchos. Esta  es una herramienta que puede llevarte a encontrar caminos que ni siquiera buscabas o pensabas que existían. Por ello, si eres católico tienes que estudiar tu fe. Estudiarla, sí. Porque todos esos caminos de corrientes espirituales buenas y profundas tienen entre sus devotos a gente que estudia conscientemente eso en lo que cree.  Cuando uno va a la confesión, como católico tiene que saber a  qué  va. No se puede ir a la confesión como en piloto automático,  porque hay que preparar el corazón para recibir a Dios que va a nacer y todo el mundo va. – No-. Hay que ir a la confesión porque hay una verdadera necesidad en la mente y en el corazón.  Cuando tú y yo nos confesamos hacemos también un bien incalculable a toda la Iglesia. Toda Ella se alegra y se enriquece misteriosamente cada vez que el sacerdote pronuncia la absolución. Esto es así porque mis acciones afectan tu vida  y la de muchos. Estamos todos conectados por medio de nuestras buenas obras pero  también  de nuestros pecados. El pecado, pecado es y hay que llamarlo así. Pecado es decidir separarse de Dios porque yo quiero seguir por este camino que me parece más apetecible, que despierta mi curiosidad y porque hasta hoy el del Señor me está pareciendo como aburrido… la verdad es que,  como escribe Francisco Fernández Carbajal hay en la vida cristiana dos leyes: la de la elevación , que es vivir queriendo ser bueno, de cara a Dios, practicar siempre el amor y la bondad y la ley del descenso que es la opción de abajarse como alma y con ello al mundo entero, a la Iglesia de Cristo, pues todos somos partes de su cuerpo, todos estamos  en verdad conectados.

Por ello es importante saber por  qué voy a confesarme, puedo plantearme preguntas tales como: ¿en quién me convierto cada vez que peco? ¿de qué manera mis pecados afectan a otros y  al corazón de la Iglesia que es el corazón de  Cristo? ¿a qué me estoy resistiendo o qué es lo que no quiero ver cuando dejo de asistir a la confesión?

Para muchos es  muy difícil acudir a la confesión, especialmente porque hay cosas que se deben de decir y como ser humano te llenan de vergüenza…. no sabemos que esto es así porque llegamos enfermos o ciegos.  Sin embargo la Palabra de Dios nos dice   “al mismo tiempo se acercaron a Él varios ciegos y cojos y los curo” 2 de Corintios 11,12.   A esto   vamos tú y yo cuando nos acercamos a hablar de  nuestra vida y reflexionamos frente a un hombre la pregunta – ¿en quién  me he convertido? -

 En estos días de Adviento,  esta segunda semana, tú y yo tenemos la oportunidad de reflexionar más, de sentarnos en la puerta de nuestro corazón  inclinado  de por sí  al mal a consecuencia del pecado original.  Aquí y ahora, esta  es una semana ideal para examinar como luchamos contra las pasiones, los defectos, el pensamiento, el mal carácter, la intención del corazón…

Volvamos la mirada a San José y Santa María, estudiemos sus rostros y sus corazones, sus acciones y elecciones y  tratemos con humildad de darnos cuenta si nuestras vidas son dignas para que un Rey como Jesús  venga a visitarla . Que Él quiera por siempre vivir en ella.

¡Venti Jesús!

Sheila Morataya
Austin, TX
www.sheilamorataya.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario