Habían
pasado muchos meses desde la última vez que fui a la confesión. Hubieron meses
en los que olvide la limpieza y cuidado de mi alma. Sin embargo, no
fue más que mirar el calendario del primer día de diciembre en el que decidí y
sentí con fuerza moverse al Espíritu Santo en mí, en mi cuerpo y en mi corazón.
Pensaba y pensaba, ¿cómo haré esta
confesión? Han pasado tantos meses…
Trataba de leer la información de cómo hacer una buena confesión pero no
podía concentrarme. Ya estaba en la iglesia. Había una cola muy larga de
personas así que no me sentí tan mal y me dije: “cuánto necesitamos de un salvador”. La lectura de esta semana para la segunda
semana de Adviento es perfecta para ilustrar que confesarse, cura la mente,
tranquiliza el corazón, lo impulsa a la pureza y da luz al alma. Salva la vida. Ahí mismo se comprueba
que Jesús es luz y es Luz del mundo. Esa luz puede verse con claridad
cuando se va a la confesión tratando de salir de la oscuridad en la que seguramente
uno mismo se ha metido. Lo que pasa es que si no se está constantemente
en oración muchas veces uno no se da cuenta de en qué momento ya está metido en
la oscuridad. Pero Dios, en su gran misericordia, cada año, viene a nacer en el
corazón, y susurra al oído por medio de la lectura: “que
lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale”. Isaías 40: 11
Dios sabe bien que hay muchos caminos que se nos proponen
por estos días para llevar una vida espiritual. Y digo que lo sabe porque
es así, especialmente después del aparecimiento de internet que no deja
de impresionarme. Ha sido de gran bien para la humanidad pero
también cuanto mal a representado para muchos. Esta es
una herramienta que puede llevarte a encontrar caminos que ni siquiera buscabas
o pensabas que existían. Por ello, si eres católico tienes que estudiar tu
fe. Estudiarla, sí. Porque
todos esos caminos de corrientes espirituales buenas y profundas tienen entre
sus devotos a gente que estudia conscientemente eso en lo que cree.
Cuando uno va a la confesión, como católico tiene que saber a qué
va. No se puede ir a la confesión como en piloto automático, porque
hay que preparar el corazón para recibir a Dios que va a nacer y todo el mundo
va. – No-. Hay que ir a la confesión porque hay una verdadera necesidad en
la mente y en el corazón. Cuando tú y yo nos confesamos hacemos también
un bien incalculable a toda la Iglesia. Toda Ella se alegra y se enriquece
misteriosamente cada vez que el sacerdote pronuncia la absolución. Esto es así
porque mis acciones afectan tu vida y la de muchos. Estamos todos
conectados por medio de nuestras buenas obras pero también de
nuestros pecados. El pecado, pecado es y hay que llamarlo así. Pecado es
decidir separarse de Dios porque yo quiero seguir por este camino que me parece
más apetecible, que despierta mi curiosidad y porque hasta hoy el del Señor me
está pareciendo como aburrido… la verdad es que, como escribe Francisco
Fernández Carbajal hay en la vida cristiana dos leyes: la de la elevación , que
es vivir queriendo ser bueno, de cara a Dios, practicar siempre el amor y la
bondad y la ley del descenso que es la opción de abajarse como alma y con ello
al mundo entero, a la Iglesia de Cristo, pues todos somos partes de su cuerpo,
todos estamos en verdad conectados.
Por ello es importante saber por qué voy a confesarme, puedo plantearme
preguntas tales como: ¿en quién me convierto cada
vez que peco? ¿de qué manera mis pecados afectan a otros y al corazón de
la Iglesia que es el corazón de Cristo? ¿a qué me estoy resistiendo o qué
es lo que no quiero ver cuando dejo de asistir a la confesión?
Para muchos es muy difícil acudir a la confesión, especialmente
porque hay cosas que se deben de decir y como ser humano te llenan de vergüenza….
no sabemos que esto es así porque llegamos enfermos o ciegos. Sin embargo
la Palabra de Dios nos dice “al mismo
tiempo se acercaron a Él varios ciegos y cojos y los curo” 2 de
Corintios 11,12. A esto vamos tú y yo cuando nos
acercamos a hablar de nuestra vida y reflexionamos frente a un hombre la
pregunta – ¿en quién me he convertido? -
En estos días de Adviento, esta segunda semana, tú y yo
tenemos la oportunidad de reflexionar más, de sentarnos en la puerta de nuestro
corazón inclinado de por sí al mal a consecuencia del pecado
original. Aquí y ahora, esta es una semana ideal para examinar como
luchamos contra las pasiones, los defectos, el pensamiento, el mal carácter, la
intención del corazón…
Volvamos la mirada a San José y Santa María, estudiemos sus rostros y
sus corazones, sus acciones y elecciones y tratemos con humildad de
darnos cuenta si nuestras vidas son dignas para que un Rey como Jesús
venga a visitarla . Que Él quiera por siempre
vivir en ella.
¡Venti Jesús!
Sheila Morataya
Austin, TX
www.sheilamorataya.com
Austin, TX
www.sheilamorataya.com
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