En
los últimos años hemos asistido a una explosión de canonizaciones de Papas, de
repente parecería que todos son santos. Sin embargo, las canonizaciones papales
han sido rarísimas hasta el periodo postconciliar, veamos algunos datos:
·
Desde el Siglo XVI hasta el
Vaticano II solamente dos Papas han sido canonizados. Y vaya que dos Papas: San
Pío V y San Pío X. San Pio V falleció en 1572 y fue canonizado por Clemente XI
en 1712: ¡140 años después!, mientras que
San Pío X falleció en 1914 y fue canonizado por Pío XII en 1954.
·
Por no hacer demasiado farragoso
este artículo me ceñiré ahora a sólo un periodo, suficiente a modo ilustrativo.
Desde el siglo X tenemos una lista importante de Papas beatificados esperando a
ser canonizados, el que más (Victor III) lleva la friolera de 931 años
esperando, y el que menos (Pío IX) 140 años:
1.
Beato Víctor III (1087): 931 años esperando.
2.
Beato Urbano II (1099): 919 años.
3.
Beato Eugenio III (1153): 865 años
4.
Beato Gregorio X (1276): 742 años
5.
Beato Inocencio V (1276): 742 años
6.
Beato Benedicto XI (1304): 714 años
7.
Beato Urbano V (1370): 648 años.
8.
Beato Inocencio XI (1689): 329 años.
9.
Beato Pío IX (1878): 140 años.
·
En el periodo descrito desde el
siglo X hasta el Vaticano II, se canonizaron tan sólo cinco Papas: San León IX, San Gregorio VII, San
Celestino V, San Pío V y San Pío X.
Según estos datos, se evidencia sin duda alguna que las canonizaciones
papales han sido algo muy raro.
Cinco en mil años, lo cual da una media de un Papa cada 200 años.
Sin
embargo, nos encontramos con que parece que de repente todos los Papas desde el
Vaticano II son santos, y además lo son proclamados en un cortísimo espacio de
tiempo: Ya tenemos a Juan XXIII, Pablo VI y a Juan
Pablo II, y se nos anuncia que Juan Pablo I también está al caer, mientras que
el propio Francisco ya entre bromas insinúa la prevista canonización de
Benedicto XVI y de él mismo.
Si en mil años se han canonizado cinco Papas, y desde 2013 a el actual
llevamos ya tres, supone que hemos
pasado de una media de un Papa canonizado cada 200 años, a un Papa canonizado
cada 2 años. Si lo trasladamos a días la estadística resulta aún más clara.
Antes se canonizaba un Papa cada 365.000 días y ahora cada 2.190 días.
Es
evidente que, como en tantas cosas desde el Vaticano II, hay un cambio
sustancial e importante. A nadie debe escapar este hecho que resulta cuando
menos sorprendente. Cualquier católico de a pie que no haya perdido el sentido
común debiera cuando menos estar extrañado: ¿De repente todos los Papas son
santos tras el Vaticano II? ¿Por qué tan rápido y
todos?
LOS HECHOS DE LOS PAPAS POSTCONCILIARES
Si ya
resulta anormal el cambio de ritmo de canonizaciones papales, más extraño es si
analizamos qué ha pasado durante los pontificados de los Papas postconciliares
ya canonizados
No voy a entrar a valorar si tal Papa era más piadoso o menos, si rezaba
diez rosarios al día o ninguno, si dormía con cilicios o en una cama de
plumón. Proponer a un Papa como santo público no
es sólo decir que era un gran devoto, es proponer al pueblo cristiano su
ejercicio en tanto que Papa como modélico y ejemplar, porque no hay santidad
sin el correcto cumplimiento de las obligaciones de estado. La
propia Virgen nos advirtió en Fátima que el gran sacrificio que nos pedía a todos
en esta época moderna era el perfecto cumplimiento de nuestras obligaciones de
estado. Va de suyo que en los Papas su principal obligación de estado es la
custodia y transmisión de la Fe católica íntegra e inalterada, así como las
tradiciones legadas desde tiempos apostólicos ininterrumpidamente por todos sus
sucesores.
Creo que
no es necesario ilustrar los méritos sobrados y reconocidos de San Pío V y San
Pío X, pero ¿qué méritos atesoran Juan XXIII, Pablo
VI y Juan Pablo II?
No es mi
intención hacer aquí una exposición sobre los hechos y dichos de cada papa,
sobre lo cual ya hay una abundante bibliografía en esta misma web, pero sí hay
que subrayar que todos tienen algo en común: el Vaticano II. Veamos solamente
alguna pincelada sobre esto.
EL VATICANO II
A no ser
que queramos estar absolutamente ciegos -y lo hay a raudales-, es absoluta y
objetivamente indiscutible que el Vaticano II ha desencadenado en términos
puramente estadísticos una crisis en la Iglesia como nunca se ha conocido.
Si lo
analizamos numéricamente, con simple estadística, una Iglesia floreciente, con
todos los defectos que tuviera -que los había-, ha pasado en unos años a una
caída de estadísticas en todos los niveles absolutamente impresionante. Y es
algo de tal calibre que no se me ocurre pensar en una empresa que a un jefe se
le ocurra innovar, y como resultado las ventas cayeran un 2000%, y encima pueda
haber alguien lo suficientemente descerebrado que se le ocurra darle el premio
de “mejor jefe del año” e ir orgullosamente
diciendo que era un gran “jefazo”.
JUAN XXIII
Juan
XXIII tiene el dudoso “honor” de haber
convocado el Concilio Vaticano II, que ha supuesto la mayor catástrofe en la
historia de la Iglesia.
Este “honor” se ve acrecentado por la nefasta línea
maestra que marcó en la apertura del Concilio, y que ha supuesto de hecho la
guía de actuación, hasta hoy día, de inacción y complicidad de todos los papas
postconciliares y obispos. En la misma tuvo la “brillante”
idea de pretender que la Iglesia en adelante no debía condenar errores,
sino sólo proponer su doctrina de forma amable y sonriente. La consecuencia ya
la vemos a 50 años vista: toda la iglesia infectada de herejías y errores.
“Siempre la Iglesia se opuso a estos
errores. Frecuentemente los condenó con la mayor severidad. En nuestro tiempo, sin embargo, la Esposa de
Cristo prefiere usar la medicina de la misericordia más que la de la severidad.
Ella quiere venir al encuentro de las necesidades actuales, mostrando la
validez de su doctrina más bien que renovando condenas. No es que falten
doctrinas falaces, opiniones y conceptos peligrosos, que precisa prevenir y
disipar; pero se hallan tan en evidente contradicción con la recta norma de la
honestidad, y han dado frutos tan perniciosos, que ya los hombres, aun por sí
solos, están propensos a condenarlos, singularmente aquellas costumbres de vida
que desprecian a Dios y a su ley, la excesiva confianza en los progresos de la
técnica, el bienestar fundado exclusivamente sobre las comodidades de la vida.”
Juan
XXIII no fue sólo el irresponsable convocante del Concilio, sino que de
principio marcó ya la línea errónea a seguir y, me atrevo a afirmar, que este
discurso ha sido uno de los más devastadores para la Iglesia en los últimos 50
años.
PABLO VI
Si Juan
XXIII fue el irresponsable que preparó la tormenta, Pablo VI fue quien la agitó
y concluyó. Al igual que con Juan XXIII mucho se podría decir sobre su
pontificado, pero me centraré en especial en un aspecto: la reforma litúrgica.
Pablo VI, siguiendo la estela honorífica de Juan XXIII, atesora el “mérito” de haber destruido los ritos de la San
Misa Católica para convertirla en una ceremonia protestantizada. El Novus ordo,
que “se aleja en conjunto y en
detalle de la teología católica de la Santa Misa” (Cardenales
Ottaviani y Bacci), ha sido y es el ariete del modernismo para destruir por
capilaridad la Fe en la Iglesia; y a cincuenta años vista es innegable que casi
lo han conseguido.
El gran
daño en la Fe del pueblo se ha producido por la inyección de veneno de esa
nefasta catequesis visual que se ha suministrado al pueblo. A base de actuar
como protestantes, han terminado siéndolo.
Destruir
lo más sagrado y santo que tenemos para disfrazarlo de cena protestante ¿es eso cumplir con las obligaciones de estado de un
Papa? ¿es eso causa de santidad?
JUAN PABLO II
Si Juan XXIII fue el causante de la tormenta y Pablo VI el que la
ejecutó, Juan Pablo II ha sido el Papa bajo cuyo
mandato se ha implantado el Vaticano II, y bajo cuyo pontificado las
estadísticas de la iglesia a todos los niveles (vocaciones, herejías…) han
llegado a su máxima expresión de negatividad. Como dije antes, no
voy a entrar en si era más piadoso o menos, pero pienso que es indiscutible que
la iglesia tras su pontificado sencillamente se ha quedado como un solar
desierto.
La
Iglesia es una Monarquía y el Papa es el responsable máximo y absoluto, así
que, por acción u omisión -no juzgo las intenciones-, como gobernante de la
iglesia fue un absoluto desastre. Pretender lo contrario con los números que
dejó es sencillamente engañarse a uno mismo.
Pero
demos también una pincelada del pontificado en uno de sus actos culminantes, el
encuentro de Asís que, según el propio Juan Pablo II, fue una especie de
“catequesis viva del Concilio Vaticano II”.
Pío XI, en su encíclica Mortaliun animos, hablaba sin ambages de
que “no pueden, de ninguna manera obtener la
aprobación de los católicos, puesto que están fundadas en la falsa opinión de
los que piensan que todas las religiones son, con poca diferencia, buenas y
laudables, pues, aunque de distinto modo, todas nos demuestran y significan
igualmente el ingénito y nativo sentimiento con que somos llevados hacia Dios y
reconocemos obedientemente su imperio” y
advertía que “cuantos
se adhieren a tales opiniones y tentativas, se apartan totalmente de la
religión revelada por Dios”.
El encuentro de Asís no es pues un “detalle”,
una “anécdota”, como los
juanpablolatras suelen repetir para pasar de puntillas por él, sino que es un
acto de extrema gravedad, un encuentro “que
se aparta totalmente de la religión revelada por Dios”, es decir, un
auténtico acto de apostasía y escándalo público.
La Jornada de Asís, luego repetida por Benedicto XVI -dicho sea de
paso-, fue, en resumen, según un brillante análisis de sí sí no no :
“1) Una ofensa a Dios
2) Una negación de la necesidad
universal de la Redención
3) Una injusticia y una falta de
caridad hacia los infieles
4) Un peligro y un escándalo para los
católicos
5) Una infidelidad que traiciona
la misión de la Iglesia y de San Pedro”
¿Cómo es posible que un Papa a la vez que se aparta por completo de la
revelación cumpla con su obligación suprema de estado de custodiar la Fe?
Sencillamente imposible de conciliar y es pues ridículo, auténtica ceguera
espiritual, el que haya gente que critica a Francisco y habla de que Juan Pablo
II era un “santazo”.
CONCLUSIÓN
No hay que ser muy ducho para darse cuenta de que asistimos al intento
de canonización del Vaticano II y todas sus reformas, y de que, para los
novadores, el verdadero hecho de santidad de estos
Papas es que, justamente, han sido los máximos responsables de haberlo
implementado.
Ignoro si
estos Papas estarán en el cielo, o no, pero de lo que sí estoy seguro es que no
han sido ningún modelo en el cumplimiento de sus obligaciones de estado, sino,
muy al contrario, han sido los máximos responsables de la hecatombe que vivimos
desde hace cincuenta años por acción, omisión, complicidad y/o negligencia en
el ejercicio de su cargo, y al que a eso lo quieran llamar santidad, ya es en
sí mismo otro elemento de la crisis de la Iglesia: proponer modelos que no lo
son.
“Yo siempre digo toda la verdad; si no quieren saberla, no vengan a
buscarme” (Santa Teresita)
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