El
27 de noviembre de 1630 sobreviene un violento temblor de tierra en Lima. Y notan
con asombro que la pequeña efigie se vuelve por sí misma hacia el altar mayor. E inclinada
y con las manos juntas suplica a su Divino Hijo presente en el Sagrario perdón
y clemencia. Todos los concurrentes comprenden que gracias a su intercesión Lima
se salvó.
Inmediatamente, la numerosa concurrencia pudo verla
recobrar por sí sola su primitiva posición, quedando con el rostro apacible y
sonriente.
El 19 de julio de 1953 fue coronada papalmente. La historia religiosa
del Perú está
surcada de episodios maravillosos, y en particular la ciudad de Lima posee
advocaciones netamente propias, como la de Nuestra Señora del Milagro de Lima.
La Inmaculada Concepción era su primitiva
advocación y fue traída desde España como “La Misionera”.
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Se venera en una capilla contigua a la iglesia de San Francisco, bajo la advocación de Nuestra Señora del Milagro de Lima.
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Se venera en una capilla contigua a la iglesia de San Francisco, bajo la advocación de Nuestra Señora del Milagro de Lima.
La escultura, que irradia notable majestad y serenidad, es sin duda de las primeras
que vinieron al Perú: fue traída de España por los Franciscanos que acompañaron
a los conquistadores en 1532. Como se
trataba de una imagen pequeña y articulada, que fácilmente cabía en una maleta
o en una pequeña caja transportable, pudo acompañar durante largos años a los
intrépidos frailes en sus correrías apostólicas por el vasto imperio de los
incas. Para irradiar la fe verdadera entre sus pobladores. Por eso mismo
llegó a ser conocida como la Virgen Misionera. Años después sus peregrinaciones
cesaron, y permaneció expuesta sobre el arco de la portada del primitivo templo
franciscano. Relegada por muchos a un
injusto olvido, sin embargo almas privilegiadas como la de San Francisco Solano
y el venerable Fray Juan Gómez –cuyas famas de santidad corrían parejas– le
tributaban la más tierna devoción. Éste último, que se popularizó por el
milagro del alacrán, adelantándose al tiempo, profetiza que vendría una época
en que la dulce Señora sería veneradísima del pueblo cristiano.
EL
GRAN MILAGRO
Casi un siglo después de su llegada, el 27 de noviembre de 1630, la encontramos en aquella misma ubicación,
mientras el pueblo de Lima se entretenía en uno de aquellos acostumbrados
encierros taurinos que tenían lugar en la Plaza Mayor. De pronto, hacia el mediodía, sobreviene un violento temblor de tierra.
El sobresalto es mayúsculo.
En aquel momento de general consternación, algunos
religiosos y fieles congregados en el atrio franciscano, al dirigir sus miradas
hacia el arco de la portada, notan con asombro que la pequeña efigie de la
Purísima se vuelve por sí misma hacia el altar mayor.
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E inclinada y con las manos juntas suplica a su Divino Hijo presente en el Sagrario perdón y clemencia.
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E inclinada y con las manos juntas suplica a su Divino Hijo presente en el Sagrario perdón y clemencia.
Todos comprenden que, gracias al patrocinio de María Santísima, la
ciudad se había salvado de su ruina. Aplacada así la justicia divina y
persuadidos los testigos del milagro, comenzaron a pregonar el suceso por el
vecindario, con el consiguiente arremolinamiento de devotos, incrédulos y
curiosos. Aquel mismo día, después de vísperas, los frailes menores se
postraron de rodillas ante la venerada imagen y entonaron la antífona Tota Pulchra est Maria (Toda hermosa eres María), como lo hacen hasta el día de hoy. Pero
entonces, ¡oh prodigio!, la numerosa
concurrencia pudo verla recobrar por sí sola su primitiva posición, quedando
con el rostro apacible y sonriente, y mirando a todos que reverentes y
agradecidos invocaban su santo nombre.
El hecho fue corroborado por el informe canónico
que se elevó años después y la resolución del Virrey, de la Real Audiencia y
del Cabildo de celebrar anualmente su fiesta, ahora bajo la invocación de la
Virgen del Milagro, el día 27 de noviembre.
Un aspecto
particularmente sugestivo de este maravilloso suceso, ocurrido en la Lima
virreinal con una imagen de la Inmaculada, es que el mismo tuvo lugar exactamente –en día, mes y año–
dos siglos antes de la célebre aparición en París de la Virgen de la Medalla
Milagrosa, que se presentó también como Inmaculada. “María
sin pecado concebida”: ¿Qué designios
providenciales hay por detrás de esta precisa coincidencia de fechas y nombres
entre estas dos imágenes de la Inmaculada Concepción, la Virgen del Milagro y
la Medalla Milagrosa? Es, sin duda, un misterio lleno de atractivo, que
un día nos será dilucidado. “Oh María sin pecado
concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos”.
APOGEO,
DECADENCIA, TRIBULACIONES
En su Crónica de la Provincia de los Doce Apóstoles, Fray Diego de
Córdova y Salinas relata que “con motivo del
prodigio referido se fabricó una hermosa capilla, que se labró luego en el
mismo lugar.” “Cubierta
de locería y artesones dorados y sus paredes revestidas de azulejos y valientes
pinturas, quedando la devotísima imagen para eterna memoria en la parte
y lugar antiguo, sobre el arco de la puerta, ricamente aderezada, coronada de
lámparas, festejada de la devoción de los fieles, concurso de pueblo que la
asiste, demostraciones de piedad y religión que los Príncipes, Virreyes,
Audiencias Reales y Tribunales graves le prestan, para inclinar su patrocinio y
la gracia y misericordia de sucelestial Hijo”.
Siguieron años de auge y fervor en la devoción a la
Virgen Purísima del Milagro.
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Su fiesta se conmemoraba todos los años con gran magnificencia, al estilo deslumbrante de la época virreinal.
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Hasta los Romanos Pontífices se prodigaron en hacer patente su amor filial a María Santísima, concediendo gracias, indulgencias y privilegios, a sus cofrades y a su capilla.
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Benedicto XIV le dedicó una bula especial.
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Su fiesta se conmemoraba todos los años con gran magnificencia, al estilo deslumbrante de la época virreinal.
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Hasta los Romanos Pontífices se prodigaron en hacer patente su amor filial a María Santísima, concediendo gracias, indulgencias y privilegios, a sus cofrades y a su capilla.
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Benedicto XIV le dedicó una bula especial.
Con los aportes de sus devotos se llegó a constituir un cuantioso fondo que permaneció durante
décadas bajo la custodia del Tribunal del Consulado. Dicho fondo se esfumó en
las revueltas políticas de la emancipación; época aciaga que, entre otras
cosas, se caracterizó por un lamentable enfriamiento religioso que volvió a
opacar el esplendor de esta devoción mariana. A esta decadencia la Divina Providencia no fue indiferente: en efecto, el
13 de enero de 1835 una causa fortuita hizo que la hermosa capilla del Milagro
fuera consumida por el fuego, del que se libró tan sólo la milagrosa imagen,
que resultó intacta. De entre los escombros se logró rescatar algunas alhajas,
no obstante, sin que se pudiera salvar el Santísimo Sacramento. La
ciudad se conmovió ante la destrucción del santuario. Gracias a la diligencia
de Fray Francisco de Sales Arrieta, con
no menos magnificencia se levantó nuevamente la capilla, terminando la
obra durante su gestión como Arzobispo de Lima (1840-43).
UNA
ESPERANZADORA PROMESA: “YO TE LO PAGARÉ”
Más recientemente, al verificarse el cuarto centenario de la Provincia Franciscana del Perú se resolvió implorar a la Santa Sede su coronación
canónica. El 13 de julio de 1953 la
sagrada imagen fue trasladada a la Catedral, en cuyo atrio el Nuncio
Apostólico y más tarde Cardenal Mons. Fernando Cento, como Delegado Papal ciñó
sobre su frente la áurea corona canónica, mientras la artillería desplegaba una
salva de 21 cañonazos en su honor. En la actualidad, Nuestra Señora del Milagro
ha caído nuevamente en el olvido e indiferencia de muchos limeños y
provincianos que habitan la inmensa urbe.
Pero está, como en tiempos de Fray Juan Gómez, a la
espera de un resurgimiento general de la fe y de la piedad mariana.
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En aquel entonces, esta Soberana Señora se dignó hablarle a una india que siempre le rezaba y le hacía cumplidas reverencias:
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“Tú sola –le dijo– hija mía, entre todos los de esta ciudad, me haces reverencia; yo te lo pagaré”.
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Si la Santísima Virgen premió con creces a esta piadosa india hace 400 años atrás, ¿qué premios no dará, aún en esta vida, a los que defiendan y propaguen hoy su devoción?
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En aquel entonces, esta Soberana Señora se dignó hablarle a una india que siempre le rezaba y le hacía cumplidas reverencias:
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“Tú sola –le dijo– hija mía, entre todos los de esta ciudad, me haces reverencia; yo te lo pagaré”.
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Si la Santísima Virgen premió con creces a esta piadosa india hace 400 años atrás, ¿qué premios no dará, aún en esta vida, a los que defiendan y propaguen hoy su devoción?
Fuentes:
- http://www.fatima.pe/articulo-166-nuestra-senora-del-milagro-de-lima-contigua-a-la-iglesia-de-san-francisco
- http://es.wikipedia.org/wiki/Bas%C3%ADlica_y_Convento_de_San_Francisco_de_Lima
- http://es.wikipedia.org/wiki/Lima
Equipo de Colaboradores de Foros de la Virgen María
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