Son dos
atributos de Dios que admiramos y nos esforzamos por imitar, mientras que
Jesucristo, en su Evangelio, nos los propone con insistencia. Dos virtudes que
nos interpelan a cada paso de nuestro vivir cotidiano: según
respondemos a estos principios, nos jugamos nuestro destino eterno, porque la
misericordia y la justicia son dos matices del amor del Padre Celestial.
Son
también dones de inmenso valor, que nos aproximan al misterio de Dios,
expresión de su Bondad infinita, en perfecto equilibrio sobre los dos platillos
de la balanza, que nos permiten aproximarnos a Él con confianza y esperanza.
¡Cuántos problemas podríamos confiar a Dios para un juicio ecuánime y
resolutivo, cuando, por nuestra pobreza, no sabemos cómo resolverlos! Sólo Dios
podría sugerir una solución ecuánime a nuestras situaciones más controvertidas.
Basta pensar en cuando estamos en pecado: si, humildes y arrepentidos, nos
acercamos a la Confesión, obtenemos el perdón y recuperamos la alegría de su
amistad. Incluso en estos casos, la divina justicia coincide con su
misericordia.
A este propósito, es triste constatar cómo los protestantes, seguidores
de Lutero, separados desde hace más de cinco siglos de la Iglesia de Roma, han
podido renunciar, no sólo a los Sacramentos de la Eucaristía (esto
es, a la presencia real, por medio de la transubstanciación) y al de la
Confesión (o Reconciliación), sino también a una debida y noble devoción hacia
la Bienaventurada Virgen María, Madre de Dios y de la Iglesia.
¡Las consecuencias negativas de la Reforma luterana son todavía hoy
desoladoras! No serán los encuentros
ecuménicos o las buenas intenciones las que reunifiquen a las iglesias
separadas, sino que serán los grandes acontecimientos guiados por el Espíritu
Santo los que trastornarán los planes de satanás y reunirán a todos los
cristianos en la única Iglesia de Cristo.
La Virgen Santísima tiene, hoy, un papel autorizado como guía
espiritual, demostrando un gran amor por sus hijos: profetisa
de los últimos tiempos, elegida por Dios para preparar al mundo incrédulo a
la segunda venida de Jesús a la tierra. Sus
apariciones en diferentes partes del mundo – característica exclusiva de la
Iglesia católica – indican claramente que la única Iglesia verdadera es la
fundada por Jesucristo, confiada a Pedro y a sus sucesores, después de su
Pasión, Muerte y Resurrección.
LA PERSECUCIÓN EN ACTO
Hoy, la persecución contra la Iglesia católica está en una fase avanzada
– 105.000 cristianos muertos en el mundo, en un solo año – pero los
perseguidores consiguen a menudo pasar inobservados e incluso justificados por
los líderes políticos, los medios de comunicación y la publicidad, imponiendo a
todos los gobiernos leyes contra los Diez Mandamientos, presentados en el plano
de la propaganda como ¡importantes conquistas
sociales y de progreso civil! ¡Una persecución legalizada!
Desde la Revolución francesa en adelante, por medio de las Logias
masónicas, los enemigos de Dios han trabajado siempre para destruir la Iglesia,
consiguiendo, con la capilar propaganda de los medios de comunicación,
conquistar a los últimos indiferentes para el pensamiento
único relativista y anticristiano y
someter a gran parte de la humanidad ¡a la
esclavitud de satanás! Se explica así, hoy, cómo
pueden conciliarse leyes aberrantes, como el matrimonio homosexual y la acogida
“misericordiosa” de millones de inmigrantes musulmanes en la Europa
“cristiana”.
La opinión pública mundial está desinformada y desprevenida acerca de
las profecías, mientras que los enemigos de la Iglesia conocen el significado
del “texto auténtico” del tercer secreto de
Fátima y el proyecto para destruir la Iglesia católica y facilitar así el
camino a la manifestación del hombre inicuo.
De todos modos, poca gente está preparada para acoger al anticristo, por
lo que muchas conciencias adormecidas tendrán que despertarse y plantearse las
preguntas fundamentales: será el inicio de la sanguinaria persecución y de
la gran tribulación (cfr. Mt 24, 9 s).
Considerando,
además, que el anticristo es producido por los poderes ocultos, preparado por
la masonería, podemos estar seguros de que se manifestará solamente con las
condiciones establecidas por Dios: su duración será
breve y condicionada por el proyecto inescrutable de su Providencia.
Cuando
las circunstancias sean tales que satisfagan los requisitos exigidos, todo se
cumplirá, según las antiguas profecías bíblicas y los más recientes mensajes de
la Virgen, mensajera privilegiada de la Voluntad de Dios para salvar a la
humanidad de la desesperación eterna.
Quien intenta vivir según el Decálogo y el Evangelio, muy despreciados
hoy, pero siempre en vigor, y
reza el Rosario, meditando los mensajes de la Madre de Dios, aunque arrastrado
por acontecimientos dramáticos, no tiene nada que temer, porque saldrá indemne
y podrá ayudar también a otros a superar las fases más dolorosas de la
dictadura del anticristo.
El periodo actual, marcado por nuestra impaciencia y establecido por
Dios para preparar a la humanidad a los últimos
tiempos, podría ser el inicio de la gran prueba para introducirnos
en los acontecimientos decisivos, aplazados siempre para completar el número de los elegidos, esto es, de
aquellas personas elegidas por Él para el diseño de la salvación: aumentar los
espacios de la misericordia y reducir los tiempos de la justicia.
“LA MISERICORDIA SIN LA JUSTICIA ES LA
MADRE DE LA DISOLUCIÓN”
El genio de Santo Tomás de Aquino, en el siglo XIII, expresó esta
sentencia y nosotros, hoy, vemos la disolución –
la disgregación y la corrupción que llevan a la muerte – extenderse ante
nuestros ojos, querida y programada por los exponentes de la política, de las
finanzas y del pensamiento único, dejando espacio libre a la locura, como, por
ejemplo, la inmigración salvaje del
Islam, proveniente del Medio Oriente, de África y de Asia, causada
por guerras, miseria, persecuciones y graves injusticias sociales.
En base a esta profética sentencia de Santo Tomás (S. Th., I, q. 21, aa.
3-4), podemos decir que la disolución está penetrando en la sociedad y se
manifiesta especialmente en las naciones europeas post-cristianas, como
preparación a la manifestación del anticristo:
·
con el rechazo cada
vez más manifiesto de la divinidad de Cristo y de su Evangelio;
·
con la declaración
universal de la equivalencia de todas las religiones existentes:
·
con la declaración
de la plena libertad del hombre acerca de la fe y la filosofía;
·
con el vacío
espiritual creado de forma deliberada para llenarlo con la gran mentira.
Los exponentes políticos europeos, que hoy se ven obligados a afrontar
las emergencias migratorias, son cómplices de la situación inestable que se ha creado
en Europa: pueden presentar todas las excusas
posibles, pero no pueden negar la realidad.
Pero hay que decir una cosa: estamos todos conmocionados por los muchos
centenares de víctimas de las lanchas precarias hundidas en la travesía,
desesperados que huyen de su propia tierra en busca de paz y seguridad en
Europa. ¿Cómo es que los políticos de izquierda,
desde siempre indiferentes hacia la caridad evangélica, se han vuelto tan
acogedores, premurosos y “misericordiosos” hacia los musulmanes? ¿No viene la duda de que semejante situación se haya creado
deliberadamente, para inducir a los musulmanes a ocupar la Europa
post-cristiana? ¡Meditad, gente, meditad!
Pueden
dorar la píldora lo que quieran, pero es cada vez más difícil tragársela,
especialmente cerca de las consultas electorales. Los políticos pueden hacer
muchas bonitas promesas, pero en un cierto momento la situación general se hará
insostenible: entonces se darán las condiciones favorables para hacer
intervenir al anticristo para que aplaque la tempestad, el “salvador infernal” de la humanidad.
La situación social y política se está erosionando día a día y pronto se
volverá explosiva, precisamente como consecuencia de la invasión de Europa por
parte de poblaciones extranjeras, “Y
cuando se diga: “Paz y seguridad”,
entonces la destrucción vendrá sobre ellos repentinamente, como dolores de
parto a una mujer que está encinta, y nadie escapará. Mas vosotros, hermanos,
no estáis en tinieblas, para que el día os sorprenda como ladrón…” (1 Ts 5, 3-4).
Es probable que esta profecía de sabor apocalíptico se refiera
prevalentemente a las poblaciones de la cuenca del Mediterráneo – Europa, Norte
de África, Medio Oriente – en torno a la Tierra Santa donde nació Jesucristo,
nuestro único Salvador, y donde actualmente se están concentrando las fuerzas
de la disolución previstas
por la intuición profética de Santo Tomás de Aquino.
MARÍA, MADRE DE MISERICORDIA
Más allá
de los dolorosos y trágicos acontecimientos que la humanidad y la Iglesia
tendrán que sufrir, durante el breve reinado del anticristo, sabemos que “al final” vendrá el triunfo del Corazón
Inmaculado de María, predicho en Fátima, que inaugurará un periodo de paz y de
prosperidad.
Actualmente, la Iglesia y la humanidad, oprimidas por fuerzas ocultas
infernales, están sufriendo mucho a la espera de la llegada de Jesús para
liberarnos del anticristo: la Virgen nos está preparando a estos
acontecimientos, aunque por ahora los vemos sólo con los ojos de la fe, porque
no todos los especialistas están de acuerdo y la Iglesia todavía no se
pronuncia. Estamos todavía en la fase de preparación a la manifestación
del hombre inicuo y no podemos prever cuándo sucederá;
observamos los acontecimientos en la tierra y los
signos del Cielo, que nos harán conocer el acercarse de los acontecimientos
decisivos.
Tendremos
que prepararnos a acontecimientos extraños y a hechos clamorosos,
inexplicables, como elementos preparatorios a la aparición del anticristo;
tratándose de un hecho inesperado de manera absolutamente desprevenida, ¡tendrá que presentarse ante el mundo como un personaje
extraordinario!
San Luis María Grignion de Montfort (1673-1716), misionero y predicador,
escribió un Tratado sobre la verdadera
devoción a María, en el que se inspiraron muchos creyentes y almas
elegidas. Escribe Montfort en su Tratado: “La salvación del mundo tuvo su inicio por medio de María; por
medio de María debe tener también su cumplimiento. En la primera venida de
Jesucristo, María casi no apareció, para que los hombres, todavía poco
instruidos e iluminados sobre la persona de su Hijo, no se alejaran de la
verdad apegándose a Ella… Pero, en la segunda venida de Jesucristo, María debe
ser conocida y revelada por el Espíritu Santo, para que, por medio de Ella,
Jesucristo sea conocido, amado y servido… es la aurora que precede y anuncia al
Sol de justicia, Jesucristo… porque, al ser el camino por el que Jesucristo
vino a nosotros por primera vez, es también el camino que Él seguirá en su
segunda venida, aunque de manera distinta… María debe brillar cada vez más en
estos últimos tiempo en misericordia, en fortaleza y en gracia…”.
En el
ámbito de la devoción a María, San Luis María Grignion de Montfort escribió una
Consagración a Jesús que sigue siendo un ejemplo y una inspiración para las
sucesivas Consagraciones, válida para todos los tiempos. Un medio precioso y al
alcance de todos para seguir unidos a la Iglesia y a la Madre de Dios, nuestra
única salvación. La ofrecemos aquí, como compromiso personal:
“Consciente de mi vocación cristiana,
yo renuevo hoy en tus manos, oh María, los compromisos de mi Bautismo. Renuncio
a satanás, a sus seducciones, a sus obras, y me consagro a Jesucristo para
llevar con Él mi cruz en la fidelidad de cada día a la voluntad del
Padre.
En la presencia de toda la Iglesia, te
reconozco como mi Madre y Soberana. A ti te ofrezco y te consagro mi persona,
mi vida y el valor de mis buenas obras, pasadas, presentes y futuras. Dispón de
mí y de lo que me pertenece para la mayor gloria de Dios, en el tiempo y en la
eternidad.”.
Marco
(Traducido por
Marianus el eremita/Adelante la Fe)
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