A pesar de ser defendido por
algunos católicos como un sano ejercicio
Esta disciplina
de origen oriental trata de la liberación del alma a través del ciclo de la
reencarnación, lo que a kilómetros es incompatible con la fe cristiana en la
Resurrección.
(Oropel) La necesidad me ha hecho
escribir nuevamente sobre esta cuestión. Un centro escolar privado hizo la
invitación para un evento denominado «¡Yoga en
Red!», cuyo eslogan era: «Una práctica,
mismo día, misma hora, muchas ciudades, ¡TODOS SOMOS UNO!». Me enteré de
ello porque una madre de familia de firme fe católica, cuyos hijos estudian en
esa institución, me llamó para exponerme su preocupación, así como el buscar
una posible solución ante dicha problemática. En tal centro escolar privado se
imparte educación laica, pero a la vez enseñanza católica, porque se prepara a
los estudiantes para la recepción de sacramentos como la Eucaristía y la
Confirmación, de ahí la extrañeza del caso.
Aunque una vez más no falte
quien diga que veo enemigos donde no los hay, pero sí los hay y muchos, quiero
decir que al yoga equivocadamente se le ha tomado sólo como deporte, gimnasia o
hasta como terapia corporal, meditativa y de respiración, con el fin de reducir
los niveles de estrés y ansiedad, logrando con ello la realización por medio de
«la armonización de la persona con su ser y su entorno».
UNA «DISCIPLINA» FASCINANTE
La fascinación creciente por
el yoga radica en esto: es una disciplina y
espiritualidad fácil, libre de compromisos religiosos, basada en la
satisfacción del «Yo», anulando el «Nosotros», que es fruto de la caridad
cristiana enseñada, alimentada y acrecentada por medio de la oración, la
penitencia y el ayuno.
En mucha de la publicidad con
la que se anuncian los cursos de yoga pueden leerse frases como las siguientes:
«Un camino hacia la realización interna…», «No
mires hacia lo que te causa sufrimiento. Observa lo que te hace sentir bien y
haz lo que te haga vivir mejor». Tales frases son más llamativas cuando
se les ilustra con una persona atractiva físicamente realizando la postura de
la «flor de loto» o la del «árbol de pie».
Bonito, ¿no? Pero raramente se le habla a
la gente que esta disciplina de origen oriental trata de la liberación del alma a través del ciclo de la reencarnación,
lo que a kilómetros es incompatible con
la fe cristiana en la Resurrección, que es de una sola vez y para
siempre ya sea para la salvación o para la condenación eterna.
¿CUÁL ES, PUES, EL
PROBLEMA?
Según la creencia de la
reencarnación, para que ésta libere de manera definitiva (samsara) a una
persona que se somete al yoga, a la meditación trascendental y demás
disciplinas afines que en la mayoría de los casos son parafernalias (igual son
dañinas y desastrosas), deben de sucederse en la misma persona 167 reencarnaciones
o «transmigraciones» de manera consecutiva por medio de la causa y efecto
(karma). Si lo ponemos en años humanos, esto significa que de ser cierto una
persona que en promedio viva 70 años le tomará 11,690 (once mil seiscientos
noventa) años reencarnando continuamente para alcanzar la perfección y
liberarse de una vez por todas de los sufrimientos de la vida terrena.
Ridículo.
No se nota su efecto nocivo
para el espíritu de la persona porque ésta siente efectos benéficos inmediatos
en su organismo, los que pueden conseguirse con cualquier otro ejercicio
corporal, teniendo buenos hábitos alimenticios y de costumbres, etc. Pero las
experiencias «benéficas» del yoga son
aparentes: poco a poco y sin que la misma persona lo advierta, van seduciéndola
de acuerdo al nivel en que se encuentre y le invita a penetrar en su enseñanza.
Los hindúes y budistas saben que estos ejercicios
corporales son inseparables del proceso mental, pues conducen a otro
tipo de ejercicios sobre el conocimiento de sí mismos, sobre técnicas del
dominio del espíritu y del alma, hasta que finalmente lleva a aceptar las creencias paganas y anticristianas de tales
religiones naturales.
LEVITACIONES Y
PÉRDIDA DE LA CONCIENCIA
He recibido testimonios de
personas que han visto a otras que practican yoga levitar varios centímetros o
metros del suelo, en una especie de trance hipnótico que nada tiene que ver con
los arrobamientos místicos de Santa Catalina de Siena o San Juan de la Cruz,
por citar a algunos cuya santidad, amor y unión con Dios les ganaba del Cielo
este don que sobrepasa las leyes de la física y la naturaleza.
Entiéndase: el
yoga se trata de una autosatisfacción
personal y egoísta basada en el propio mérito y esfuerzo. Puede además
atraer a espíritus inmundos mediante la opresión, la obsesión, la infestación y
hasta la posesión diabólicas: «Los
paganos ofrecen algo en sacrificio, se lo ofrecen a los demonios, y no a Dios».
(1Co 10,20).
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