Este miércoles el Papa Francisco dedicó la Audiencia General para
reflexionar sobre el octavo mandamiento del Decálogo: “No
dirás falso testimonio ni mentiras”, y sobre qué es la verdad.
El Pontífice dijo que este mandamiento “prohíbe
falsear la verdad en las relaciones con los demás” y que “donde hay mentira no hay amor. No puede haber amor”.
A continuación el texto completo
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En la catequesis de hoy abordaremos la Octava Palabra del Decálogo: "No darás falso testimonio contra tu prójimo".
Este mandamiento - dice el Catecismo - "prohíbe
falsear la verdad en las relaciones con el prójimo". Vivir de
comunicaciones que no son auténticas es grave porque impide las relaciones y,
por lo tanto impide el amor. Donde hay mentira no hay amor, no puede haber
amor. Y cuando hablamos de comunicación entre personas, no nos referimos solo a
las palabras, sino también a los gestos, a las actitudes, incluso a los
silencios y las ausencias.
Una persona habla con todo lo que es y lo que hace. Todos nosotros
estamos en comunicación siempre. Todos vivimos comunicándonos y estamos
constantemente en equilibrio entre la verdad y la falsedad.
¿Pero qué significa decir la verdad? ¿Significa ser
sinceros? ¿O exactos? En realidad, esto no es
suficiente, porque uno puede equivocarse sinceramente, o puede ser preciso en
los detalle, pero no captar el significado del todo. A veces nos justificamos
diciendo: "¡Pero yo he dicho lo que
sentía!" Sí, pero has absolutizado tu punto de vista. O: "¡He dicho solamente la verdad!". Tal
vez, pero has revelado algunos hechos personales o confidenciales.
¡Cuántos chismes destruyen la comunión por
inoportunidad o falta de delicadeza! Más aun,
los chismes matan, y esto lo ha dicho el apóstol Santiago en su Carta. El
chismoso, la chismosa son gente que mata: mata a los demás, porque la lengua
mata como un cuchillo. ¡Tened cuidado! Un
chismoso o una chismosa es un terrorista porque con su lengua tira una bomba y
se va tranquilo, pero lo que esa bomba que ha tirado destruye la fama de los
demás. No lo olvidéis: chismorrear es matar.
Pero entonces, ¿Qué es la verdad? Esta
es la pregunta de Pilatos, precisamente cuando Jesús, delante de él, cumplía el
octavo mandamiento. De hecho, las palabras "No
darás falso testimonio contra tu prójimo" pertenecen al lenguaje
jurídico. Los evangelios culminan en el relato de la Pasión, Muerte y
Resurrección de Jesús; y esta es la historia de un proceso, de la ejecución de
la sentencia y de una consecuencia inaudita.
Interrogado por Pilatos Jesús dice: "Yo
para esto he nacido y para esto he venido al mundo para dar testimonio de la
verdad". Y este "testimonio" Jesús
lo da con su pasión y su muerte. El evangelista Marcos narra que "Al ver el centurión, que estaba frente a él, que
había expirado de esa manera, dijo: ¡Verdaderamente este hombre era Hijo
de Dios!". Sí, porque era coherente, fue coherente: con su forma de
morir, Jesús manifiesta al Padre, su amor misericordioso y fiel.
La verdad encuentra su plena realización en la misma persona de Jesús,
en su forma de vivir y morir, fruto de su relación con el Padre. Esta
existencia de hijos de Dios, Él, resucitado, nos la otorga también a
nosotros enviando al Espíritu Santo, que es Espíritu de verdad, que da testimonio
a nuestros corazones de que Dios es nuestro Padre.
En cada una de sus acciones, el hombre, las personas afirman o niegan
esta verdad. Desde las pequeñas situaciones cotidianas hasta las decisiones más
exigentes. Pero es siempre la misma lógica: la que los padres y los abuelos nos
enseñan cuando nos dicen que no digamos mentiras.
Preguntémonos: ¿qué verdad atestiguan las
obras de nosotros, los cristianos, nuestras palabras y nuestras decisiones? Cada
uno puede preguntarse: ¿Yo soy un testigo de la
verdad o soy más o menos un mentiroso disfrazado de verdadero? Que se lo
pregunte cada uno.
Los cristianos no somos hombres y mujeres excepcionales. Somos, sin
embargo, hijos del Padre celestial, que es bueno y no nos decepciona, y pone en
sus corazones el amor por sus hermanos. Esta verdad no se dice tanto con los
discursos, es una forma de existir, un modo de vivir, y se ve en cada acto.
Este hombre es un hombre verdadero, esta mujer es una mujer verdadera: se nota.
Pero ¿por qué, si no abre la boca? Pero se
comporta como verdadero, como verdadera. Dice la verdad, actúa con la verdad.
Una hermosa manera de vivir para nosotros.
La verdad es la maravillosa revelación de Dios, de su rostro de Padre,
es su amor ilimitado. Esta verdad corresponde a la razón humana, pero la supera
infinitamente, porque es un don que ha descendido a la tierra y se ha encarnado
en Cristo crucificado y resucitado; se hace visible gracias a aquellos
que le pertenecen y muestran sus mismas actitudes.
No dirás falso testimonio significa vivir como un hijo de Dios, que
nunca, nunca se desmiente, nunca dice mentiras; vivir como hijos de Dios,
dejando emerger en cada acto la gran verdad: que Dios es Padre y podemos
fiarnos de Él. Yo me fio de Dios: esta es la gran verdad. De nuestra confianza en
Dios, que es Padre y me ama, nos ama nace mi verdad y el ser veraz y no
mentiroso.
Redacción ACI
Prensa
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