La misión del padre Carraro en el peor
lugar de las favelas de Sao Paulo.
El padre Carraro hace misión en un lugar al que
nadie entra si no es para drogarse.
Cracolandia
(la Tierra del Crack). Así es
conocido uno de las zonas más pobres y peligrosas de la ciudad brasileña de Sao
Paulo. Es llamada así por ser el mayor lugar para la venta y el consumo de esta
droga, variante de la cocaína, mucho más barata y adictiva, e incluso con
peores efectos.
Miles de
adictos, muchos de ellos niños deambulan por esta ciudad dentro de otra
consumidos por efectos de estas sustancias. Viven entre basura y orines, y los propios habitantes de esta enorme
urbe brasileña evitan pasar por este lugar abandonado por todos.
CRACOLANDIA,
UN "INFIERNO EN LA TIERRA"
Allí es
precisamente donde desarrolla su labor desde hace más de 13 años el sacerdote
misionero Giampietro Carraro,
fundador de la Missao
Belém, y que con amor está con los que él llama “mis hermanos de la calle”. No son otros que los drogadictos, alcohólicos y
abandonados que están en este rincón.
En su
misión le ayuda la consagrada brasileña Cacilda
Da Silva y cada vez más voluntarios de la Missao Belem que siguen sus pasos.
La clave
para atender a estos últimos y abandonados no es otra que la espiritualidad,
una visión auténtica de la fe sobre los pobres que no pasa únicamente por su
atención física, sino sobre todo espiritual.
DE
LA ESCLAVITUD A LA SANTIDAD
En una
entrevista en el semanario Credere, el padre Carraro explica que “no hay nada poético cuando te acercas al pobre real. Las situaciones que encontramos en la calle
son terribles: las personas a menudo están en un charco de orina, llenas
de chinches, a menudo bajo los efectos de la drogas o el alcohol. Abrazar a la
gente en ese estado no es fácil”.
La clave
para su misión la recibieron en Asís, a donde viajaron el primer año de Missao
Belém. “Frente a San Francisco entendimos una cosa
fundamental: hay una pobreza santa, la
de Jesús que se hizo hombre por nosotros en Belén, y una pobreza de esclavos,
de quienes son víctimas del alcohol, las drogas y la exclusión”.
NO
ES TRABAJO SOCIAL, ES EVANGELIZACIÓN
De hecho,
agrega este sacerdote, “no queremos enriquecer a
los pobres, sino transformar la pobreza de esclavos en pobreza santa. Este es nuestro desafío, que llamamos
‘evangelizar el infierno’. Además, el padre Carraro insiste mucho en una
cosa: “Incluso, si hoy, Missao Belém, con los números en la mano, es la
principal realidad de la hospitalidad en Brasil, no hacemos un trabajo social, sino de evangelización”.
LA
IMPORTANCIA DEL SANTÍSIMO
Este
misionero no olvida la primera vez que se acercó a Cracolandia: “Estábamos unas 200 personas en una procesión que
encabezaba el Santísimo Sacramento. En un cierto punto había una especie de
muro humano (no menos de 500 personas). En ese momento oré a Nuestra Nuestra Señora y de repente el muro se abrió,
la gente se movió, incluidos los traficantes, y pasamos por el medio. Desde esa
noche, hemos repetido estas visitas entre los pobres con Jesús Eucaristía y
nunca hemos tenido ningún problema”.
¿Cómo surgió la idea de llevar el Santísimo en procesión a este rincón
abandonado y peligroso? Giampietro
Carraro explica que Cracolandia está dominado por una gran estatua de Jesús
Resucitado que pertenece a una iglesia salesiana. “Al
llevar a Jesús Eucaristía allí, en ese contexto de miseria y absoluta marginación,
quisimos reafirmar visualmente que Cristo está resucitado y trae la
resurrección donde todo habla de muerte. No sólo es una buena teoría: cada vez que vamos a Cracolandia un promedio
de unas veinte personas se une y acompaña a la procesión y luego piden ser
bienvenidos en la Missao Belém, y por lo tanto, tratan de cambiar sus
vidas”, asegura.
LOS
MILAGROS DE ESTA MISIÓN
Durante
los 13 de años de existencia de esta misión se han beneficiado más de 100.000
personas, y se han producido ‘milagros’ impresionantes.
Actualmente tienen 2.200 camas distribuidas en 170 viviendas, de las que un
porcentaje importante están reservadas para personas enfermas, ya sea física o
psíquicamente. “Una de las últimas personas que recibimos es un alcohólico que ni
siquiera había notado que un ratón se estaba comiendo literalmente sus
pantorrillas. Temíamos la amputación de las extremidades, algo que
afortunadamente los médicos lograron evitar”.
Los
administradores de las distintas casas son en gran parte voluntarios, y de los
cuales muchos de ellos son antiguos adictos recuperados que se ponen al
servicio de otros a tiempo completo. "Hay alrededor de 200, el 1% de los 20.000
que, en total, ayudamos a redimir del círculo de drogas o alcohol",
cuenta este misionero.
Uno de
ellos es el padre Gilson: “hoy
es sacerdote, pero era drogadicto y uno de los fundadores de Cracolandia. Fuera del mundo de la droga, hace 12 años, conoció
nuestra realidad y, con nosotros, descubrió lentamente su vocación hasta que el
cardenal de Sao Paulo, Odilo Pedro Scherer, lo ordenó sacerdote”.
Otro
milagro, afirma Carraro, es el de Marcio, que antes robaba camiones y acabó en
la cárcel. Hoy es responsable de la red
de refugios de la misión. Es el cumplimiento del Evangelio, una piedra
desechada se convierte en una angular.
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