Antes de analizar la
posible persecución inquisitorial a Teresa de Ávila, es oportuno y conveniente
recordar algunos hechos fundamentales.
(ECCLESIA digital) La Familia de Santa Teresa era
descendiente de judíos, es decir, no era cristiana vieja, algo muy frecuente en
la España de aquellos siglos. Hernando de Talavera, confesor de la misma Reina
Isabel la Católica, autor de la célebre y muy importante CATÓLICA IMPUGNACIÓN, tampoco era cristiano viejo.
El Gran Inquisidor Quiroga no sólo fue un gran defensor de Santa Teresa en las
acusaciones de alumbrada, sino que se comprometió en la defensa de la Reforma
del Carmen Descalzo, como que claro por la comunicación epistolar. Son las
Cartas de Santa Teresa un documento de extraordinaria importancia para conocer
su persona su obra y su mensaje.
Antes de analizar la posible
persecución inquisitorial a Teresa de Ávila, es oportuno y conveniente recordar
algunos hechos fundamentales. La Leyenda Negra antiespañola propalada por los
mismos españoles es una manipulación clara de la época histórica más grande de
una gran nación como ha sido y es España. La leyenda negra se ha cebado
especialmente en Felipe II a quien la propia Teresa escribió algunas cartas en
las que expone la mayor consideración que se puede sostener de un Rey, que para
la Santa era un enviado de la Providencia para proteger La Cristiandad.
Presentar el reinado de Felipe II como inquisitorial, ignorante y fanático sólo
lo sostienen hoy movimientos reaccionarios tantos españoles como extranjeros.
Más toda la izquierda española seducida por la Masonería.
Durante el Reinado Felipe II
España fue un imperio mundial, y el mayor exponente de las letras, las artes,
las ciencias; de la Teología y Filosofía Católicas. Con citar a Santa Teresa de
Jesús y a San Juan de la Cruz es suficiente. La confianza de Santa Teresa en
Felipe II era total, por cuanto le hace responsable directo ante Dios del
futuro de su Reforma del Carmen cuando le escribe: «Ha
cuarenta años, que yo vivo entre ellos (los calzados) y miradas las cosas,
conozco claramente que si no se hace provincia aparte de Descalzos, se hace
mucho daño y tengo por imposible que puedan ir adelante. Como esto está en
manos de Vuestra Majestad y yo veo que la Virgen Nuestra Señora, le ha querido
por amparo y remedio de su Orden, heme atrevido a hacer esto, para suplicar a
Vuestra Majestad, por amor a Nuestro Señor y de su Gloriosa Madre, mande se
haga; porque el demonio le va tanto en estorbarlo, que no pondrá pocos
inconvenientes, sin haber ninguno» Resulta realmente sorprendente que una mujer
tan santa e inteligente como la Madre Teresa tuviera la osadía de suplicar a un
Rey inquisitorial y fanático, nada menos que su obra más querida, el Carmelo
Reformado.
Las relaciones
de Santa Teresa con el Santo Oficio son aparentemente no tan claras y más
complicadas, aunque tampoco revisten las circunstancias tan nefastas, como
algunos autores quieren presentar. La Inquisición Española no cometió los
abusos que le achacaron los protestantes españoles refugiados en Alemania e
Inglaterra. Fue uno de los instrumentos en manos de Felipe II para mantener en
la Península una cohesión espiritual que faltó claramente en los países
europeos y que impidió las horribles matanzas y persecuciones religiosas que se
produjeron en Francia, Alemania e Inglaterra. Alguien se puede imaginar, a toro
pasado, lo que hubiese sido de España con una Castilla Católica, Aragón
Calvinista, Cataluña Luterana. Hablar de rigores de la Inquisición y de Felipe
II contra Santa Teresa es un despropósito tendencioso y reaccionario. Como
afirma un historiador protestante Mr. Lea, especialista en los problemas
religiosos españoles: «La creencia de que las torturas usadas por la
Inquisición Española fueron especialmente crueles se debe a los escritores sensacionalistas
que han abusado de la credulidad de sus lectores».
Santa Teresa enmarca sus
relaciones con la Inquisición en contexto claramente distendido, desenfadado y
colaborador, si es necesario. Si nos atenemos a sus propias palabras otras cosa
son los intríngulis que los investigadores quieren ver en ellas. Así escribe la
Santa cuando quiere meterle el miedo con la Inquisición: «Iban a mí con mucho
miedo a decirme (…) que podría ser me levantasen algo y fuesen a los
inquisidores (…) dije que de eso no temiesen, que harto mal sería para mi alma
si en ella hubiese cosa que fuese de suerte que yo temiese la Inquisición; que
si pensase había para qué yo mismo la iría a buscar» O esta suave ironía: «Él (Señor) me dé gracia para que no diga algo que
merezca denuncien en la Inquisición». A esto se debe añadir que su trato
con miembros destacados de la Inquisición era frecuente, entre ellos el obispo
de Salamanca, inquisidor de Toledo; el célebre teólogo dominico Vicente Barrón,
consultor de la Inquisición, o el también gran teólogo y domingo Domingo Báñez,
consultor del Santo Oficio en Valladolid. Otro tema diferente es la influencia
que tuvo en ella el Índice de libros prohibidos decretado por el gran
inquisidor el asturiano fundador de la Universidad de Oviedo Fernando Valdés,
Salas lo que merece un análisis más detallado.
Fidel García
Martínez, Doctor Filología Románica Catedrático Lengua Literatura.
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