Los
protestantes o evangélicos, tienen una relación muy especial con la Virgen
María. Pero es inversa a la que tienen los católicos. No sólo desprecian su
maternidad divina, diciendo que ha sido solamente el recipiente en el que se
encarnó Dios.
Sino que dicen a voz en cuello que las apariciones
marianas, como Lourdes,
Fátima,
la Medalla
Milagrosa, son manifestaciones del demonio.
Y circulan
en internet videos de pastores que
rompen a martillazos imágenes de Ella. Esto no es razonable, ni sano, ni de buena vecindad, ni se compadece con
las experiencias que han tenido los santos entregándose en sus brazos,
para que Ella los guiara hacia Jesús. Pero tampoco se compadece con la evidencia histórica. Porque los primeros cristianos ya tenían un culto y
una veneración especial a la Santísima Virgen María. Y llenaron sus templos con imágenes de Nuestra
Señora. Y en ese momento los
hermanos separados aún no se habían ido de la Iglesia; estábamos todos
en comunión. Sin embargo puede caber la
duda sobre si los primeros cristianos no “adoraron” exageradamente a
María. E incluso si es sana la actual veneración a María
que tienen la mayoría de los católicos. O sea ¿estaban equivocados los primeros cristianos y
también nosotros ahora? En el último siglo ha habido una especie de protestantización
de algunos católicos. Que ha legitimado
incluso por la limpieza de imágenes marianas en los templos, como
coletazo del Concilio
Vaticano II. E incluso el padre Rene
Laurentín dijo que, si las
apariciones de Lourdes hubieran sido en nuestra época, la Iglesia no las habría
aprobado. Sin embargo la
religiosidad popular católica es de signo mariano. Así como lo es también la vida espiritual de los grandes
santos. En este artículo revisaremos
las bases de esta devoción mariana. Y luego, te daremos los puntos clave que debes considerar para
dejarte guiar por una sana devoción mariana.
MARÍA
ESTÁ EN LAS ESCRITURAS
Las Escrituras muestran el papel de María en el misterio de la vida, muerte y resurrección de
Cristo.
Ella está involucrada íntimamente en los eventos
más importantes de la vida de Cristo.
Ella es bendecida en su maternidad, como se
muestra en la Anunciación y la Natividad. En
el Evangelio de Juan, ella es el modelo de la Iglesia creyente. Juan
también la muestra al pie de la cruz,
donde Jesús entrega a María a la Iglesia como madre de todos los
creyentes (Juan 19:26).
LOS
PADRES DE LA IGLESIA OPINARON SOBRE ESTO
A medida que la comprensión de la Iglesia sobre
Jesús se profundizó, la apreciación de la importancia de María también
creció.
Los Padres de la Iglesia escribieron acerca de María como la “nueva Eva”, asociada con Cristo el “nuevo Adán” (Santos Justin y Ireneo). En el Concilio de
Éfeso se le hace conocer como la “portadora de Dios”. Siendo así ella madre de Jesús, tanto humano como divino.
Puede considerarse este concilio como el parteaguas para la proliferación de las fiestas marianas en todo el mundo
cristiano. La Edad Media es especialmente abierta al estudio,
conocimiento y ubicación de María como
reina celestial, madre espiritual e intercesora todopoderosa. La oración, Ave María, alcanzó su forma
actual solo en el siglo XV, en relación con el Salterio de María o el rosario.
SAN
LUIS DE MONFORT, SAN MAXIMILIANO Y LOS TIEMPOS MODERNOS
La consagración a Jesucristo a través de María se
llevó a cabo en el siglo XVIII.
Y tuvo como máximo
exponente a San Luis de
Monfort y su obra “Tratado de la
verdadera devoción a la Santísima Virgen María”. Muchas órdenes
misioneras que fueron fundadas durante los últimos dos siglos, dieron
prominencia especial al papel de la Virgen María en su apostolado. Lo que había
comenzado por San Luis de Monfort había llegado a nuestros tiempos con San Maximiliano
Kolbe, con “Milicia de la Inmaculada”. Y
a partir de ahí siguió escalando. Los
Papas del siglo XX también han alentado constantemente la devoción a María. Y
proclamaron los dogmas de su Inmaculada
Concepción y su Asunción.
Pío XII,
en su encíclica sobre la Sagrada Liturgia, Mediator Dei
(1947), declaró que la devoción mariana debe respetar el lugar central de la
oración litúrgica y las celebraciones eucarísticas.
La
proclamación del Año Mariano (1988–1989) por el Papa Juan Pablo II puso énfasis
especial en el lugar apropiado de la auténtica
‘espiritualidad mariana‘. Se desarrolló a la luz de la Tradición y ‘provino de su profunda
devoción a María, la Madre de Dios’ (Redemptoris
Mater, 48).
Y en estos tiempos de reivindicación de lo
femenino, debemos reconocer el papel muy especial y primordial que desempeña la
hembra de la especie humana y en la historia actual de la humanidad, mostrando a
María como el principal ejemplo.
¿Cómo podría ser incorrecto entonces
mostrar respeto por la Madre del Hijo de Dios? Ella nos enseña a caminar en la
imitación de Cristo. Es imposible que seamos capaces de alcanzar la
santidad de María y mucho menos la perfección de Jesús. Pero en lugar de
desanimarnos, debemos mirar a los
hombres y mujeres santos de la historia, como un recordatorio del nivel
de santidad que se puede alcanzar al esforzarnos por imitar a Jesús y María. Estar personas deben ser para
nosotros modelos a seguir.
Las vidas de los santos, hombres y mujeres, nos
recuerdan el nivel de santidad que se puede alcanzar al esforzarnos por imitar
a Jesús y María.
Pero sin embargo existe un problema cuando la devoción mariana no nos
acerca a Jesús. Porque siempre debemos recordar que Él es Dios y María una
criatura; la más
importante que ha surgido en la humanidad, pero una creación de Dios al fin y
al cabo.
¿QUÉ
DEBE PASAR PARA QUE MARÍA ME ACERQUE A JESÚS?
Dice
San Luis de Monfort que:
“Cuando
María ha echado raíces en un alma, realiza allí las maravillas de la gracia que
sólo Ella puede realizar”.
Y
afirma además:
“Porque
sólo Ella es la Virgen fecunda, que no tuvo ni tendrá jamás semejante en pureza
y fecundidad.
María ha colaborado con el Espíritu Santo en la
obra de los siglos, es decir, la encarnación del Verbo de Dios”.
Y
concluye el santo:
“En
consecuencia, Ella realizará también los mayores portentos de los últimos
tiempos. La formación y educación de los grandes santos, que vivirán hacia el final de los tiempos, están reservados a Ella. Porque sólo esta Virgen singular y milagrosa puede
realizar, en unión del Espíritu Santo, las cosas excelentes y
extraordinarias”.
¿Entonces
cuáles serían las características de
una devoción sana y pura a la Santísima Virgen?
AQUÍ
VAN LOS PASOS
Apelemos a
San Luis de Monfort, que plantea la
correcta forma de Escalar al Cielo, por y con María, hacia Jesucristo. Y
sugiere que esta devoción ha de ser
interior, tierna, santa, constante y desinteresada. Veamos punto por
punto esto.
1.
DEVOCIÓN INTERIOR
En primer lugar, la verdadera devoción a la Santísima Virgen es
interior. San Luis
explica que ésta debe proceder del espíritu y del corazón, de la estima que
tienes de Ella. Pero para lograrlo debes haberla conocido primero, saber quién
es María. De tal modo, que el
conocimiento y la convivencia con Nuestra Señora, te llevará a interiorizarla. Y
convertirte en un devoto ferviente desde lo profundo de tu ser.
2.
DEVOCIÓN TIERNA
Como reflejo de María Santísima, esta devoción debe parecerse a nuestra
Señora, y ella es tierna. Podemos agregar, en palabras de San Luis de Monfort, que esa devoción
debe estar, “Llena de confianza en la Santísima
Virgen, como la confianza del niño en su querida madre”. Esta
devoción hace, que recurras a la
Santísima Virgen en todas tus necesidades materiales y espirituales con gran
sencillez como un niño hacia su Madre. Con confianza y ternura. E implores
la ayuda de tu bondadosa Madre en todo
tiempo, lugar y circunstancia. Finalmente,
agrega San Luís, que en todas las dificultades materiales y espirituales, María
es tu recurso ordinario Y que no debes tener temor de importunar a tu bondadosa
Madre, ni desagradar a Jesucristo.
3.
DEVOCIÓN SANTA
Tercero, la verdadera devoción a la Santísima Virgen es santa. Es decir que cuando quieres
tener una relación con Nuestra Señora, esta proximidad a Ella debe llevarte a evitar el pecado e imitar las virtudes
de la Santísima Virgen. Porque María quiere que evitemos ofender a Nuestro Dios
y nos quiere con ella en Cielo. Nos invita de manera particular a imitar.
Dice
San Luis de Monfort:
“Su
humildad profunda, su fe viva, su obediencia ciega, su oración continua, su mortificación
universal, su pureza divina, su caridad ardiente, su paciencia heroica, su
dulzura angelical y su sabiduría divina.” Estas son
las diez principales virtudes de la santísima Virgen.
4.
DEVOCIÓN CONSTANTE
Cuarto, la verdadera devoción a la Santísima Virgen es constante. Te
consolida en el bien y hace que no abandones fácilmente las prácticas de
devoción. La práctica
de la Devoción, es decir, una relación próxima, afectiva, efectiva, tierna y
confiada con Nuestra Señora, te anima
para que puedas oponerte a lo mundano y sus costumbres y máximas. También a lo
carnal y sus molestias y pasiones; al diablo y sus tentaciones. Lo que no
quiere decir que no caigas algunas veces, ni experimentes cambios en tu
devoción sensible a través del tiempo e incluso coyunturalmente. Quiere decir realmente que si caes, te
levantarás tendiendo la mano a Nuestra bondadosa Madre. Y además, si por
un momento crees que se fueron la ternura, la confianza y lo ganado en
santidad, rápidamente empezarás a trabajar en ello nuevamente. Todo esto
siempre gracias a la poderosa intercesión de Nuestra Señora por tu alma. Porque el justo y fiel devoto de María vive
de la fe de Jesús y de María y no de los sentimientos corporales (Hebreos
10:34).
5.
DEVOCIÓN DESINTERESADA
Quinto y por último, la verdadera devoción a la Santísima Virgen es
desinteresada. Es decir que
te inspirará no buscarte a ti mismo,
sino sólo a Dios en su Santísima Madre.
Dice
San Luis de Monfort que:
“El
verdadero devoto de María no sirve a esta augusta Reina por espíritu de lucro o
interés ni por su propio bien temporal o eterno, corporal o espiritual. Sino
únicamente porque Ella merece ser
servida y sólo Dios en Ella”.
Nos
indica, el santo, como un último consejo para escalar al Cielo que el devoto de
Nuestra Señora:
“Ama a María, pero no precisamente por los
favores que recibe o espera recibir de Ella, sino porque Ella es amable”.
Y este amor debe ser constante y desinteresado,
como María en las bodas de Caná, sosteniendo a aquel que lo necesita, aun
cuando el devoto no obtenga nada a cambio. Siguiendo estos consejos, no hay
manera de no acabar en el Cielo, pues, María te hará un perfecto hijo o hija de
Dios.
¿Te
animas?
Por último,
pero no menos importante, te dejamos esta conferencia del hermano Fernando Casanova, ex Pastor Pentecostal,
donde explica a profundidad cómo la Virgen María le ha conducido a conocer a
Jesús.
Fuentes:
- http://www.montfort.org/content/uploads/pdf/PDF_ES_26_1.pdf
- https://www.lasalette.org/about-la-salette/reconciliation/spirituality-and-charism/1006-the-importance-of-marian-devotion.html
Edwin Vargas
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