Teníamos
pendiente continuar con el análisis de las 5 Vías para demostrar la existencia
de Dios, de Santo Tomás de Aquino. En particular, nos quedó en el tintero
revisar algunas respuestas comunes a la 2ª vía.
“OYE, PERO ESTO ES LO MISMO
QUE LA 1A VÍA”
Hay un parecido evidente en la
estructura con que Santo Tomás explica las dos primeras vías. Comienza con un
dato empírico verificable (que existe el cambio, o un orden de causas
eficientes), luego establece que ese dato se explica por una serie de entes,
para luego descartar que esa cadena pueda extenderse infinitamente. Esa
estructura ha llevado a que muchos crean que se trata del mismo argumento, que se nos “pasa
gato por liebre” al presentar dos argumentos que en realidad no es más
que lo mismo con diferentes palabras. Richard Dawkins lo dice así: “Las tres primeras [pruebas de Tomás de Aquino] son solo
formas distintas de decir lo mismo y pueden ser consideradas en conjunto” (El Espejismo de Dios, Cap. 3, R. Dawkins,
Espasa Calpe 2007)
Es cierto que hay parecidos,
pero solo una lectura superficial llevaría a concluir que hablan de lo mismo.
La 1ª y la 2ª vía se parecen entre sí tanto
como una rueda y una pizza: ambas pueden tener la
misma forma, pero a nadie se le ocurriría ponerle una pizza a un carro o darle
un mordisco a una rueda.
El punto de partida es diferente para ambas demostraciones (la realidad del cambio en la
1a, las cadenas causales en la 2ª) y discurren también en terrenos filosóficos
diferentes (Las paradojas de la escuela eleática, por un lado; y las
cuatro causas de Aristóteles, por otro), y por lo mismo es evidente que no son
el mismo argumento.
Encuentro fascinante que el
marco filosófico de ambas vías no sea religioso, ni siquiera tiene que ver con
la teología natural. La doctrina del acto y la potencia resuelve el problema
del cambio planteado por Parménides. La teoría de las cuatro causas nace para
entender la realidad física. A primera vista, ninguna de las dos tiene nada que
ver con Dios o la espiritualidad.
El filósofo inglés David
Hume (1711-1776) es famoso por haber negado que exista tal cosa como
la causalidad. Según Hume, solo adquirimos verdadero conocimiento a través de
los sentidos, y todo los demás que creemos que existe, pero no podemos percibir
son meros hábitos de nuestra mente. Cosas como la causalidad, el espacio, el tiempo o las matemáticas, son meras
ilusiones que nos simplifican la vida, pero que no corresponden a nada
real, fuera de la mente.
Quien esté desesperado por
refutar la 2ª Vía de Santo Tomás podría
negar la causalidad, pero es una victoria pírrica. Junto con negar a Dios se
acaba por destruir la posibilidad de desarrollar la tecnología y la ciencia,
todo nuestro conocimiento de la realidad, incluso la mera posibilidad de
comunicarnos, de exponer un argumento y de intentar refutarlo.
En cierta forma, lo de Hume se
parece a la paradoja de Aquiles y la Tortuga: suena interesante, pero resulta
contraria a la experiencia más común y básica. Negar la causalidad puede ser sugerente como experimento mental, pero
nadie podría tomárselo en serio. Sin ir más lejos, quien habla o escribe
confía en que las palabras reflejan sus ideas, y eso demuestra que la
causalidad está operando en nuestra comunicación.
Por eso, porque todos
percibimos y usamos la cadena de causas eficientes que existen en la realidad,
ese es un punto de partida válido para la 2ª Vía. Después
de todo, una demostración siempre parte de un dato indudable de la experiencia
común a todas las personas. En la 1a Vía ese dato era el movimiento, que es
evidente a los sentidos y por eso santo Tomás la llama “la
más evidente". En la 2ª Vía, es
el “orden de causas eficientes", que no
percibimos por los sentidos, pero que forma parte de la experiencia de todos,
incluso a la de Hume.
“EL UNIVERSO NO NECESITA UNA
CAUSA”
Al leer en la 2ª Vía de una “serie
de causas eficientes", tendemos a pensar en el efecto dominó, una
larga cadena de causas y efectos que viene avanzando desde el origen del
universo hasta nuestros días. La “causa eficiente
primera” de Santo Tomás sería un ente que mucho tiempo atrás botó el
primero dominó, por así decirlo, antes del big bang y el inicio del universo.
Tendría sentido, entonces, objetar que
existe la causalidad en nuestro día a día, no puede decirse lo mismo universo
en su conjunto. Si el universo surgió espontáneamente, sin necesidad de
una causa, o si existió siempre, Dios no es necesario. O si Dios no tiene
causa, el universo tampoco necesita de una.
Sin embargo, Santo Tomás no
está pensando un efecto dominó que viene avanzando desde el big bang hasta
nuestros días. Al contrario, para
efectos de este argumento, es indispensable pensar en la causa eficiente como
simultánea al efecto. Entenderlo de otra forma implica que todavía no
hemos comprendido cuál es la causa eficiente de un fenómeno.
¿La fuerza del
lápiz es la causa eficiente de que caiga una gran baldosa? Es claro que no, el resultado
provocado no guarda ninguna relación con la fuerza del lápiz. La causa
eficiente de una baldosa cayendo con gran fuerza es la gravedad, operando al
mismo tiempo de producirse fenómeno.
Insisto: La causa eficiente es simultánea
con su efecto. En el ejemplo clásico del jarrón, su causa eficiente es el
alfarero, pero no en cualquier momento, sino específicamente cuando él lo
modeló, cuando sus manos se ahuecaron sobre la arcilla para darle forma. El
alfarero puede perder las manos después, o carecer de los conocimientos para
hacerlo antes. Nada de eso cambia el hecho de que él es la causa eficiente del
jarrón, porque lo es al momento de fabricarlo.
Al comprender que causa y
efecto son simultáneos, se hace evidente que la cadena de causas eficientes en la 2ª Vía es
actual y presente, y no se extiende hacia el pasado. Por lo tanto, no
necesitamos especular si Dios intervino en el big bang. En lo que a Santo Tomás
respecta, el universo puede haber existido por siempre, y eso en nada afecta la
validez de este argumento.
“NO PUEDES DESCARTAR QUE
EXISTAN EVENTOS NO CAUSALES”
El universo es un lugar grande
y extraño, lleno de fenómenos únicos que no podemos siquiera imaginar. En
nuestra experiencia cotidiana existe la causalidad, pero es perfectamente
posible que haya eventos no causales en alguna lejana galaxia, o al interior de
un agujero negro. Los creyentes están demasiado ansiosos de poner a Dios en
todas aquellas partes donde parece faltar una explicación, las lluvias, los
terremotos, y eso ocurre en este caso.
Es cierto que a veces tendemos
a caer en el “dios de los vacíos", pero
es un error, y no lo que hace santo Tomás en la 2ª
Vía. Él se toma el tiempo de explicar que un “evento
sin causa” no es solo algo poco común, pero que podría ocurrir en algún
rincón del universo. Al contrario, un “evento sin
causa” es un concepto contradictorio en sí mismo, algo tan imposible
como intentar pensar en un círculo cuadrado.
Sin
embargo, no encontramos, ni es posible, que algo sea causa eficiente de sí
mismo, pues sería anterior a sí mismo, cosa imposible.
De nuevo, el concepto de “anterior” empleado aquí no se refiere al tiempo,
sino al lugar del ente en la cadena causal. No solo es poco común que algo sea
causa de sí mismo, es simplemente imposible. Lo otro sería sostener que existe
la magia, y que las cosas surgen sin razón de la nada (y no, el vacío cuántico
no tiene nada de nada), pero eso es ya nos lleva a otro plano de la realidad.
Bueno, eso por ahora. Espero
haber despejado algunos errores comunes acerca de la 2ª
Vía, y pronto poder seguir con la 3ª.
Pato Acevedo
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