CONTEMPLAR,
REFLEXIONAR, PEDIR
Mientras tus labios pronuncian
piadosamente los padrenuestros y los avemarías cual una música de fondo, tu
corazón y tu mente son movidos por el Espíritu Santo a entrar en contacto con
los Misterios de la vida de Jesús y de María.
No te olvides: no son hechos
del pasado. En Cristo
Resucitado, en el Viviente, todos y cada uno de los acontecimientos de su vida
terrena han entrado a formar parte de la eternidad. En el Corazón de Cristo
Glorioso está cada instante de su vida entre nosotros, por lo cual todo es –místicamente-
actual y eficaz.
Y existe aún otro “lugar” donde cada paso de la vida del Verbo hecho
carne es custodiado celosamente: el Corazón de su Madre. Rezar el Santo Rosario
es ingresar en el Mundo interior de Ella, en ese tabernáculo purísimo donde
guardaba y meditaba todo. Rezar el Rosario es mirar al Hijo con sus ojos, es
escucharlo con sus oídos, es tocarlo con sus manos, es amarlo con su amor.
De la mano de María, quiero
proponerte en cada misterio que anuncias recorrer tres pasos. Podría ser uno
solo o tal vez diez, pero creo que en estos encontrarás abundante vida
espiritual, gracias incontables, fecundidad personal y apostólica.
—
CONTEMPLAR
Significa que entres en la “escena” y trates de poner en juego, al menos
brevemente, los cinco sentidos espirituales de la imaginación. Así, puedes MIRAR las austeras paredes de la casa de Isabel,
la belleza del Rostro del Niño en brazos de Simeón, la sobreabundancia de vino
en Caná, las gotas de sangre que caen en Getsemaní, la llaga del costado en la
que Tomás mete su mano… Pero también puedes OÍR la voz de Cristo tan suave como
firme, o el golpear del martillo en los clavos, o el canto de los ángeles en la
Asunción. Y también TOCAR la piel delicada
del Niño de Belén, o el calor de las lenguas de fuego en el Cenáculo. Y OLER y GUSTAR el
pan sabroso y el vino espléndido de la Última Cena… También -y quizá sobre
todo- los detalles de los misterios encierran una gracia especial para tu vida.
Así tu corazón, sencillamente, se irá transformando en Cristo: la Contemplación transforma.
—
REFLEXIONAR
Significa poner tu vida frente
a la de Cristo y de María, y dejar que su luz de derrame sobre ella. Significa
percibir las similitudes pero también las diferencias, y animarse a pensar: ¿qué me dice este misterio a mí, en este momento de mi
existencia? Significa dejar aquí actuar la inteligencia, razonando
movida por la gracia sobre lo que Dios me pide a mí, en concreto, aquí y ahora.
Así las virtudes del Señor y su Madre te invitarán a pensar en cuáles de ellas
debes aún profundizar, qué defectos tienes que combatir, que dimensiones de tu
cristianismo aún están apenas esbozadas.
Cada misterio te dejará una
enseñanza, que no será siempre igual, porque en cada paso y etapa el Señor
puede ir pidiéndote cosas nuevas, y porque todo lo que se refiere a Él es
inagotable.
—
PEDIR
Pedimos porque no podemos ser
buenos ni mucho menos santos con nuestras propias fuerzas. Porque “Sin Él, nada podemos hacer”. Porque todo es
gracia, y no podemos ni siquiera imaginarnos lo bueno si no nos lo concede el
Señor. Si quedas fascinado con la pureza de María, pídela con confianza y
constancia. Si te sorprende la humildad de José, suplica con insistencia, y la
recibirás. Si quisieras tener más ardor en el Anuncio del Reino o deseas
convertirte de verdad, o quieres abrazar la Cruz como lo hizo Él pero sientes
que no tienes fuerzas, no dejes de implorar.
Y no pidas solo para ti: en
cada Rosario hay sitio para todos tus hermanos. Es probable que muchas veces
mientras reces vengan a tu mente rostros, situaciones, recuerdos, vivencias,
temores, vinculados con otros hermanos. Cada vez que eso suceda, no te
desanimes: pon a cada uno de ellos –y toda su vida- en presencia de Jesús y de
María. ¡Cuántas bendiciones para tu familia, tus
amigos, tu comunidad, puedes alcanzar con esta oración!
Contemplar,
reflexionar, pedir: así puede transcurrir con fruto cada decena. Intentaré ayudarte para que
así sea.
P. Leandro
Bonnin
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