La
Santísima Virgen es un Plan soñado por Dios desde el principio. Y Dios nos ha
dejado muchas referencias sobre Ella en la Biblia. Ella es nuestra Madre por
deseo de su Divino Hijo y de la Trinidad Santísima.
Ella fue la que permitió que Dios bajara a la
Tierra como humano, para revelarse completamente y transmitirnos su evangelio.
Fue coronada como Reina de todo lo Creado al llegar al Cielo. Porque
para el pueblo de Israel la Reina no era la esposa del Rey, sino su madre. Por lo tanto, si el hijo es rey, su Madre es la Reina.
Y lo prueba Salomón, en 1 Reyes: 2-19. “Betsabé
fue al rey Salomón para hablarle por Adonías. El rey se levantó a recibirla, se
inclinó delante de ella, y se sentó en su trono; hizo colocar un trono para la madre del rey y ella se sentó a su
diestra”. Un pecador
como el Rey Salomón, pudo hacerle ese homenaje a su madre, que también
era pecadora, como lo somos todos. Entonces, ¿qué no hará un Rey perfecto, como Jesucristo, para
premiar a la Mujer que lo concibió, lo dio a
luz, lo crió, educó y alimentó y lo acompañó estoica hasta el fin en el momento
de Su gran dolor? Como bien dijo Juan Duns Scotto en la
Disputa de París,
“Si quiso y no pudo, no era Dios.
Si pudo y no quiso, no era Hijo.
Pudo y quiso, porque era Dios y era Hijo.
Y por lo tanto, lo hizo”.
Si pudo y no quiso, no era Hijo.
Pudo y quiso, porque era Dios y era Hijo.
Y por lo tanto, lo hizo”.
MARÍA,
LA OBRA MAESTRA DE DIOS
¿Por
qué Dios Todopoderoso quiso hacerlo así?
Desde la Eternidad, Dios tuvo en Su mente y Su
voluntad a María.
La imaginó,
la creó, la preservó de todo pecado y la adornó con todas las virtudes.
Fue Su más especialísima criatura, Su obra maestra.
Y podemos
decir que fue “construida”
por el Altísimo con el mismo esmero que el Señor exigió a Moisés
para la realización de Su Arca de la Alianza y para la edificación de Su
Templo, que el profeta Ezequiel recibió en una visión (Ezequiel 40-44). Podemos
tener un indicio de su pureza virginal,
estudiando la historia y creencias del pueblo de Israel. El pecado le era legado a un hijo por su
madre. El Salmista lo entona de esta manera: “¡Ten
piedad de mí, Señor, por tu bondad, por tu gran compasión, borra mis faltas! …
Yo soy culpable desde que nací; pecador
me concibió mi madre”. Evidentemente, esto no podía aplicarse a Jesús, puesto que Dios es el Bien
Supremo, y la ausencia de todo mal. Por lo tanto no podía entrar en un cuerpo
pecador.
MARÍA,
EN EL EVANGELIO Y EN HECHOS DE LOS APÓSTOLES
María aparece como la Madre de Jesús en el
Evangelio y en el Libro de los Hechos.
La vemos en
la Anunciación (Lucas 1: 26) y en la visita a Isabel (Lucas 1: 56). Es en ese momento que entona con gozo
celestial el Magnificat,
en el cual realiza varias profecías. La volvemos a encontrar en el
camino a Belén, junto con San José y en el Nacimiento de Jesús. María es nombrada trece veces por el
evangelista Lucas en los dos primeros capítulos de su Evangelio. El nombre
de María aparece una vez más, esta vez en los Hechos de los Apóstoles, como integrante y guía de la primera Iglesia,
esperando en oración el derramamiento del Espíritu Santo prometido por
Jesús, que vendría en Pentecostés (Hechos 1: 14). A partir de ese momento, María pasa a ser la Madre de Jesús para los
Evangelistas, y así será nombrada por ellos en adelante.
LA
MUJER
A lo largo de toda la Biblia, cuatro veces se
menciona a María sin decir su nombre: aparece como “la Mujer”.
Ya en el Génesis el Padre la menciona, al maldecir a la serpiente. “Pondré enemistad entre tú y la Mujer,
entre su descendencia y la tuya, ella te pisará la cabeza y tú le acecharás el
talón”. (Génesis 3: 14-15). En el Evangelio también aparece la palabra
Mujer refiriéndose a María, y las dos veces las pronuncia Jesús. La
primera, en las Bodas de Caná,
cuando Él realiza su primer milagro por pedido de Ella. Jesús no se dirige a
Ella diciéndole Madre, sino Mujer. “Mujer, ¿Por qué me dices eso a Mí?
Todavía no ha llegado Mi hora” (Juan 2: 4) La segunda vez que Jesús
se dirige a María diciéndole Mujer es desde la Cruz y es cuando le entrega la maternidad de todos
nosotros en la persona de Juan. “Mujer, ahí tienes a tu hijo” y
a Juan, “Hijo, ahí tienes a tu Madre”. (Juan
19: 26-27). Esta mención de la palabra
mujer, no tiene relación alguna con las otras veces que Jesús la
pronuncia dirigiéndose a otras mujeres, como la samaritana en el pozo y María
Magdalena después de la Resurrección. Esas menciones no tuvieron calidad de
trascendencia, sino simplemente de diálogo.
Pero las de María implicaban designios divinos: el
primer milagro realizado a pedido de Su Madre, y la Maternidad augusta de la
humanidad.
La cuarta
vez que aparece María como la Mujer es
en el Apocalipsis. Se abre el trono de Dios y aparece el Arca de la Alianza. No
es un letrero que anuncie lo que va a venir después: es una imagen y así la
describe el apóstol. Inmediatamente
después de ese anuncio divino, “Arca de la
Alianza”, aparece otra gran señal, “la” gran
señal: “Una Mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce
estrellas sobre su cabeza”. (Apocalipsis
11: 19, 12: 1-2). Todo esto que hemos visto se refiere al Nuevo Testamento.
Y
SE MENCIONA A MARÍA EN EL ANTIGUO ¿TESTAMENTO?
Sí se la nombra, aunque no expresamente.
Veamos
algunas menciones. Hay pasajes muy conocidos, como las profecías sobre la venida del Mesías. “La
virgen concebirá y dará a luz un niño”. (Isaías 7:14). Podemos notar aquí el fundamento de la virginidad perpetua de María,
quien estaba llamada a concebir y dar a luz a Jesús sin perder su virginidad. Eso para nosotros los católicos es
dogma de Fe. ¿Hay otros
textos en la Biblia que se refieren explícitamente a María, sin nombrarla?
PERPETUA
VIRGINIDAD
La Iglesia ha defendido desde el inicio de la
Redención, la virginidad perpetua de María.
¿Lo
ha hecho por capricho? De ninguna manera, y las Escrituras nos dan una prueba muy contundente
de ello. Si leemos al profeta Ezequiel, en la visión que mencionamos arriba, en
el Capítulo 44: 2-3, el Señor le dice al profeta estas palabras, referidas
circunstancialmente a la puerta
oriental del Templo: “Y el Señor me dijo: Esta puerta quedará cerrada; no deberá
abrirse y nadie entrará por ella, porque por ella ha entrado el Señor, Dios de
Israel, por eso permanecerá cerrada”. Podemos inferir que si el
Altísimo tenía tanto cuidado en preservar aquella puerta de Su Templo por la
cual había entrado Él, nos estaba dando
aviso y profetizando que lo mismo haría con Su Madre.
En cuyo vientre inmaculado, trono elegido por Él,
estuvo nueve meses, desde su Encarnación hasta Su Nacimiento.
EL
CANTAR DE LOS CANTARES, ¿ALABANZAS A MARÍA?
A primera vista el Cantar de los Cantares parece un poema de amor
erótico, destinado
por el Rey Salomón a la Sulamita, la Reina de Saba. Sin embargo hay versos que no corresponderían a la amante
de un Rey como Salomón. En el versículo 9 del capítulo 6 aparece una
descripción que puede aplicarse mucho más a la Santísima Virgen que a la Reina
de Saba. Y más parece una palabra dicha
por Dios Todopoderoso en persona. “Mi palomita virginal es una sola, una sola es la preferida de
la mujer que le dio a luz” (Cantares
6: 9)
Realmente su madre Ana, que no podía tener hijos,
concibió a María como un regalo de la Providencia.
Y es única esta
joya, rosa del jardín de Dios y perla de Su corona. En otra parte, podemos leer
la invitación de la Madre al que vendrá
a encarnarse en Ella: “Ven, Amado mío, a
Tu jardín, ven a comer de sus frutos exquisitos”
¡Su cuerpo iba a servirle de alimento al Hijo de
Dios!
Y exquisita
era la pureza que hacía de Ella un verdadero
trono para el Dios que venía. La respuesta de Él, aunque en un lenguaje
terrenal, es la confirmación profética de la Encarnación: “Ya he entrado en mi jardín,
hermanita, novia mía, ya he tomado Mi mirra y Mis perfumes, ya he probado la
miel de tu panal, he bebido Mi vino y Mi leche”. Además: “Tú eres jardín cerrado, cerrada fuente, sellado manantial” (Cantares 4: 12) Lo cual todo puede sin dudas aplicarse a María
Santísima.
LAS
LETANÍAS LAURETANAS, ¿OTRO INVENTO DE LA IGLESIA?
En las Letanías
Lauretanas se le dan a María muchos títulos que podemos comprender,
como Santa, Madre de Dios, Madre de la Divina Gracia, Trono de Sabiduría, Causa
de nuestra alegría, etc.
Santo Tomás
de Aquino comparaba nuestra humanidad
con vasos de barro a los que el Divino Alfarero daba forma según Su voluntad. Podemos
comprender entonces, por qué se le dice a María “Vaso espiritual, ruega por nosotros”. Pues
espiritual fue en gran parte su misión. Pero hay algunos otros nombres que repetimos en alabanza a
la Madre, tal vez sin comprender demasiado su origen. Por ejemplo, Rosa Mística. En Cantares, encontramos que la amada es comparada con una bella rosa.
Y sabemos que la Virgen lo fue y que las espinas
que rodean a toda rosa se le clavaron a Ella cruelmente en el corazón y en el
alma, durante la Pasión y Muerte de su Divino Hijo.
Mística es
por su devoción y obediencia sin medida al Altísimo. Se la compara también como
un lirio entre los cardos. Y
bien que esta flor blanquísima es imagen de la pureza celestial de María, que nació y vivió rodeada por un mundo corrompido
por el pecado. Y hay más que vienen de Cantares. “Tu cuello es semejante a la torre de piedra que se
construyó para David” (Cantares 4: 4). Y en las Letanías nosotros le
decimos a María: Torre de David, ruega
por nosotros. “Tu cuello es una torre de
marfil (Cantares 7,: 4). Y con toda la Iglesia los católicos
rezamos: Torre de marfil,
ruega por nosotros.
Si Cristo es la Cabeza del Cuerpo Místico que es la
Iglesia y nosotros formamos ese Cuerpo, María bien puede ser el cuello que une
la Cabeza con el cuerpo y a través de Ella es que nos llegan las Gracias y las
Bendiciones de Dios Todopoderoso.
¿Puede
haber más citas en Cantares? Las hay. Y los Padres de la Iglesia tuvieron la certeza de que todas
ellas se referían a la Santísima Virgen. Otra es una descripción triunfante de
una “Capitana de los
Ejércitos de Dios”, como se la nombró
a nuestra Madre del Cielo, con motivo de la primera victoria en Covadonga del
exiguo y maltrecho ejército español. Triunfo
que fue el inicio de la expulsión de los musulmanes de España, que
culminaría siglos después en Granada, durante el reinado de los Reyes
Católicos. “¿Quién es
esta que se asoma como el sol en la mañana?
Es hermosa como la luna, radiante como el sol, ¡irresistible como un ejército
en marcha!” (Cantares 6: 10). Bien podemos recordar que la Santísima Virgen respondió al rezo del Santo
Rosario de toda la cristiandad, haciendo triunfar en la Batalla de Lepanto a
una pequeña escuadra cristiana, contra la monumental flota otomana. No fue esa
la única intervención de Nuestra Santa Madre en los combates de los
ejércitos cristianos contra los enemigos de la fe. María estuvo presente para hacer conseguir a los cristianos
increíbles victorias contra enemigos feroces y más numerosos, cada vez que fue
invocada. Cantares aún nos tiene guardada otra sorpresa. En el Capítulo 4: 7
encontramos esta frase, que bien justifica que al acabar de leerla digamos “Palabra de Dios”: “Toda tú eres hermosa, amada mía, y en ti no hay mancha”. El
Señor fue muy generoso en anunciarnos a lo largo de la Historia de la
Salvación, la pureza inmaculada de Su
Madre, como para que nadie pueda tener dudas de ello.
Todas estas frases son perlas que forman parte de
las alabanzas que el pueblo de Dios prodiga cada día a María, Madre de Dios y
Madre nuestra.
Gloria a Él
por los siglos de los siglos.
Fuentes:
- https://www.bibliacatolica.com.br/el-libro-del-pueblo-de-dios/salmos/51/
- http://www.catolicosalerta.com.ar/revista-roma/44capitana-ejercitos.html
- https://www.bibliacatolica.com.br/la-biblia-de-jerusalen/genesis/1/
María de los Ángeles Pizzorno
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