La
misa es el momento más grande en la vida del católico. Y no lo podemos
desaprovechar. Es el evento que Dios dispuso para aplicarnos los méritos que Su
hijo Jesucristo hizo por nosotros en la cruz.
Allí se hace presente el mismo Jesucristo en el
altar y se nos ofrece en su carne y su sangre para que lo incorporemos.
No es algo simbólico, ni un recurso psicológico, sino una realidad
mística. En que el cielo se abre y participamos en la
representación del sacrificio de Jesús en el calvario y de la aplicación de sus
méritos a los fieles. Sin embargo muchos
hayan a la misa aburrida, porque siempre sucede lo mismo, con las leves
variantes del cambio de lectura y la homilía del sacerdote. Y entonces algunos párrocos caen en la tentación de
agregarle atractivos externos, que terminan distrayendo el momento. Debemos considerar que sentirse aburrido es
poner en el centro nuestras emociones. En lugar de considerar que la misa es un lugar para dar
alabanza y adoración a Dios, que es nuestro creador, sostiene nuestra
vida, y a quién podemos pedirle gracias especiales. Sin embargo todos en algún momento nos hemos sentido
aburridos en una misa, ya sea porque estamos en un momento de desolación
y sequedad, o por los propios ataques del maligno. La clave para superar esto es dejar de enfocarnos en cómo nos sentimos y
prestar atención a la relación con Dios, porque hemos llegado hasta su
casa y entonces tenemos que estar con Él.
No somos el centro de la misa, sino peregrinos que
van a visitar a Dios en su casa para pedir y agradecer.
Pero las motivaciones para ir a misa pueden ser
distintas para cada persona o incluso cambiar en nosotros mismos según
la época por la que estemos pasando. Veamos las principales razones que tendríamos
para ir a misa; las que no están ordenadas según su importancia.
MOTIVACIONES
PARA IR A MISA
CUMPLIR
CON LA OBLIGACIÓN DE SANTIFICAR EL DÍA DEL SEÑOR
La iglesia
dice que faltar a la misa dominical es
un pecado. Para algunas personas funciona, pero no podemos basar nuestra vida espiritual en el miedo, sino que la
deberíamos basar el amor a Dios. No se trata de estar obligados a hacer algo,
sino de aprovechar la oportunidad que
Dios nos brinda de abrir el cielo para nosotros.
DAR
TESTIMONIO DE JESÚS
Profesar nuestra fe es testimoniar que Dios existe, que se hizo hombre, murió
por nosotros para redimirnos de los pecados, resucitó de entre los muertos y
vive en el cielo ocupándose de nosotros. Y que creemos en su promesa de vida eterna, si nos mantenemos
fieles a sus mandatos.
RECONOCER
QUE SOMOS PECADORES Y NECESITAMOS MISERICORDIA
La misa nos
invita a reconocer nuestros pecados, y es
un momento ideal para hacer un repaso de nuestra vida, especialmente
desde la última vez que concurrimos a la liturgia. Pero también en la misa recibimos la misericordia de Dios,
porque Dios se nos ofrece y el sacerdote hace un rito de intercesión por todo
el pueblo.
ORAR
Y PEDIR POR LAS COSAS QUE NOS INTERESAN
Podemos estar preocupados por cosas que nos suceden a nosotros mismos, a nuestros
familiares y amigos, y a lo que sucede en la sociedad. Y arrodillarnos y plantearle a Dios nuestras
cosas es algo bien importante para la mayoría de la gente. Esto lo
podemos hacer antes de comenzar la misa
o después, o incluso durante la propia misa. Porque hay espacio en la
oración de los fieles para pedir la asistencia divina.
DAR
GRACIAS POR LAS BENDICIONES RECIBIDAS
Ya sea por las oraciones contestadas y por las gracias que Dios nos ha
dado aún sin
habérselas pedido. La palabra eucaristía significa acción de gracias, de modo
que la misa es el lugar ideal para expresar gratitud a Dios.
RECIBIR
LA SAGRADA COMUNIÓN
Los católicos creemos que cuando tomamos la hostia consagrada comemos el cuerpo y bebemos la
sangre de Jesús, que está realmente presente en la apariencia de pan y vino. Esto
nos da una estrecha unión con Dios
y de alguna manera lo incorporamos en nosotros. De modo que si estamos en un momento de sequedad,
en que no sentimos el contacto íntimo con Jesús en nuestros sentimientos y
nuestra mente, tomando la eucaristía Él está en nosotros, aunque no lo sintamos
en ese momento.
ESCUCHAR
LA PALABRA DE DIOS
Otro motivo
para ir a misa es escuchar las lecturas
de ese día. Con el efecto de que siempre
la escritura nos habla de algo que realmente nos moviliza. Sentimos que
nos está diciendo algo especialmente
para nuestra situación particular. Y eso puede ser una guía, un acompañamiento, un alivio, una
fuente de oración y de meditación.
OÍR
LA HOMILÍA DEL PREDICADOR
El
predicador nos interpreta la palabra que escuchamos, muchas veces aterrizándola a situaciones concretas de la vida
diaria. Y esto es una guía adicional que funciona, o debería funcionar, como una catequesis. Y además de
exhortar, el predicador nos da impulso
para salir al mundo.
COMPARTIR
CON LA COMUNIDAD
La misa es
un lugar de encuentro con la comunidad
católica. Y con la comunidad eclesial total porque participamos en la
misma misa en todo el mundo, en la Tierra como en el Cielo. Sucede que el Cielo baja hasta la parroquia y nos
unimos todos en la adoración. Esto implica comprender que no estamos solos porque nos auxilian
desde el Cielo. Y además podemos
interactuar físicamente con los hermanos que están en el mismo camino,
con quienes alabamos y cantamos gloria a Dios. Para sacarles provecho a todas
estas cosas debemos presentarnos a la misa con el criterio adecuado.
CRITERIO
ADECUADO PARA IR A MISA
Aquí
mencionamos una serie de puntos importantes para concurrir a misa con un
criterio que nos de muchos frutos.
PREPARARSE
PARA IR A MISA
La misa es
un lugar de encuentro con Dios y con el
pueblo de Dios y esto es lo central que debemos reflexionar cuando nos
disponemos ir a la misa. No se trata de hacernos presentes en un quiebre de
nuestra vida agitada, sino de un cambio
cualitativo en el día. La misa está destinada a elevarnos hacia Dios y debemos
pensar que es el oasis para dejar de lado nuestros pensamientos y emociones
ingobernables. Tenemos que pensar que cuando vamos a misa estamos
teniendo un pie en la Tierra y otro en
la eternidad. Y ésta debe ser nuestra guía cuando estemos en nuestros períodos inevitables de sequedad
y desolación. Es el pensamiento que debemos traer cuándo nos sentimos
aburridos en la misa. O cuando no le podemos prestar adecuada atención, porque
nos sentimos desesperados por los problemas que vivimos y por las luchas contra
las tentaciones.
CULTIVAR
LA QUIETUD
La actitud clave que debemos cultivar al entrar en el templo es la
quietud de nuestro cuerpo y de nuestra alma. No se trata de forzarse para no
movernos o de dejar la mente en blanco. Sino de una disposición a sentir
nuestro espíritu que nos llama a la paz. Si la quietud es forzada nos trae
incomodidad, pero sí es una moción del espíritu nos trae alegría. Allí
nuestros pensamientos y nuestros sentimientos estarán alineados en un tranquilo reposo. Sólo cuando estamos con paz
podemos descansar en Dios y Él se puede
comunicar con nosotros de una manera eficaz. Esa quietud y paz nos permite entrar en los lugares ocultos
dentro de nosotros y ver los misterios de Dios y atisbar sus planes. Y
si no logramos aquietarnos, entonces debemos
pedir a Dios que nos de paz, que calme nuestros corazones y nuestras
mentes.
LLEGAR
TEMPRANO A MISA
Para lograr
esa quietud debemos llegar temprano a misa, para calmarnos, olvidar nuestras irritaciones y frustraciones, y
reponernos de nuestro agotamiento, por lo menos un poco. Cuando llegamos
y nos sentamos en un banco el templo tenemos la oportunidad de ordenar nuestros pensamientos y emociones. Pero
nuestra inquietud, confusión y desorden no desaparecen por arte de magia, sino
que tenemos que hacer un esfuerzo para
encauzarlos, en silencio y con recogimiento. Cuando llegamos temprano
tenemos la oportunidad de pedirle a
Dios para que elimine nuestras distracciones y nos podamos concentrar en
lograr la quietud. Esto se potencia si cuando entramos en el templo está expuesto el Santísimo Sacramento, como
sucede en muchas Iglesias actualmente antes de misa. La actitud más correcta es mirar el crucifijo o al Santísimo Sacramento y
decirle “aquí estoy Señor”, y luego esperar su respuesta en nuestra mente y
nuestro corazón. Sin embargo no es todo idílico, porque en las misas también hay una guerra
espiritual, en la que debemos estar enfocados para no distraernos. Cada
vez que nos dispersemos debemos tomar conciencia que tenemos que hacer un
esfuerzo para concentrarnos, porque es parte de la guerra. Una buena medida es pedirle a la Santísima Virgen su intercesión
para combatir nuestros pensamientos errantes, nuestras tentaciones y
nuestras distracciones.
HACER
UN INGRESO ADECUADO AL TEMPLO
La llegada
temprano a misa para lograr la quietud necesaria para obtener buenos frutos, se condensa principalmente a partir de cuándo
atravesamos la puerta del templo. Tenemos que ser capaces de ver y utilizar los signos y símbolos sacramentales que
hay en el templo, porque están llenos de Dios. Al entrar en el templo nos hacemos la Señal de la Cruz y
muchas veces mojamos nuestros dedos en el agua bendita que está en la puerta. No debemos apresurarnos ni hacerlo por rutina,
sino que el gesto debe ser hecho pensativamente. Y recordarnos que estamos
entrando en un lugar que nos comunica
con la santidad del cielo. Quizás lo más efectivo sea considerar que la
Señal de la Cruz inicial es la puerta
que nos permite ser transportados al cielo.
CÓMO
REZAR LA APERTURA
En la parte
inicial de la misa hay algo central que dice el sacerdote, “pongámonos en presencia del
Señor”. Este es el momento de hacer el gran esfuerzo para trasladarnos al Cielo y ver, con los ojos del
alma, como se descorre el velo y la liturgia del Cielo baja hasta la
iglesia donde tú estás. Y cuando el
sacerdote dice oremos, en la oración de apertura, nuestro esfuerzo tiene
que estar puesto en nuestras intenciones y nuestros ofrecimientos.
CÓMO
ESCUCHAR LAS LECTURAS
Los textos que se leen en las lecturas de la misa son la palabra de Dios, que nos habla a nosotros,
como le habló al pueblo escogido y Jesús le habló a sus coetáneos del primer
siglo. La escucha deberá ser principalmente
con los oídos del corazón. Tratando de comprender que tiene que decirte a ti la palabra en ese momento. Y
esto se traslada luego a la homilía. Pero debes tener en cuenta que no necesariamente el predicador hable de las
cosas de tu propia vida, que tú sentiste en la lectura. En ese caso
evalúa las dos cosas.
CÓMO
VIVIR EL OFERTORIO Y LA ORACIÓN EUCARÍSTICA
En las
oraciones y gestos que hace el sacerdote desde que terminó la homilía hasta que
comienza a repartirse la Eucaristía, debes ver la liturgia del cielo bajada a la Tierra. Debes interpretar el misterio pascual del
sufrimiento, muerte, resurrección y ascensión de Nuestro Señor Jesucristo. Es el cierre de la mancha que había dejado en
los seres humanos el pecado original y la caída. Y también deberías
interpretar el significado que eso tiene para ti, que en primer lugar significa el perdón de los pecados.
CÓMO
RECIBIR LA COMUNIÓN
Recibir la Eucaristía es el pináculo de la misa. Es el momento más solemne de
la misa, y tus gestos debieran
manifestarlo así. Recuerda que deben acercarse a ella quienes no están
en pecado mortal. Cuando la recibes, debe ser consciente que estás comiendo y
bebiendo la carne de Jesús, que te da
la posibilidad de transformarte. Pero esa transformación no es por arte
de magia sino que Dios quiere que sea
con nuestro esfuerzo también. Por lo tanto debemos reconocer que somos pecadores e indignos de recibir a Dios
en nuestra casa. Y hacernos el propósito de avanzar en santidad. Es tan importante este momento que hace necesario un
largo período de acción de gracias por haber sido favorecidos con el
cuerpo y la sangre de Jesucristo. El que se puede extender más allá del momento en que el sacerdote hace el
despido y el envío.
CÓMO
RESPONDER AL DESPIDO Y AL ENVÍO
Cuando el
sacerdote dice “la misa ha terminado podemos” y el diácono agrega “testimoniemos
a Dios con nuestras vidas”, es cuando damos gracias a Dios por este
momento y es el momento de salir nuevamente al mundo. Somos ordenados a volver
al mundo para santificarlo. Hemos cumplido una obligación de ir a misa, nos hemos comunicado con el Señor y obtenido
paz. Le hemos pedido por nuestras intenciones, hemos escuchado su
palabra y lo que nos tiene que decir a nosotros en particular, hemos recibido
la gracia de comer su cuerpo y ahora debemos testimoniar nuestra fe en el
mundo.
Si en la próxima misa sientes que te falta algo si
no concurres, es un primer indicador de que ha dado frutos en ti.
Fuentes:
- http://catholicexchange.com/dive-mysteries-mass-practicing-stillness
- http://www.catholicherald.co.uk/issues/march-17th-2017/find-mass-boring-good/
- http://www.ncregister.com/blog/darmstrong/is-jesus-re-sacrificed-at-every-mass#When%3A2017-08-19+16%3A01%3A01
- http://catholicexchange.com/8-quick-tips-make-mass-time-devotion
- https://forosdelavirgen.org/105271/misa-comida/
- http://catholicexchange.com/13-god-centered-reasons-go-church-every
No hay comentarios:
Publicar un comentario