lunes, 3 de septiembre de 2018

CANTO GREGORIANO Y MISAS GREGORIANAS, ¿POR QUÉ SE DEBE ESTO A SAN GREGORIO MAGNO?


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San Gregorio I, del siglo VI, fue uno de los Papas más importantes que tuvo la Iglesia. Fue el primer monje benedictino que accedió al pontificado. Y cuenta la tradición que las autoridades debieron conducirlo por la fuerza a la ordenación de Papal. Porque él quería seguir siendo monje en el monasterio de San Andrés, que el mismo había fundado.
Nombrado doctor de la Iglesia, fue el Papa que nos legó la estructura de la Iglesia en la época medieval.
Y estableció la supremacía de Roma sobre los patriarcados de Oriente.
Nos dejó para el futuro la mayor expresión artística de la Iglesia, el canto gregoriano.
Y una de las devociones más extendidas para orar por las almas del purgatorio.
No debemos confundirlo con el Papa Gregorio XIII, que promulgó el calendario gregoriano en 1582. Su fiesta es el 3 de septiembre y es el santo patrón de los coros, los estudiosos, los cantantes, los músicos, protector contra la gota y la peste.

CÓMO FUE LA HISTORIA DE SAN GREGORIO MAGNO
Fue un Papa que vivió entre el año 540 y el 604, el primer monje benedictino en llegar al pontificado.
Declarado doctor de la Iglesia y una de las figuras más importantes que tuvo la institución. Porque fue fundamental en la consolidación de la doctrina, organización, disciplina y liturgia de la Iglesia. Provenía de una familia muy rica que tenía cuantiosas propiedades, que luego fueron donadas por Gregorio a la Iglesia para construir monasterios. Uno de ellos, el monasterio de San Andrés, fue en el que vivió San Gregorio antes de ser Papa. También su familia era muy devota, ya que su madre Silvia ha sido declarada Santa, al igual que dos de sus tías paternas, Tarsilla y Emiliana. De modo que Gregorio había recibido una gran influencia religiosa en su infancia. Se dice que era insuperable en Roma en retórica y dialéctica. De joven hizo estudios jurídicos y a los 30 años ya se lo podía ver con un alto cargo de prefecto en Roma. Sin embargo le gustaba meditar las escrituras y conversar sobre religión. Hasta que en el año 574 decidió abandonar todo y convertirse en monje. Su propiedad en una de las colinas de Roma la convirtió en un monasterio dedicado a San Andrés, que seguiría la regla de San Benito.
Él declaró que los tres años en que vivió solamente como monje en el monasterio fue la etapa más feliz de su vida.
Sin embargo sus biógrafos dicen que la austeridad con que llevaba su vida y las penitencias mellaron su salud de ahí en adelante. El Papa Pelagio II lo llama asistirlo como diácono en el año 578 y luego en el año 579 es enviado cómo embajador permanente a la corte de Bizancio, donde permanece 6 años contra su voluntad. Luego regresa a Roma y a su monasterio en San Andrés y más adelante es nombrado abad del mismo. Dedicándose a proyectar el alcance del monasterio para producir monjes destacados. La fama de Gregorio era fuerte en Roma y no tuvo más remedio que aceptar el cargo de consejero y ayudante de Pelagio II. En los años 589 y 590 la situación de Italia era un desastre por unas inmensas inundaciones, pestes que mataron a gran parte de la población y una economía paralizada. Y para colmo muere el Papa Pelagio II. El pueblo Romano y el clero eligieron a Gregorio, en ese momento abad del monasterio de San Andrés, como el futuro Papa. Pero él se negó a aceptarlo e incluso habló con el emperador para que no confirmara su elección. Él quería seguir su vida monástica. Mientras tanto su fama seguía creciendo, porque llamó al pueblo romano a una gran procesión para terminar con las pestes.
Y hay una leyenda que dice que luego de esto fue visto el Arcángel San Miguel en la cima del Monte Sant Ángelo envainando su espada, como señal de la terminación de la plaga.
Finalmente el emperador confirma su elección como Papa Gregorio I y tuvo que ser capturado y llevado a la Basílica de San Pedro para ordenarlo Papa el 3 de septiembre del 590. A pesar de sus impresionantes logros como Papa nunca se sintió a gusto con el cargo, porque añoraba su vida monacal. Pero su actividad al frente del pontificado fue quizás una de las más eficaces en la historia. Porque sistematizó la Iglesia en todos sus aspectos, su primera publicación fue destinada a establecer cómo debería ser y comportarse un Obispo. Ordenó el usufructo y el rendimiento de las propiedades de la Iglesia y puso las bases para distribuir dineros en caridades. Estableció la doctrina de la supremacía de Roma frente a los patriarcas de Oriente y fue un gran luchador contra los herejes, cismáticos y paganos. Según los estudiosos San Gregorio Magno sentó las bases del catolicismo medieval y por eso algunos lo llaman el padre de la cristiandad. Se lo dibuja habitualmente con una paloma, porque hay una leyenda que dice que un pájaro le cantaba al oído mientras él escribía. Y otra leyenda dice que cuando le dictaba las homilías a su secretario un pájaro metía su pico en la boca cuando estaba callado y volaba cuando comenzaba a hablar. La importancia de este Papa la vemos en dos legados impresionantes, el canto gregoriano y las misas gregorianas.

EL CANTO GREGORIANO
La recopilación e instauración en la Iglesia Católica del canto gregoriano se adjudica a Gregorio Magno, y por eso lleva su nombre.
Este canto se usó en la Iglesia Católica para los ritos litúrgicos de la misa y los oficios, como canto requerido, hasta la primera mitad del siglo XX, cuando el Concilio Vaticano II dictara que la misa debía ser ofrecida en el lenguaje vernáculo.
El abandono del latín también significó el abandono de la música sacra gregoriana, porque el canto gregoriano se desarrolló y se consolidó para el idioma latín.
El canto gregoriano es el nombre que se le da a una tradición de cánticos llanos y con una línea melódica llamada monofonía, qué fue evolucionando con distintas modalidades y nombres desde el Antiguo Testamento.
Los judíos usaban himnos, salmos y respuestas a sus oraciones con una entonación cantada. Incluso hay evidencias en el Nuevo Testamento que Jesucristo y los discípulos cantaban, y seguramente el canto que utilizaban era lo que hoy llamamos gregoriano. En el Nuevo Testamento menciona Mateo 26: 30, que al terminar la última cena, Jesús y los discípulos cantaron himnos y luego salieron para el Monte de los Olivos. La primera peregrina a Tierra Santa de la que tenemos conocimiento, la monja Etheria, relató en el año 385 que los cristianos usaban música para los himnos, salmos y respuestas. Y la música disponible en ese momento era el canto llano.
Los estudiosos dicen que en realidad lo que hizo Gregorio Magno fue la compilación de distintos tipos de cantos para ordenar las celebraciones.
Juan el diácono, biógrafo de San Gregorio Magno, sostiene que el Papa compiló un antifonario de diversos retazos. Una síntesis del canto romano, del canto galicano, del canto ambrosiano y otros. Y se conocen dos libros escritos por él de compilaciones de cánticos: Antiphonarium y Graduale Romanum. Su objetivo era organizar las diversas tradiciones en un sistema ordenado para la liturgia occidental de la Iglesia. Y además creó academias de canto. Él entonces dio el puntapié inicial para consolidar este tipo de canto como base de la liturgia, lo que luego fue más claramente desarrollado en Europa occidental y central en los siglos IX y X. Esto se adjudica al Papa Gregorio II, cuyo pontificado fue en el año 715 al año 731. Ahí se fue consolidando como el estilo de música coral típica de las órdenes religiosas y monásticas. Más allá de las sofisticaciones, como los cantos melismáticos, el canto gregoriano silábico es una música vocal en qué las frases y las palabras se silabean cantando en un solo tono. Puede ser tan simple como hablar cantando o increíblemente avanzado y complicado, cómo se puede oír en algunos coros gregorianos. A pesar que la música en las misas actuales utiliza melodías y ritmos de género popular, el canto de misa por excelencia sigue siendo el gregoriano. Incluso en las grandes celebraciones de las parroquias los sacerdotes mismos mechan pequeñas frases cantadas en gregoriano y piden una respuesta al pueblo también cantada en gregoriano.

LAS MISAS GREGORIANAS
Otra cosa que se adjudica a San Gregorio Magno son las misas gregorianas, destinadas a ofrecer oraciones por las almas del purgatorio, para acortar su pasaje allí.
Es una práctica de ofrecer 30 misas consecutivas por una persona fallecida, que se convirtió en una tradición en los monasterios benedictinos. Esta práctica no tiene nada que ver con el canto gregoriano ni tampoco con las misas en el Rito tridentino en latín; son misas comunes, celebradas de la manera habitual en que la celebra el sacerdote que oficia. ¿Cuál es la historia que está detrás de las misas gregorianas? En el monasterio de San Andrés en que San Gregorio Magno había sido Abad, había un monje llamado Justus, que ejercía la medicina. En una oportunidad había aceptado tres monedas de oro y las había conservado, faltando al voto de pobreza. Pero luego se arrepintió y fue tal su dolor por el pecado que enfermó, y se lo contó a un laico amigo, también dedicado a la medicina, llamado Copiosus. Cuando los monjes buscaban un medicamento para Justus encontraron el oro. San Gregorio Magno, ya siendo Papa, se enteró el caso y llamó al nuevo Abad ordenándole la pena de confinamiento solitario para Justus, a pesar que estaba gravemente enfermo. Al poco tiempo Justus murió y lo hizo sepultar fuera del cementerio en un basural, enterrando sus tres monedas con él, para inculcar en sus religiosos el horror al pecado. Y pidió al resto de los monjes que repitieran las palabras de San Pedro a Simón el Mago “que tu dinero perezca contigo”. Sin embargo a los pocos días Gregorio recapacitó que quizás había sido demasiado poco caritativo y encargó al Abad que celebrará 30 misas seguidas, sin faltar un solo día, por el alma de Justus, para librarlo del purgatorio.
Cuando terminaron las 30 misas, el amigo de Justus, Copiosus, tuvo una visión de él, qué le dijo “acabo de recibir el perdón de la comunión y la liberación del purgatorio debido a las misas que me han dicho”.
Todos en el monasterio comprendieron el poder de las 30 millas consecutivas y comprobaron lo que dice el Concilio de Trento: “El Santo Sacrificio de la Misa, el Sacrificio Perpetuo, es el mayor de todos los sufragios para las Almas Santas”. Y así, bautizaron a esta devoción cómo misas gregorianas en honor del Papa Gregorio I qué lo había instituido. Esta historia sucedió en el año 590 y es narrada por el propio San Gregorio en sus Diálogos. La Iglesia Católica considera esta devoción como “una creencia piadosa y razonable para los fieles”. Y en una publicación del 24 de febrero de 1967 la Sagrada Congregación para el Culto Divino dice, que esta devoción no requiere que sea el mismo sacerdote que celebre todas las misas, ni que se celebren en el mismo altar. E incluso si no se puede, por una causa mayor, realizar la devoción los 30 días consecutivos, la Iglesia ha dispuesto que se conserven los frutos del sufragio y que la práctica sea completada obligatoriamente por el sacerdote lo más pronto posible; pero no es necesario comenzar de vuelta con la serie de 30 misas. Esta devoción de 30 misas es ofrecida a los fieles por diversos monasterios en el mundo, Incluso se puede pedir online, y es una fuente de ingresos para los monjes, porque generalmente tiene un costo asociado. Y se ha transformado en una costumbre, que cuando muere alguien, su nombre es puesto por 30 días en el cuaderno de las intenciones que lee el sacerdote en la misa diaria de las parroquias.
También existe una variante que es la misa gregoriana en un altar privilegiado, en el que basta una sola misa para que el alma del difunto se ha liberada del purgatorio.
Esto fue avalado por el Papa León XIII que declaró que era “piadoso y legal” sostener la creencia de que con una sola misa se podía obtener el beneficio de las 30 misas en un altar privilegiado. El primer altar privilegiado fue el utilizado por San Gregorio para la misa cuando era abad en el monasterio de San Andrés. Y luego ese privilegio fue extendido a otros altares, Comenzando por Roma y siguiendo por otros lugares. La práctica de las misas gregorianas supone que el alma pudiera estar en el purgatorio, reconociendo que pocas personas mueren y van directamente al cielo. Y entonces también reconoce el infinito poder intercesor de las misas para obtener indulgencias plenarias, en nombre del difunto, y así liberarlo del purgatorio.

Fuentes:

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