Los viajes en avión
dan para mucho. O para poco. Depende siempre de cómo se lo tome uno. Si se va
dispuesto a no abrir la boca, todo es sencillo: se sienta uno al llegar a su
sitio, y se levanta al aterrizar. Simple.
Pero si va
dispuesto a hablar con todo el que se le cruce, con los que tiene más cerca,
con los que le parecen más raros o exóticos, después de saludar cortésmente al
personal que atiende al pasaje, como es natural y educado, pues no va a parar
en todo el trayecto, por largo que sea. Y es cierto que, a veces, se hacen
amistades que duran incluso años. O han dado pie para confesiones y hasta para
conversiones (en sus inicios, al menos).
Personalmente, los viajes en
avión me producen repelús; y me dan para ir rezando todo el rato, por largo que
sea el trayecto. Y mi método no me cansa para nada. Incluso a veces ha dado
para que algún que otro viajero me pregunten cosas personales mías o me hablen de
las de ellos, al verme tan ”centradamente
piadoso".
Al Papa los viajes en avión le
pone parlanchín: se anima, y no hay trayecto en el que no salga a la palestra
para dialogar, a micrófono abierto, con el personal que le ha acompañado,
especialmente los periodistas que cubren el evento. Lógicamente, los diálogos
son más jugosos en el avión de vuelta que en el de ida. Y este Papa nos tiene
acostumbrados a no defraudar nunca.
En el de vuelta de Dublín,
como ya es habitual, le preguntan muchas cosas: desde el mismo encuentro de las
familias, hasta la declaración pública en su contra de mons. Viganó, pasando por
el tema del aborto y otros más. A unos temas entró más que a otros…; lo cual es
lógico y esperable.
Personalmente, lo que más me
ha “chocado” del Santo Padre al contestar
una pregunta sobre el aborto, han sido dos
cosas.
Una, que el aborto es “matar” a “un ser vivo”; la segunda, que “el
aborto no es un tema religioso, sino antropológico”: o sea, que no hay
que entrarle desde el lado religioso, sino desde el lado “humano", por decirlo de algún modo. Y las
dos cosas, repito, me han chocado sobremanera. Y me explico.
Obviamente, el aborto es “matar"; y solo se puede matar a “algo”
-"un ser vivo", animal o planta como mínimo; además de a una
persona, claro- que está “vivo": si el “ser vivo” o el “algo”
está muerto no se le puede ni matar; como tampoco se puede matar una “cosa": a un botijo, por ejemplo.
Pero claro, en el tema del
aborto “olvidarse” que estamos hablando en
el contexto del EMF en el que claramente se refiere uno al aborto de un modo
específico y unívoco: cuando una mujer está embarazada y, decidiendo no seguir
adelante con el embarazo, se va a una “clínica” para
que se lo maten. Y se lo matan: así están las “leyes".
Y la mujer automáticamente deja de estar embarazada.
Eso sí, al precio de haberse
cargado con otras cosas mucho peores. Que lo ha hecho: tanto si es consciente
de ello como si no, lo admita o no, le remuerda la conciencia o no. Ella, la
madre, con todos los que la han jaleado y ayudado para hacer tal cosa; que, si
son católicos y sabían de la pena canónica correspondiente, quedan todos
excomulgados, y no pueden acercarse a recibir ningún Sacramento, salvo en
peligro de muerte, mientras no se les levante la excomunión.
En este contexto, “reducir” el aborto a “matar
a un ser vivo"…, pues ¡qué quieren! Vamos, que es como decir que es
matar un pollo o un conejo. Y no: para qué nos
vamos a engañar.
Me ha traído el recuedo de
aquella celebérrima ministra del simpar Zapatero -bueno, eso creía yo, pero el
amigo Sánchez lo está dejando ridículamente pequeñito-, que hablando de una
señora que embarazada, afirmó que lleva en su seno “un
ser vivo, sí", pero -añadió, y esto es lo que la ha hecho
mundialmente famosa- “no es humano". ¡Toma ya
nísperos! El Santo Padre no ha llegado a esto, pero da la impresión de
que ha querido ser lo más políticamente correcto posible; y quizá lo haya
conseguido… O no. Por cierto, este “lenguaje” o
esta “semántica” es propia de todo el
personal que está a favor del aborto por razones ideológicas. O de las personas
que les han dejado a ellos el uso y abuso de la tal “semántica":
“¡que inventen ellos!", o así.
Exquisitez que se le debió
pasar por alto -desconozco el motivo-, con el tema de los niños inducidos a ser
homosexs desde pequeñitos, que es como parece que todo es más fácil que
arraigue -incluido el cambio de sexo, pues se está en ello también-; dado lo
fácil que aceptan lo que se les dice sin discernir -véase el caso de los abusos
homosexs obrados por eclesiásticos de pelaje arcoíris y/ asimilados-, y tuvo el
“desliz” de nombrar con total naturalidad la
palabra “psiquiatra": y se la han montado
buena… no solo los del “mundillo” sino también los propios de su entorno; o él
mismo.
Tan buena -y tal parece- que
sus propios “portavoces” -si de común
acuerdo con el Papa, o por imposición de éste, o por iniciativa personal de
ellos o por qué- en la transcripción del texto oficial de su encuentro con los
periodistas en el avión, han cortado por lo sano y le han quitado al Papa la “palabrita". Vamos: que le han cortado el
micro y lo han dejado mudo. ¡Que ya hay que
tener…!, o ser muy humilde y obediente. Pero la chapuza, por decirlo
suavemente, es de órdago.
¡Lo que hay que hacer -y
tragar- para ganarse el pan! ¡O lo que hay que mandar para deshacer un entuerto
monumental, más falso que Judas, por otra parte, o clasificado intencionalmente
como tal, porque no lo hay: a toda la gente de a pié -la gente normal y
corriente no comprometida, claro, con la ideología multicolor-, le pareció tan
acertada como necesaria la referencia.
SIGAMOS CON LA
EXPOSICÓN.
Lo segundo es mucho más grave, en mi opinión: ¡que no es un
tema “religioso” en primer lugar, sino “antropológico"! Y aquí he de reconocer que me he perdido, y no lo
he pillado ni a la de tres: ¡se me hace
incomprensible que la Iglesia no pueda entrarle al tema como primera concernida
por ser un tema ¡antropológico! Y como tal hay que tratarlo. Y
punto.
Y, ¿entonces?
Entonces, las preguntas son muchas porque las incógnitas levantadas tan
gratuitamente con tal afirmación son enormes.
En primer lugar: ¿el tema del calentamiento global, de la economía, de la
inmigración, de la pobreza, del agua y otros tales sí son, en primer lugar y
por lo directo, un problema “religioso” que sobrepasa con mucho cualquier
connotación antropológica?
Si el aborto es un pecado
gravísimo, tan grave que la misma Iglesia, que es Madre, impone la pena de
excomunión a quien procura directamente un aborto, ¿lo
hace primero para “defender la antropología” y ya luego entre desde lo
religioso?
¿El mandato de
Dios, “no matarás", hay que verlo después -y solo después- y en el
horizonte de lo que dice “antes” la antropología? Más parece que los
Mandamientos de la Ley de Dios son más de veinte siglos anteriores al
nacimiento de la antropología, por poner un poner; entonces, ¿cómo la Iglesia ha osado entrerle al tema del aborto sin
esperar 2000 años a la antropología? ¡Y con pena de excomunión y todo! ¡Qué
disparatón", ¿o no?
Así podría seguir, pero, ¿para qué? Creo que con esto hay más que
suficiente, y el tema -que no la persona del Papa y sus intenciones- está bien
servido..
Si en esas palabras faltó exquisitez
verbal -o intencional- en el primer caso, en el segundo sobró por
mucho. Pero lo dicho, dicho está, aunque se pueda borrar en las
transcripciones; acto que demuestra que, como mínimo, algo se ha hecho muy mal,
agrandado por la pretensión de taparlo con tan malas mañas y artimañas.
Pero, vamos: todo normal. Y ya
nos vamos hasta “acostumbrarnos” o parecido.
O no.
Rezad por mí.
Amén.
José Luis
Aberasturi
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