En todo el tema, muy
pesado, de abusos perpetrados por miembros del clero convendría pasar página
ya. Desconozco cuál es el procedimiento que siguen los tribunales de los EEUU,
pero me sorprende que se dediquen a elaborar informes, sobre una conducta
penalizada, durante un arco de tiempo muy prolongado.
Informes que, jurídicamente,
no tienen consecuencias, apenas: “aunque la mayoría
de sacerdotes han sido identificados, muchos han fallecido ya o es probable que
eviten la cárcel porque sus presuntos crímenes son demasiado viejos para ser
procesados según la ley estatal”, leo en un periódico.
Pues si se juzga a alguien es
para ver si es culpable o no de un delito y para aplicarle, si lo merece, la
pena debida. Juzgar para elaborar informes es un modo muy peculiar de ejercitar
el poder de juzgar. Informes que no conducen a nada, más que al enorme
descrédito de una institución, que suele ser la Iglesia católica.
La estructura de la Iglesia es
la que es. Es jerárquica y es universal. Es un “nosotros”
que hace suyo lo que cada “yo” integrante
de ese enorme cuerpo lleva a cabo. Especialmente, asume la responsabilidad por
lo que sus ministros ordenados han hecho. En lo bueno y en lo malo.
No hay a quien pedir cuentas
por los crímenes cometidos en nombre del comunismo. Ni Alemania se puede
responsabilizar de todos los males perpetrados por los nazis. Ni Francia va a
pedir perdón por todas las víctimas de los ejércitos napoleónicos. Ni Italia va
a indemnizar a los cristianos devorados por las fieras para entretenimiento de
los ciudadanos romanos.
Esto, que es de sentido común,
en la Iglesia, y con la Iglesia, no rige. Hay que asumir el último delito
protagonizado por el último cura en la última parroquia del último país del
mundo. No hay institución que pueda soportar esto. Ninguna.
Si alguien se ve maltratado,
mancillado, abusado, que denuncie. Que busque que se le haga justicia, pero que
no espere mil años para que, sus descendientes, reclamen lo que ya, muy
probablemente, no se podrá juzgar.
Tampoco me parece bien que
todo abuso, o supuesto abuso, se les atribuya a los homosexuales. Hay personas
homosexuales que no abusan de otras personas, y menos de menores. Y hay muchos
sacerdotes, la mayoría, que no tienen tendencias homosexuales. Mezclar todo,
homosexualidad y abuso, es buscar una respuesta fácil a un problema complejo.
Cualquier abuso es reprobable.
En el clero y fuera del clero. En la casa propia y en la de los vecinos. En el
deporte o en el no deporte. Cualquier abuso es reprobable y denunciable.
Cualquier encubrimiento es malo.
Y ya. Hasta ahí. El que lo
haga, que lo pague, tras un proceso justo y una sentencia justa. Emponzoñarlo
todo. Venir ahora a reclamar lo de hace mil años, sembrar la duda sistemática…
Lo siento, pero no puedo aprobarlo.
No merecen las víctimas de los
abusos ese tratamiento tan genérico e irresponsable.
Guillermo Juan
Morado.
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