El
ayuno es una práctica fecunda revelada por Dios ya al pueblo judío. Que
Jesucristo reivindicó e incluso recomendó para la lucha espiritual. Y que
tiene un lugar preponderante en los llamados actuales de la santísima Virgen,
especialmente en Medjugorje.
La Iglesia Católica lo ha desarrollado pastoralmente tratando de hacer
comprender a los fieles su significado.
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Ampliando el concepto de que el ayuno no es privarse sólo de comida.
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Y poniendo énfasis en su aspecto penitencial y de sacrificio.
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Ampliando el concepto de que el ayuno no es privarse sólo de comida.
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Y poniendo énfasis en su aspecto penitencial y de sacrificio.
QUE
DIJO JESÚS SOBRE EL AYUNO
Una y otra vez, los Evangelistas hablan del Ayuno y cuentan que Jesús
recomendó ayunar, a fin de progresar en la vida espiritual.
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Lo que Jesús dijo acerca del ayuno puede ser resumido de la siguiente manera:
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Lo que Jesús dijo acerca del ayuno puede ser resumido de la siguiente manera:
–El
ayuno es tan necesario como la oración (cf. Mt 6-16).
–La
decisión de ayunar (y de orar) debiera ser tomada con pureza de intención, libre de cualquier autosuficiencia u orgullo.
Recuerda el
caso del fariseo que utilizaba la oración para hacer alarde de su piedad y
expresar su desprecio por el publicano, un hombre en verdad humilde (cf Lc. 18,
9-I4). Jesús afirmó que Sus discípulos ayunarían al igual que los discípulos de
Juan, pero sólo hasta que Él hubiera
partido de este mundo: “¿Pueden acaso los
invitados a la boda ponerse triste mientras el novio está con ellos? Días
vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán…” (Mt
9, 15-16).
Cuando Jesús explicó a Sus discípulos, por qué ellos no fueron capaces
de liberar a un hombre de una posesión diabólica, Él atribuyó un poder especial
al ayuno.
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Afirmó que ciertos demonios no pueden ser arrojados sino con la oración y el Evangelista Marcos añade: “… y el ayuno” (cf. Mc 9,29).
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Afirmó que ciertos demonios no pueden ser arrojados sino con la oración y el Evangelista Marcos añade: “… y el ayuno” (cf. Mc 9,29).
De acuerdo a
Lucas, Jesús no comió durante los
cuarenta días que permaneció en el desierto. En otras palabras, Jesús
ayunó antes de proclamar la Buena Nueva (cf. Lc 4,1-4). Si bien Jesús no ordenó
explícitamente a Sus discípulos que practicaran el ayuno, parecía obvio que El esperaba que así lo hicieran.
EL
AYUNO SIGUE SIENDO VÁLIDO Y LA IGLESIA LO RECONOCE
Desde el punto de vista teológico, el ayuno no sería ya necesario después de la Resurrección de Cristo,
porque los invitados a la boda no tienen razón de ayunar en tanto el novio
permanezca con ellos (cf. Mt 9,15). Sin embargo, en vista de que Jesús aun ha de retornar en Su gloria, el
ayuno sigue siendo necesario como signo de nuestra espera. Esta
perspectiva le da un nuevo sentido y significado al ayuno y puesto que nos hace
fijar nuestra atención en el Señor que ha de venir, adquiere entonces una dimensión escatológica. La Iglesia reconoce el
ayuno, lo ha practicado a lo largo de su historia y ha dado al ayuno su
significado real. En ciertas comunidades religiosas el ayuno ha sido preservado
como una práctica común hasta nuestros días. Leyendo la vida de los Santos, nosotros podemos comprobar que
ellos atribuían una gran importancia al ayuno.
San Francisco de Asís urgía a sus frailes a guardar tres ayunos de
cuarenta días cada uno durante el año:
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– en Cuaresma,
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– antes de la fiesta de San Miguel Arcángel y
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– desde el día de Todos los Santos hasta Navidad.
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Independientemente de ayunar también cada viernes.
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– en Cuaresma,
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– antes de la fiesta de San Miguel Arcángel y
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– desde el día de Todos los Santos hasta Navidad.
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Independientemente de ayunar también cada viernes.
Hoy en día, los requerimientos de la Iglesia son menos estrictos. Existen, de
hecho, únicamente dos días en los cuales el ayuno
es obligatorio, el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo.
EL
AYUNO COMO COMBATE ESPIRITUAL CONTRA EL DEMONIO Y HERRAMIENTA EXORCÍSTICA
Respecto al
pasaje de Marcos “Esta clase no puede ser
expulsada salvo con la oración y el ayuno” (Mc 9:29), la principal
cuestión pastoral (y litúrgica) parecería ser la siguiente:
“¿Es necesario el ayuno para expulsar a los
demonios o no lo es?”
Aun cuando ciertos demonios se pueden expulsar mejor con la oración y el
ayuno, no debemos olvidar que es Dios quien expulsa a los demonios, y Él no
necesita de nuestro ayuno para hacerlo.
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Debe evitarse estrictamente cualquiera noción orgullosa sobre los resultados de nuestro ayuno.
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Debe evitarse estrictamente cualquiera noción orgullosa sobre los resultados de nuestro ayuno.
De hecho, debemos considerar el ayuno con cierta
humildad. El ayuno es, sin duda, recomendable, y el Señor mismo dice que
hay un tiempo para el ayuno (cf Mc 2:20, Lucas 5:35). Pero el ayuno puede ser
igualmente una fuente de orgullo (Lc 18:12, Lc 5:33). El ayuno que se realiza por orgullo o (por un sentido de) superioridad no
logrará expulsar a ningún demonio; de hecho, es probable que los atraiga. En
los exorcismos más extensos (que pueden durar meses) puede que sea necesario mitigar el ayuno o asignarlos a miembros que no
formen parte del equipo involucrado directamente en el exorcismo. El
vigor físico es a menudo necesario para soportar el trabajo agotador del
exorcismo. Teniendo en mente estas precauciones, el instinto de la Iglesia es
que a la expulsión de demonios la
asiste mejor la oración y el ayuno.
El Rito del Exorcismo (2004) establece
que: El
Exorcista, consciente que la tribu de demonios no se puede expulsar excepto a
través de la oración y el ayuno, debe
tener cuidado de usar, tanto por sí mismo y por otros, estos dos remedios más
efectivos para obtener la ayuda divina, siguiendo el ejemplo de los
Santos Padres, en la medida de lo posible. (De Exorcismis # 31)
El Rito de Mayor Antigüedad (1614) también
advierte: Por
lo tanto, él será consciente de las palabras de nuestro Señor (Mt. 17:20), al efecto de que hay cierta clase de espíritu maligno que no puede ser expulsado sino con la
oración y el ayuno. Por lo tanto, debe acogerse sobre todo a estos dos
medios para implorar la ayuda divina en la expulsión de los demonios, siguiendo
el ejemplo de los santos padres; y no sólo él, sino que induzca a otros a hacer
lo mismo, en la medida de lo posible. (De Exorcizandis #10).
¿POR
QUÉ Y CÓMO EL AYUNO REFUERZA EL PODER DE LA ORACIÓN PARA EL COMBATE ESPIRITUAL
Y LOS EXORCISMOS?
Una
respuesta razonable (y bíblica) es que la
oración y el culto generalmente deben involucrar un sacrificio. La
Escritura dice: Entiende estas cosas, tú que te
olvidas de Dios; no sea que te arrebate, y no haya quien te libre. El sacrificio de alabanza me glorificará:
y allí está el camino donde yo le demostraré mi salvación, dice el Señor (Salmo 50:22-23). Por medio de él se ofrece continuamente un
sacrificio de alabanza a Dios, es decir, el
fruto de labios que confiesan su nombre. No olvides de hacer el bien y de
compartir lo que tengas, porque esos sacrificios son gratos a Dios (Heb 13:15-16). Observarás la Fiesta de los panes sin levadura. . . Y nadie vendrá a Mi presencia con las manos vacías.
También observarás la Fiesta de la Cosecha de los primeros frutos de tus
labores (Ex 23:15-16).
En el mundo occidental se ha desarrollado la noción extraña de adoración
y alabanza sin sacrificio. En muchos sectores, el culto se ha delegado en poco más que una forma
de entretenimiento, en donde los caprichos y las preferencias de los fieles
deben ser atendidos. El culto, en este
concepto, debe ser breve y tener lugar en cómodas iglesias con aire
acondicionado y bancas acolchadas y convenientes estacionamientos. El “mensaje” y
la liturgia no deben ser, intelectual o moralmente, desafiantes; en
cambio, deben ser alentadoras y agradables. La música y el “estilo” deben satisfacer las preferencias de la
congregación. Ausente en todo esto es
el concepto de la liturgia y la oración que implica sacrificio, que nos debe “costar” algo. Sin embargo, la Escritura
vincula claramente la oración con el sacrificio e indica que deben, en cierto
grado, estar juntas.
El sacrificio es una manera de establecer una mayor sinceridad en, e
integridad de nuestro culto.
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En efecto, el culto sin sacrificio se convierte fácilmente en un culto de boquilla o convierte a Dios en una especie de mayordomo divino, de quien esperamos nos atienda.
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En efecto, el culto sin sacrificio se convierte fácilmente en un culto de boquilla o convierte a Dios en una especie de mayordomo divino, de quien esperamos nos atienda.
Dios,
seguramente, suple nuestras necesidades pero Él no es un mayordomo; Él es Dios, digno de nuestra adoración y el
sacrificio de alabanza. Es en este sentido que la oración y el ayuno van
de la mano, especialmente en la difícil tarea de expulsar a los demonios. La oración y el ayuno se convierten en el
sacrificio de alabanza que confunde y perturba al maligno sin cesar. La
Escritura dice: Y ahora mi cabeza se alzará sobre los enemigos que me rodean, porque
yo ofreceré en su tabernáculo sacrificios de alabanza con gritos de alegría; yo
cantaré y tocaré melodías al Señor (Salmo
27:6) Es el instinto de la Iglesia que
la oración es buena, pero que la oración con sacrificio (ayunar es sacrificio)
triunfa al fin, especialmente en esa tarea tan difícil de expulsar
demonios y repeler al enemigo.
UN
RENACIMIENTO DE ESTA PRÁCTICA
El llamado a ayunar en Medjugorje, que María dirige a nuestra época, no es sino una repetición de lo que
ya había dicho Jesús y de los que la Iglesia primitiva ya había puesto en
práctica y con tan grande celo. Cuando estudiamos el Antiguo Testamento y
examinamos al detalle las diversas situaciones, en las cuales los pueblos oran
exhortados a ayunar en esa época, encontramos que la oración y el ayuno podían atraer un cambio, un alivio, aún en las
situaciones mis críticas. La petición de Nuestra Señora de que nosotros
ayunemos, va de acuerdo con la tradición de la iglesia. Podríamos concluir
también que la visión que Ella tiene de nuestra época – la cual está casi
exclusivamente interesada en el dinero, las ganancias, la acumulación de bienes
materiales, el egoísmo etc. – es correcta. Nuestra Señora quiere reeducarnos. ¿Pero
por dónde debiera comenzar?
En primer lugar, María nos invita a orar y a ayunar.
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Por medio de la oración, nos adherimos a Dios y por medio del ayuno, desprendemos nuestro corazón de las cosas que nos atan a las preocupaciones de este mundo.
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Por medio de la oración, nos adherimos a Dios y por medio del ayuno, desprendemos nuestro corazón de las cosas que nos atan a las preocupaciones de este mundo.
El ayuno nos
lleva a una nueva libertad de corazón y
de mente. El ayuno es un llamado a la conversión dirigido a nuestro
cuerpo. En otras palabras, es el
proceso por el cual nos hacemos libres e independientes de las cosas materiales.
Y al liberarnos de las cosas externas a nosotros, nos liberamos también de las
pasiones que encadenan nuestra vida interior. Esta nueva libertad en nuestro
cuerpo dará lugar a nuevos valores.
El ayuno nos libera do ciertas ataduras y nos da la libertad para gozar la
felicidad.
A
PAN Y AGUA…
En
Medjugorje, la Virgen María ha pedido un retorno al ayuno. En respuesta a la
pregunta, “¿Cuál es la mejor manera de ayunar?”, la Santísima
Virgen respondió: “A pan y agua, por
supuesto.”
Reconocemos que no es la única manera de ayunar, pero es la “mejor” de
acuerdo a Nuestra Señora.
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Sin embargo, hay que ensayar hasta lograr hacer este tipo de ayuno.
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Si uno nunca ha ayunado del todo, pudiera resultar bastante desalentador comenzar a hacerlo únicamente a pan y agua, a menos que se reciba un llamado del Señor.
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Sin embargo, hay que ensayar hasta lograr hacer este tipo de ayuno.
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Si uno nunca ha ayunado del todo, pudiera resultar bastante desalentador comenzar a hacerlo únicamente a pan y agua, a menos que se reciba un llamado del Señor.
Hay otras formas de ayuno que lograrán en nosotros los mismos objetivos y al mismo tiempo, nos
ayudarán a ir avanzando, hasta alcanzar el mejor ayuno. Lo importante es que
comencemos a ayunar de alguna manera ya. Ciertamente, en Medjugorje se le da un
énfasis especial al ayuno a pan y agua y esto tiene un profundo significado. El pan es el alimento de los pobres. Tener
o no tener pan, es una de las cuestiones esenciales de nuestra existencia. La
Biblia frecuentemente habla del pan. Dios
proveyó de pan para Su pueblo, cuando cruzó el desierto (cf. Ex 16). En
Sus enseñanzas, Jesús habla del pan bajado del cielo. Un Ángel trajo pan y una jarra de agua al profeta Elías, cuándo
estaba exhausto por la fatiga (cf. I R 19) y, después de haber comido y bebido,
Elías recobró sus fuerzas y continuó su viaje. Estar dispuesto a vivir a pan y agua durante un día, muestra la
disposición a hacerlo pobre delante de Dios, la disposición a aceptar Su
voluntad. Significa seguir los planes de los profetas y las huellas de aquellos
que han sido puestos a prueba, a fin do que dieran testimonio de su fe. Lo que
se requiere para transformar la disposición de nuestro corazón y nuestra mente
es un regreso radical y absoluto a
Dios. El ayuno facilita este retorno.
El ayuno no es un fin en sí mismo, sino que sirve a la conversión:
primero, a nivel de la fe y después, a nivel social.
EL
AYUNO Y LA ORACIÓN
Pero un regreso radical a Dios es imposible sin la oración como vimos
antes. La oración aumenta su calidad y se vuelve
libre cuando se combina con el ayuno. Si nosotros estamos convencidos
que la Virgen María nos pide a cada uno que seamos Sus “portavoces”
en este mundo ateo, entonces deberíamos estar dispuestos a ayunar y esto
ayuno nos asegurará una fortaleza dinámica. Cuando comenzamos a pensar en nosotros mismos como los amos de la vida y
del universo y comenzamos a comportarnos en consecuencia, somos si no
tuviéramos necesidad de Dios, mostramos los signos premonitorios del ateísmo. El
ayuno es el medio más eficaz para detectar esas predisposiciones en nuestro
corazón. El ayuno nos ayuda a aferrarnos a la voluntad de Dios, a comprenderla
mejor y por tanto, a comprendernos mejor a nosotros mismos. En las Escrituras, Jesús nos dice que oremos sin parar,
sin cesar. Pero día a día, encontramos excusas y decimos que no tenemos tiempo
para orar o que nuestro ritmo de vida es tal, que nos impide orar. La raíz del
problema no radica en que si tenemos tiempo o no para la oración. Más bien, el problema es si conocemos el anhelo o la
necesidad de Dios, de encontrarnos con Dios a través de la oración. Mientras más tenemos y más queremos tener,
menos espacio tendremos para la oración. De esta manera, tenderemos cada
vez más a volvernos ateos prácticos.
El ayuno tiene la consecuencia especial de poner las cosas bajo la
perspectiva correcta.
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Como resultado del ayuno, más y más vamos conociendo la verdad sobre nosotros mismos.
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Experimentamos la verdad de todas las cosas de una manera nueva.
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Como resultado del ayuno, más y más vamos conociendo la verdad sobre nosotros mismos.
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Experimentamos la verdad de todas las cosas de una manera nueva.
Lenta y seguramente nos vamos percatando de que no somos autosuficientes y nos damos cuenta de que el
mundo entero no podría satisfacer las necesidades más profundas de nuestro
corazón. Un nuevo camino se abre a la convicción de que nosotros, humanos,
necesitamos a Dios. Necesitamos ayunar
para ser capaces de crecer en la creación del corazón. Nos resultará más
fácil cuando ayunemos y ayunaremos mejor cuando oramos. En uno de sus libros,
Anselm Grun declara: “El ayuno es el grito de nuestro cuerpo que anda en busca de Dios…” La
oración y el ayuno son los medios eminentemente más apropiados para guiarnos en la búsqueda de la paz. Quienes
son asiduos en la oración y el ayuno alcanzarán una confianza absoluta en Dios;
obtendrán el don de la reconciliación y el perdón y de esa manera, servirán a
la causa de la paz. Porque la paz se origina en nuestros corazones y de ahí se
extiende a nuestro prójimo y finalmente al mundo entero.
AYUNAR
CON EL CORAZÓN
Ayunar con el corazón quiere decir amar y aceptar nuestro propio camino
a Dios y a María.
Ayunar con
el corazón quiere decir, amar la
libertad más que la esclavitud a las cosas materiales. Ayunar con el
corazón quiere decir, crecer en el amor
a Dios que está por venir y a quien nuestro corazón llama cada día,
anhelante por El como “la cierva que busca las
corrientes del agua”. Ayunar con el corazón significa también, profundizar nuestro gozo en el Señor. Por lo
que a nosotros respecta, basta con que comencemos a ayunar con confianza y a
caminar el camino de la santidad. Después vendrá todo lo demás.
Fuentes:
- El Ayuno, Fra. Slavko
Barbaric, ofm, Florida Center for Peace, 1991
- http://blog.adw.org/2016/02/prayer-and-fasting-or-just-prayer-a-consideration-of-a-biblical-disagreement/
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