En su visita a la
pro-catedral de Dublín, explica cómo los padres serán capaces de transmitir la
fe.
El papa
Francisco compartió una experiencia de su infancia que le marcó profundamente,
esta tarde en la pro-catedral de Dublín en un encuentro con parejas que
inició con unos breves instantes de oración en silencio, sentado frente al
Sagrario y una vela encendida por las víctimas de abusos por parte del clero.
#PapaFrancisco reza por las víctimas de abusos sexuales en
Dublín https://t.co/HIxSsel4i5
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Con 5 años, “entré a casa, en el comedor, mi papá llegaba del
trabajo, en ese momento vi a mi papá y mi mamá besándose; no lo olvido nunca, jamás, qué cosa hermosa,
cansado del trabajo, mi papá y mi mamá tuvieron la fuerza de expresarse el amor“.
“Que sus hijos
los vean así, acariciándose, abrazándose, besándose, porque así sus hijos
aprenden este dialecto del amor -pidió-. Es la fe, ese dialecto del amor”.
Con la palabra dialecto, el
Papa se refería a la manera propia de hablar de cada familia. “No olviden nunca -pidió- la fe se transmite en dialecto,
en dialecto de la casa, del hogar, de la vida de familia”.
“Es más difícil
recibir la fe -se puede hacer- si no se ha recibido en esa lengua materna, en
casa, en dialecto”, constató.
Y propuso el ejemplo de los
siete hermanos macabeos que aparecen en la Biblia, a los que la madre les
hablaba “en dialecto”.
USTEDES SON LOS
MAESTROS
Sobre la manera de transmitir
la fe a los hijos, Francisco dijo que los programas parroquiales son esenciales
pero el primer lugar es el hogar.
“Se aprende a creer en la casa”, aseguró, “a través del
sereno y cotidiano ejemplo de los padres que aman al Señor y confían en su
palabra”.
“En la Iglesia
doméstica los hijos aprenden el
significado de la fidelidad, la honestidad y el sacrificio. Ven cómo mamá y
papá se comportan entre ellos, cómo se cuidan el uno al otro y cómo aman a Dios
y a la Iglesia”, dijo.
“Así los hijos
pueden respirar el aire fresco del Evangelio y a comprender, juzgar y actuar de
modo coherente con la fe que han heredado”.
La fe se transmite alrededor de la mesa doméstica, en casa, en la
conversación ordinaria, a través del lenguaje que sólo el amor perseverante
sabe hablar, afirmó.
Francisco afirmó que “es importante
rezar juntos en familia”. Y también otras cosas: “Hablen de cosas
buenas y santas y dejen que María, nuestra madre, entre en sus vidas, en la
vida familiar, celebren las fiestas cristianas, que sus hijos sepan qué es una
fiesta en familia, vivan en profunda solidaridad con quienes sufran y están al
margen de la sociedad y que los hijos aprendan“, aconsejó.
Y habló de una conocida suya
que tenía tres hijos pequeños y ayudaba a los pobres. Un día llamaron a la
puerta de su casa, era un pobre. “La familia estaba
comiendo filetes empanados y la madre pidió a los hijos: ¿qué hacemos? Todos
contestaron que quedaban más filetes, que se los diera.
Entonces la madre empezó a
cortar los filetes de sus hijos. Los niños, sorprendidos, pedían que le diera
de lo que sobraba. Pero la madre dijo: no, a los
pobres hay que darles de lo nuestro, no de lo que sobra. Así les enseñó,
así se enseña en casa cuando se habla el dialecto de la fe.
“Así vuestros
hijos aprenderán de ustedes a compartir sus bienes con los demás, ustedes serán los maestros, los
transmisores de la fe”, añadió.
Las virtudes y verdades que el
Señor nos enseña no son siempre populares, el mundo de hoy tiene poca
consideración por los débiles, los vulnerables y los que considera
improductivos, nos dice que seamos fuertes, independientes, que no nos importen
los que están solos y tristes, rechazando a los enfermos, los no nacidos y los
ancianos y moribundos, advirtió.
En el encuentro, tres parejas
ofrecieron su testimonio y le plantearon preguntas al Papa. Los primeros fueron
Vicent y Teresa, un matrimonio de abuelos que expresó que “la familia vale pena, es exigente pero vale la pena. La
familia está relacionada con el amor, que no siempre es fácil pero enriquece la
vida”, añadieron.
Después habló una pareja que
tiene planeado casarse dentro de un mes. “Muchos de
nuestros amigos cuestionan la idea de un compromiso permanente porque sienten
que el amor es personal y no necesita algo institucional”, plantearon.
Finalmente habló una pareja de
recién casados. “¿Cómo debemos prepararnos para
transmitir a nuestros hijos la importancia de la fe?”, preguntaron.
Después de interesarse sobre
si los asistentes iban a contar con traducción, deseó las buenas tardes y
expresó su alegría de encontrarse “en esta
histórica pro-catedral de Santa María” de Dublín.
“No es cierto
eso que dicen que los jóvenes no quieren casarse, y es verdad, ¡gracias!”, dijo en referencia a las
parejas que llenaban el tiempo.
CONSEJOS PARA
FAMILIAS
“Casarse y
compartir la vida es algo hermoso. Hay un dicho en español que dice así:
Dolores de dos, medio dolor”.
“Qué lindo
sentir esa música que viene de allí”, dijo en referencia al llanto de los niños que se escuchaba de fondo,
para él una hermosa oración.
“Los ancianos
están llenos de sabiduría, hay que escuchar a los ancianos: ¿cómo ha sido su
vida?”, señaló.
“El futuro y el
pasado se encuentran en el presente. Ellos,
los ancianos tienen la sabiduría. También las suegras”, dijo arrancando las risas de
los asistentes.
“Los niños deben
escuchar esa sabiduría, ustedes jóvenes tienen que escuchar esa sabiduría,
hablen con ellos para poder salir hacia adelante, porque ellos son las raíces y
ustedes toman esas raíces para continuar adelante”, prosiguió.
“Es muy
importante escuchar a los ancianos, tenemos mucho que aprender de vuestra
experiencia de vida matrimonial sostenida cada día por la gracia del
sacramento”, dijo.
“Me vienen las
ganas de preguntarles: ¿han pelado demasiado? Pero eso también es parte del matrimonio. Un matrimonio donde no se
discute es un poco aburrido.
Pueden volar los platos pero el secreto es hacer la paz antes de que
finalice el día, dijo. Para
eso basta una caricia y la paz está hecha.
“Si no se hace
la paz antes de ir a dormir, la guerra fría del día después es demasiado
peligrosa. Guardar rencor no es bueno. Discutan todo lo que quieran pero por la
noche hagan siempre la paz”, aconsejó.
PARA SIEMPRE
Francisco reconoció que los
matrimonios experimentan muchas alegrías y sufrimiento y valoró la contribución
de las parejas que llevan muchos años casadas.
El matrimonio no es sólo una institución, sino una vocación, una vida
que va adelante para cuidarse, ayudarse y protegerse mutuamente, dijo.
Vivimos en una cultura de lo
provisorio, no estamos acostumbrados a algo que dure toda la vida, constató.
Las personas van y vienen, las promesas se hacen pero con frecuencia no se
cumplen o se rompen, reconoció.
“¿No hay nada verdaderamente importante que dure
para siempre, ni siquiera el amor?“, planteó. “Existe la tentación de aquel “para
toda la vida” de uno al otro se transforme en un “mientras dure el amor”; si el
amor no se hace crecer con amor dura poco”.
“En el amor no
existe lo provisorio, eso se llama entusiasmo, o un encantamiento, pero el amor
es definitivo, es un yo y un tú, es la media naranja”, dijo el Papa. “El amor es así: todo para toda la vida”.
“Es fácil caer
prisioneros de la cultura de lo efímero”, dijo. ¿Cómo experimentar entonces en esta
cultura aquello que verdaderamente es duradero?, planteó.
Y respondió: “Entre todas las
formas de fecundidad humana, el matrimonio es único, es un amor que da origen a
una vida nueva, implica la responsabilidad mutua en la transmisión de la vida y
ofrece un ambiente estable en que la vida nueva puede crecer y florecer“.
“El sacramento
del matrimonio participa de modo especial en el misterio del amor eterno de
Dios”, explicó, la gracia del Señor los
habilita a prometerse libremente el uno al otro un amor exclusivo y duradero”.
“Su unión se convierte en signo sacramental de la
eterna alianza entre el Señor y la Iglesia“, prosiguió, “el Señor los sostiene en la
fidelidad y la unidad indisoluble”.
“El amor de
Jesús por las parejas es una fuente de amor y de crecimiento en un amor puro y
para siempre”, añadió.
“Arriesguen”, animó, “el matrimonio es un riesgo
pero vale la pena“. El amor es lo que Dios sueña para nosotros y
para toda la familia humana; Dios tiene
un sueño para nosotros, no tengan miedo de ese sueño, custódienlo como un
tesoro y suéñenlo juntos cada día de nuevo, dijo.
“En la Biblia
Dios se compromete a permanecer fiel a su alianza aun cuando nosotros lo
entristecemos y nuestro amor se debilita”, dijo.
Dios dice: “nunca te dejaré, nunca te abandonaré” y ustedes,
ungiros mutuamente con estas palabras por el resto de su vida y nunca dejen de
soñar. “Siempre repitan
en el corazón: no te dejaré, no te abandonaré”.
Tras recordar que después de
ese encuentro en la pro-catedral visitaría un centro de capuchinos que
acoge a personas sin hogar, advirtió que “la atmósfera que vivimos está llena de
intereses personales, el mundo tiene necesidad de una revolución del amor, que
esta revolución empiece por ustedes mismos y sus familias”.
“Alguien
me dijo hace tiempo que estamos perdiendo la capacidad de amar, el lenguaje
directo de una caricia, la fuerza de la ternura”, dijo: “no podrá
haber una revolución de amor sin una revolución de la ternura”.
“Que con vuestro ejemplo vuestros hijos puedan ser
guiados para que se conviertan en una generación más solícita, amable y de fe
para la renovación de la sociedad”, auspició.
“Así vuestro amor, que es un don de Dios, ahondará
sus propias raíces“, destacó. Ninguna familia puede crecer sin sus raíces, no pueden crecer
si no hablan con sus abuelos, y añadió que también es una condición del
crecimiento la constancia en el amor.
Tras su reflexión,
les invitó a rezar por él y rezaron juntos la oración por la “fiesta” de las
familias, la oficial del encuentro mundial de Dublín:
Dios, Padre
nuestro. Somos hermanos y hermanas en Jesús, tu Hijo. Una familia, en el
Espíritu de tu amor.
Bendícenos con
la alegría del amor. Haznos pacientes y bondadosos. Amables y generosos. Acogedores
de aquellos que tienen necesidad. Ayúdanos a vivir tu perdón y tu paz.
Protege a todas
las familias con tu cuidado amoroso. Especialmente a aquellos por los que ahora
te pedimos:
[Hacemos
una pausa y recordamos a los miembros de la familia y a otras
personas por su nombre].
Incrementa
nuestra fe. Fortalece nuestra esperanza. Protégenos con tu amor. Haz que seamos
siempre agradecidos por el regalo de la vida que compartimos.
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