Muchos mueren sin condena
El obispo castrense de
Argentina, Mons. Santiago Olivera, advirtió que en su primer año de labor
pastoral ha observado «cómo, embanderados en derechos del pasado, se cometen
hoy graves, intolerables e injustificables injusticias».
(Aica) «Aunque nos cueste escucharlo o
suponga algún dolor de cabeza, la
situación de muchos detenidos por delitos de lesa humanidad es una vergüenza
para la república: una discriminación nunca
vista en democracia, llevada a cabo especialmente
por algunos miembros del Poder Judicial, con el silencio cómplice de algunos de
los miembros de otros poderes y de buena parte de la dirigencia
nacional», puntualizó.
«Veo también silenciados los sufrimientos de tantas
víctimas de violencia en nuestra patria perpetrados en tiempos de democracia
equiparándolos a otras impunidades presentes. Otra deuda a saldar», aseguró en una carta de
lectores en el diario La Nación.
Frente a esta situación, el
prelado consideró necesario «transitar caminos de verdad y de justicia para
alcanzar la paz», y sostuvo: «No podemos mirar la historia con un ojo solo;
necesitamos una mirada compasiva sobre todos aquellos a los cuales les tocó
vivir la locura del enfrentamiento fratricida de aquellas épocas.
Enfrentamientos en los cuales hemos perdido todos».
«Debemos pedir
justicia con fuerza, coraje y valentía, porque muchos hermanos argentinos mueren en las cárceles o en sus domicilios sin
condena», agregó, y preguntó: «¿Es esto justicia?»
Tras citar el mensaje en el
que el papa Francisco afirmó a presas de una cárcel de Chile que «una condena sin
futuro no es una condena humana, es una tortura», monseñor
Olivera concluyó: «Más allá de imputaciones y
penas, todo ser humano tiene dignidad, y nadie puede privarlo de ella. Todos
podemos rehabilitarnos».
CARTA DEL OBISPO
¿ES ESTO JUSTICIA?
¿Por qué será
que hablar de la cultura del encuentro en nuestro país, de una memoria sin
ideología, de la verdad completa y de justicia, nos divide tanto a los
argentinos al punto de polarizarnos? A veces me pregunto: ¿por qué no queremos
avanzar hacia una país fraterno y justo para todos? Es que no es fácil
transitar la verdad y, por motivos diversos, se la calla, se la oculta o se la
tergiversa. Mucho de esto pasa en nuestra patria. Hablar de algunos temas no es
fácil, pero hay que hablar, para no ser tildados de cobardes o de permanecer
callados frente a tanta injusticia y al dolor de muchos.
Al asumir, el Obispado
castrense destacaba el valor de tender puentes en un mundo de zanjas, que nos
desafían a superarlas. En este primer año de labor pastoral, he observado cómo,
embanderados en derechos del pasado, se cometen hoy graves, intolerables e
injustificables injusticias. Aunque nos cueste escucharlo o suponga algún dolor
de cabeza, la situación de muchos detenidos por delitos de lesa humanidad es
una vergüenza para la república: una discriminación nunca vista en democracia,
llevada a cabo especialmente por algunos miembros del Poder Judicial, con el
silencio cómplice de algunos de los miembros de otros poderes y de buena parte
de la dirigencia nacional. Veo también silenciados los sufrimientos de tantas
víctimas de violencia en nuestra patria perpetrados en tiempos de democracia
equiparándolos a otras impunidades presentes. Otra deuda a saldar.
Necesitamos transitar caminos
de verdad y de justicia para alcanzar la paz. No podemos mirar la historia con
un ojo solo; necesitamos una mirada compasiva sobre todos aquellos a los cuales
les tocó vivir la locura del enfrentamiento fratricida de aquellas épocas. Enfrentamientos
en los cuales hemos perdido todos. El papa Francisco nos recordó que la
misericordia no excluye la justicia y la verdad. El Dios del Preámbulo, «fuente de toda razón y justicia» para nuestra
Constitución, no es el Dios vengativo y discriminador en que parecen inspirarse
algunos crueles y diferenciados tratos. Debemos pedir justicia con fuerza,
coraje y valentía, porque muchos hermanos argentinos mueren en las cárceles o
en sus domicilios sin condena. ¿Es esto justicia?
Su Santidad dijo a unas presas
de una cárcel en Chile: «Una condena sin futuro no
es una condena humana, es una tortura». Más allá de imputaciones y
penas, todo ser humano tiene dignidad, y nadie puede privarlo de ella. Todos
podemos rehabilitarnos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario